Resultado Barcelona-Espanyol

Victoria soporífera del Barça

Vídeo: La falta «a lo Panenka», el gol que aún no tenía Messi

Salvador Sostres

Crónica

El derbi motiva más al Espanyol que al Barça, que tiene mejores cosas que hacer y ganar. En los días previos, el club blanquiazul había publicado un estúpido anuncio con una balanza, y en un plato, que pesaba mucho más, un periquito, y en el otro una bolsa con mucho dinero. Unas cuantas frases como lemas venían a decir que el Espanyol es un sentimiento, que es lo que cuenta, y no el presupuesto.

Ahora resultará que ser un club rico -es decir, un club inteligente- es incompatible con tener sentimientos; y que un club pequeño y pobre y propiedad de un chino -es decir, que habría podido gestionarse mucho mejor- es moral y sentimentalmente superior a todos los demás. Yo tengo un gran respeto y amor por mis grandes amigos pericos como Ignasi Barba, Xavier Fina, o el magnífico letrado José María Fuster Fabra, que por cierto sacó de la cárcel al expresidente culé Sandro Rosell, mientras un abogado barcelonista como Pau Molins había permitido que se pudriera en prisión preventiva durante casi dos años. Pero ni ser rico es un crimen ni ser pobre un certificado de calidad.

Sólo Piqué, que es el más pretencioso y menos inteligente de los jugadores barcelonistas, y no exactamente porque sea el más burro sino porque es el menos consciente de sus limitaciones intelectuales, que es lo mismo que le sucedía a Guardiola en su etapa de jugador, que se creía culto por haber leído “Los puentes de Madison” o las poesías de Miquel Martí i Pol; sólo Piqué, decía, parecía tener una especial implicación personal con el partido, supongo que por el quinqui que todos llevamos dentro y que a cada cual se nos manifiesta a su manera.

El Espanyol empezó cerrado, cerrado, tal vez escarmentado por lo que sucedió en la primera vuelta en Cornellá, y el Barça al ralentí cocía a fuego lento al rival, al ralentí y sin demasiado acierto, pero lo iba cociendo. Los blanquiazules, el peor equipo fuera de casa de la Liga, junto al Éibar y al Huesca, se hundían en el último tercio del campo cuando los de Valverde tenían el balón, y se defendían con angustia pero con eficacia, siempre a la espera de que una genialidad de Messi -o de quien fuera- les rompiera en plan y les obligara a cambiar de estrategia.

El Barcelona parecía que sólo en parte se había despertado de la siesta y lo mejor del partido era el impecable césped. Sol y sombra como en los toros y más fanfarria en la grada que espectáculo en el ruedo como por San Fermín en Pamplona. Lo más peligroso hasta la media hora fue un remate de Víctor Sánchez.... en propia puerta, que Diego López pudo rechazar con una mano espléndida.

Agotadora tarea defensiva espanyolista, fallón Coutinho como casi siempre, pocos espacios para el Barça, y poca finura de los azulgrana, poca precisión, en estos espacios reducidos que los de Rubi le dejaban. Primera parte que, de haber sabido que iría así, lo mejor habría sido que los dos equipos hubieran pactado alargar un poco la “migdiada”: el Espanyol se habría ahorrado tan severo cansancio y el Barça, unas molestias que, total, no le llevaron a nada.

Lo que en la primera mitad era un pozo sin fin de agonía para el Espanyol, se convirtió en el segundo tiempo en una cierta prisa por marcar del Barça, que dominaba pero sin inquietar especialmente a Diego López. Los de Rubi, en cambio, intentaban arañar un poco más, pero tan poco más que, francamente, costaba notarlo. Un poco como mi prima Adelaida, del pueblo, el curso que en lugar de suspender nueve palmó sólo seis y sus padres lo celebraron casi como un premio Nobel. Su abuela, que la quería mucho, pero era más realista, me dijo: «Inteligente no lo es mucho, pero es muy limpia, mi nieta. ¡Si vieras cómo lleva el plumier!».

La entrada de Malcolm y de Sergi Roberto dio profundidad al Barça, ritmo, colmillo. Entró también Wu Lei por un Espanyol que continuaba sin crear gran cosa pero con el plumier impoluto. Y lo que estaba encallado lo resolvió el que todo lo resuelve, con una falta chutada con mucha gracia, suave, suave, desde la frontal del área. Víctor Sánchez colaboró de cabeza involuntaria con el gol, pero el disparo de Messi, que no fue perfecto en su ejecución pero sí sensacional en su idea, igualmente entraba.

Malcolm construyó -al modo de Alba- y Messi ejecutó el segundo en una jugada larga, completa, poco original pero muy madura y eficaz. Rocosa aunque finalmente inútil del Espanyol. Victoria soporífera del Barça. Tremendo buñuelo de partido.

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