Decía que la prueba de 400 metros era para valientes, que el esprint era demasiado y había exigido mucho al cuerpo en la carrera de los 100, donde logró la medalla de oro. Pero Adi Iglesias ha venido a Tokio 2020 a jugar, a disfrutar y a convertirse en doble medallista paralímpica. Porque la prueba es para valientes y ella lo es. Valiente de plata.
Comenzó la prueba algo frenada, no es fácil esa calle 7 para una persona con discapacidad visual porque no nota referencias de las rivales, pero siguió a lo suyo y en la curva ya se había metido entre las tres primeras, con buena zancada y mucho corazón. Se deshizo enseguida de la estadounidense Kim Crosby, bronce, y le faltaron solo un par de metros para alcanzar el oro , que se llevó la azerbayana Lamiya Valiyeva.
Se marcha Adi Iglesias de Tokio con un oro y una plata excepcionales. Después de sufrir el acoso por ser albina en Mali , ahora brilla con su albinismo en el tartán y en los podios paralímpicos.
También se estrenaba en unos Juegos el alicantino Iván Cano , con discapacidad visual por albinismo. Había sido campeón de Europa de longitud en 2018 después de dos lesiones de las grandes, pues se rompió el peroné y, poco más tarde, el radio. Con esa capacidad de levantarse llevaba a Tokio con la intención de probarse en una cita de este nivel.
En su infancia había practicado taekwondo, pero cuando llegó a cinturón negro, decidió cambiar. Llegaría a unos Juegos como atleta, y después de haberse sacado la carrera de Físicas y de aparcar un año su trayectoria en Telecomunicaciones.
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