Boxeo

«Ali nos engañó a todos»

Un día como hoy de 1974 se celebró el combate de boxeo más famoso de todos los tiempos, un evento que inspiró libros, canciones y hasta un documental premiado con el Oscar

Ali-Foreman, el 30 de octubre de 1974, en el «Rumble in the jungle» AFP
Jorge Sanz Casillas

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Dicen del paso del tiempo que da y quita razones. Pero también es cierto que el calendario envuelve en neblina los recuerdos y testimonios de aquellos que estaban presentes. Un día como hoy de hace 44 años, en la madrugada africana del 30 al 31 de octubre, se celebró el que para muchos fue el combate más importante de la historia del boxeo. El Foreman-Ali , bautizado para la épica como el «Rumble in the jungle» , supuso la vuelta al trono del boxeador más relevante de todos los tiempos y sembró una leyenda que inspiró libros, documentales... y hasta canciones.

En aquellos días, un empresario todavía inexperto, un tal Don King , prometió a Muhammad Ali y George Foreman cinco millones de dólares por cabeza si peleaban entre ellos con el título mundial en juego. Lo hizo sin tener el dinero a mano, como quien pega un tiro al aire, y para ello vendió el evento al mejor postor, en busca de algún país o dirigente con afán de protagonismo. Al rescate del sarao apareció Zaire y su presidente Mobutu , quien aceptó que el combate empezara pasadas las 4:00 de la madrugada para coincidir con el «Prime time» americano.

Para entonces, George Foreman era favorito en las apuestas. Tenía 25 años (por los 32 suspensión mediante de su rival) y acumulaba un récord de 40 victorias, cero derrotas y un 92% de triunfos por KO. Además, de su pared emocional colgaban las cabezas de los dos únicos boxeadores que habían vencido a Ali hasta el momento: Ken Norton y Joe Frazier .

El combate se promocionó con el sobrenombre de «Rumble in the jungle» y estaba previsto para el mes de septiembre, pero Foreman sufrió un corte entrenando y hubo que postergar la pelea. Primer contratiempo. Cuentan que el entonces campeón pidió salir de Zaire –donde viajó con antelación suficiente para adaptarse al clima– para entrenar en Francia, y que las autoridades no le dejaron abandonar el país por miedo a que no regresara. Para entonces, Foreman ya había cometido la torpeza de dejarse ver con un pastor alemán , una raza de perro que los lugareños asociaban al poder que los belgas ejercieron durante años en buena parte del continente.

Ese detalle, sumado al no-favoritismo de Ali, hizo que el público simpatizara con este último. No deja de sorprender la facilidad que tenía «The greatest» para ganarse el favor de los humildes a pesar de que sus principales antagonistas –como fueron Liston, Frazier y el propio Foreman– se criaron en entornos mucho más desfavorables que el suyo. Todos ellos, como apunta David Remnick en «Rey del mundo», nacieron «en el seno de familias muy numerosas, con el padre en paro, cuando no lisa y llanamente desaparecidos».

Guerra psicológica

La noche del combate el público recibió a Ali con un alarido que es historia del boxeo y del deporte añejo: «Ali bomaye» (Ali, mátalo). Muchos de los 60.000 aficionados celebraron cada golpe del calentamiento durante los siete minutos largos que le tuvo esperando Foreman antes de subir al ring.Lo hizo finalmente con su bata roja y una toalla al cuello por la que, de no ser el campeón mundial de los pesos pesados, le hubieran confundido con alguien salido de una sauna.

Durante la pelea, Muhammad Ali se dejó golpear cerca de las cuerdas contra el criterio de sus entrenadores. De hecho, cuentan que sus ayudantes rezaron antes del combate para que no saliese averiado de Kinshasa. Con los 5 millones ya apalabrados, les valía con no dormir en el hospital.

Sin embargo, otra de las muchas versiones de los hechos asegura que el entrenador de Ali, Angelo Dundee , escondía en su bolsa de deportes una llave inglesa con la que él mismo redujo la tensión del ensogado para favorecer así el «nuevo» estilo de su boxeador. Unas cuerdas «blandas», que le permitieran acostarse sobre ellas, le mantendrían unos valiosos milímetros más lejos de los puños de George Foreman, que por entonces era una batidora.

Portada del «Sports illustrated» titulando: «Cómo Ali les engañó a todos»

Durante veinte minutos largos, Foreman se dedicó a sacudir a su rival como a un saco terrero mientras Ali colocaba los mejores golpes y las mejores provocaciones al oído: « ¿Eso es todo lo que sabes hacer? ». El resultado es conocido: víctima de la fatiga y de su propia entrega, Foreman recibió al final del octavo asalto una serie de golpes que lo mandaron a la lona. Aturdido, consiguió levantarse poco después de la cuenta de diez. El árbitro dio por terminado el combate y con él la imbatibilidad de Foreman, quien, joven e invicto como era, puso excusas de mal pagador a su fracaso. Habló de que le dieron un brebaje poco antes de salir a boxear que limitó sus capacidades (él mismo acabaría desmintiendo este extremo), habló de la tensión de las cuerdas e incluso acusó al árbitro de contar hasta diez más rápido de lo habitual. Esto último puede ser. Sin embargo, lejos de ser una encerrona, el combate en Zaire fue la victoria de la astucia sobre la fuerza bruta.

A los días, la revista «Sports Illustrated» tituló en primera página «Cómo Ali los engañó a todos». Con 32 años, el antiguo Cassius Clay era un boxeador distinto del que las autoridades apartaron de la élite por «borrarse» de la Guerra de Vietnam. Sin embargo, ese día no solo engañó a todos con su propuesta –mucho más sumisa de lo que se espera de un aspirante al título–, sino por ser visiblemente mejor ante un hombre que parecía nacido para jubilarle.

Al final, la grandeza consiste en hacer que otros, aun siendo brillantes, acaben pareciendo medianías. Quien mejor lo resumió fue Floyd Patterson , campeón mundial de los pesados más joven hasta la llegada de Mike Tyson : «Llegué a cogerle cariño a Ali. Con el tiempo comprendí que yo no era más que un boxeador y que él, en cambio, era historia».

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