Anna Tarrés (izq) y Bet Fernández celebran el éxito de Londres 2012
Anna Tarrés (izq) y Bet Fernández celebran el éxito de Londres 2012 - EFE
Natación sincronizada

Un declive inexorable tras el adiós de Anna Tarrés

Su salida dejó a la deriva el proyecto, que ha vivido cuatro años de las rentas, dando pequeños pasos hacia atrás

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Desde que Anna Tarrés se hizo con las riendas del equipo nacional allá por 1997, España solo había conocido un camino: el de la mejora constante hacia la cúspide. El ascenso con la catalana como responsable fue notable en su primeros años, en los que España pasó de estar fuera de Mundiales y Juegos Olímpicos a situarse como la única alternativa al dominio de las rusas. Un oro con el que se llegó a soñar y que ahora, cuatro años después de su despido, parece una quimera.

«El objetivo es ir a por el oro de Rusia», afirmaba Fernando Carpena al confirmar que Tarrés no seguiría al frente del equipo. Un propósito que cuatro años después no solo no se ha hecho realidad, si no que se ve más lejos que nunca.

Tras el fracaso del preolímpico, Carpena, el responsable de la marcha de Tarrés, ha señalado que era algo inesperado porque la «línea del equipo era ascendente desde el Mundial de Kazán», aunque la realidad es muy diferente a la que pinta el presidente de la federación. Los números no mienten y los réditos de la sincronizada española desde los Juegos de Londres evidenciaban un paso atrás en la evolución del equipo. La distancia con las rusas ha vuelto a ser insalvable y por el medio, además de las chinas, se han metido varios equipos que han sacado a España de la primera línea.

España, que no se bajaba de un podio desde que se quedó a las puertas de las medallas en los Juegos de 2004, volverá a ver una cita olímpica por la televisión, ya que en Río 2016 no habrá representación del equipo nacional.

Una plata engañosa

Las dos citas mundiales que España ha disputado sin Tarrés como responsable técnica fueron un fracaso. En Barcelona 2013 se enmascaró en forma de medalla de bronce en solo y dúo (con una gran Ona Carbonell) y con una plata por equipos engañosa, ya que en la cita española no participaron las chinas, la distancia con Rusia aumentó y se estrechó la de los equipos como Ucrania o Japón que venían por detrás.

Aunque se veían las orejas del lobo, nada cambió en la federación ni en el organigrama técnico del equipo, con Ana Montero al frente de un grupo en el que poco a poco iban desapareciendo los vestigios de Anna Tarrés. Dos años después de Barcelona, en el Mundial de Kazán, España fue quinta. Un resultado que en la federación se «vio con buenos ojos» por la juventud del equipo, pero que no escondía ya la regresión de este deporte en España.

Una regresión que se ha confirmado en el preolímpico de Río, donde España no solo ha sido incapaz de superar a Ucrania y a Japón, si no que vio cómo Italia también le superaba, algo impensable cuando hace apenas cuatro años el equipo nacional era inalcanzable para cualquier conjunto que no fuera Rusia o China.

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