Alfredo Evangelista ausculta a Muhammad Ali y le agarra un «michelín»
Alfredo Evangelista ausculta a Muhammad Ali y le agarra un «michelín» - Archivo ABC

BoxeoUna hora a solas con Mohamed Alí: el boxeador «español» que le aguantó quince asaltos al mito

Alfredo Evangelista rememora en ABC su combate contra el más grande: «Del primer al sexto round, se dedicó a jugar conmigo». Nació en un barrio pobre de Montevideo, pero fue en Madrid donde aprendió que podía comer tres veces al día

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La muerte de Mohamed Alí pilló a Alfredo Evangelista desprevenido. Este uruguayo robusto, de voz gastada y recuerdos fluidos, pasó a la historia por ser uno de los últimos rivales de «El loco de Louisville». Para él, con Alí se fue mucho más que un compañero de profesión, también voló una parte de sí mismo. Aquel combate a mediados de 1977 le cambió la vida. «Falleció Alí y he estado más ocupado que cuando era campeón de Europa».

Mi padre se marchó cuando yo tenía 13 años para buscarse la vida. Luego descubrimos que estaba en Honduras
Alfredo Evangelista

Los comienzos de Alfredo Evangelista ( Montevideo, 1954) hay que ubicarlos en «Villa Española», lo que Maradona llamaría un «barrio privado».

Privado de muchas cosas y pobre a rabiar. Alfredo era un niño fuerte, con pinta de tener más años de los que indicaba su pasaporte. «Mi infancia en Uruguay fue muy pobre. Mi padre me dejó con unos trece años porque se fue a buscar la vida. En el año 69, todo el mundo emigraba para Estados Unidos y, como no tenía dinero, tuvo que irse de Uruguay a Argentina, de Argentina a Chile y luego a Paraguay. Me estuvo escribiendo durante un año, pero al año y pico dejó de escribir. Luego nos enteramos de que estaba en Honduras cuando aquel terremoto tan terrible. Pensábamos que estaba muerto. Empecé a boxear como con quince años. Empecé yo solito, pero la cosa salió como tenía que salir».

En verdad no empezó tan solo. La primera vez que Alfredo Evangelista se puso los guantes fue por recomendación paterna. Su padre amaba el boxeo pero nunca pudo practicarlo de forma seria. Era cojo de una pierna y quiso cumplir con el hijo los sueños que el físico le negaban.

Alfredo tenía un cuerpo superior al de los chicos de su edad. Era fuerte y además rápido; tenía cualidades: «Yo era un crío y no me di cuenta, pero la verdad es que nací para boxear», recuerda. «Al principio iba y venía pero cuando empecé en serio me di cuenta de que lo que otros aprendían en seis meses yo lo hacía en solo tres. Era un don que tenía».

La vida en Madrid

Tanta precocidad llamó la atención de los entendidos, y surgió la posibilidad de emigrar a España. Kid Tunero, un cubano que vivía en Madrid, lo llamó a filas: «Me dijeron, “Tengo una propuesta para ti: te vas a ir a España boxear”. Y bueno... Lo pensé tres o cuatro días. Lo hablé con mi madre, que no quería y lloraba porque yo era un niño. Pero vine para acá. Y aquí fue cuando empecé a comer todos los días. Aprendí lo que era desayunar, lo que era merendar... Todo eso lo aprendí aquí».

Evangelista, con su equipo habitual
Evangelista, con su equipo habitual

Sorprendido todavía por las lágrimas de su madre, se prometió traerla a España cuanto antes. En su primer año en Madrid se machacó: hizo trece peleas en apenas doce meses. «Vivía justo detrás de Correos, en una pensión que hacía esquina con la Puerta de Alcalá. Todos los días, a las cinco y media o seis de la mañana me daba dos o tres vueltas al Parque del Retiro. Volvía luego a la pensión y de ahí me iba caminando al Palacio de los Deportes, a la calle Fuente del Berro. Era un gimnasio bonito, abría a la tres de la tarde».

Hace 40 años de aquello, pero recuerda las direcciones como si tuviera que volver mañana mismo.

—A usted lo empezaron a querer en España sobre todo cuando venció a Urtain, que era una estrella.

—Yo venía pintando bien, metía las manos abajo, ganaba por KO... Era un peso pesado muy ágil, muy hábil... A raíz de aquello buscaba la pelea con Urtain, aunque la gente me decía: «Con Urtain no, que Urtain te pega y te mata». Yo les dije que no. Y así fue: le gané en cinco rounds por KO, le tiré tres veces... Buf, la gente del Palacio de los Deportes estaba loca conmigo. Y al otro día salió en el As Color una tapa que decía: «Ha nacido una estrella».

Mohamed Alí

Un año después de aquella confirmación mediática, surgió la pelea por la que todo el mundo le pregunta. Cuentan los periódicos que Evangelista firmó el combate contra Mohamed Alí sin el visto bueno de su entrenador. Alfredo viajó a Estados Unidos con su manager, José Luis Martín Berrocal, empresario y ganadero, y cuando regresó le dio explicaciones a Kid Tunero, el hombre que lo había sacado de «Villa española». Aquella manera de actuar provocó que entrenador y púgil rompieran relaciones justo antes de la pelea. En las semanas previas al combate, las declaraciones de uno y otro evidenciaron su falta de entendimiento:

—Hace un mes y pico que Don King me hizo esa misma oferta y yo la rechacé —dijo Kid Tunero, que se sentía ninguneado por Berrocal y su boxeador—. No creía oportuno que Evangelista afrontase un problema tan arduo como vérselas con Alí. Alfredo es muy joven y considero que habría que disputar por lo menos media docena de peleas más.

Mientras, Evangelista defendía su derecho a pelear con el más grande:

—La oportunidad ha llegado antes de lo esperado, pero no lo voy a lamentar —aseguró días antes de la pelea—. Pienso que Alí sigue siendo un superclase, pero ya no es el que era. Quizá la fortuna quiera que yo sea el encargado de poner a fin a su carrera.

Un provocador

En la rueda de prensa anterior al combate, Mohamed Alí mostró su histrionismo habitual: «Hablaba en inglés muy rápido, yo no lo entendía, pero me tradujeron: “Ha dicho que te va a destruir, que vas a volver a España en una caja cerrada”. Fue entonces cuando le dije que era un viejo, por seguirle el rollo y porque era un tipo tan especial...».

La prensa norteamericana acusó a Evangelista de estar «gordito», pero él se hizo respetar:

—Quiero que comprendan que tengo 22 años —dijo mirando a cámara—. Y lo que he venido a hacer aquí en los Estados Unidos es a destronar a Alí. Nada más. Él es un pobrecito viejo. Tiene 36 años... ¡22 años tengo yo!

Mohamed Alí se levantó de la silla y amenazó con agredirle. Los dos amagaron un par de golpes mientras Don King, promotor de la pelea y apoderado de Alí, disfrutaba con el numerito. Aquel teatrillo le ayudaría a vender entradas.

—Es una lástima que termine así —concluyó señalando a Alí—. Que termine con esta decadencia de que Evangelista lo destrone.

Evagelista y Ali
Evagelista y Ali - Archivo ABC

Dentro del ring, la pelea tuvo dos partes. El combate aparece en los recuerdos de Evangelista como una grabación en color sepia. Tiene buena memoria y una voz grave y profunda, como si viniera de otra época: «En ese momento quería ser mejor que él, cosa que era imposible porque yo sacaba una mano para pegarle y él la había adivinado un asalto antes», explica. «Era muy listo, venía de pegarse con medio mundo, pero yo estaba allí. Del primer al sexto round jugó conmigo, empezó a hacerme cosas, pero no me enfadé ni nada. ¿Por qué? Porque se lo había hecho a los mejores boxeadores del mundo como Foreman o Frazier... Y a partir del sexto fue cuando cambió la pelea. Fue diferente. Aparte del físico influyó el hambre y la ilusión que tenía. Había traído a mi familia a España, era un hombre feliz, lo tenía todo a mi alcance... Y a pesar de perder, lo seguí teniendo todo. ¿Tú sabes lo que es aguantar quince asaltos con ese hombre?».

Mohamed Alí le sacó la lengua, bajó los brazos deliberadamente y amagó con dejarse pegar. Fingió estar grogui. En un momento de la pelea se agarró de las cuerdas, dejando su cuerpo al descubierto y una foto para la eternidad. El árbitro le reprendió.

Pendiente de los anuncios

Antes del octavo, justo a mitad del combate, Herbert Muhammad, manager de Alí desde que abrazó el islam, se acercó al rincón y le susurró algo al oído. Lo vio todo el mundo, porque Herbert Muhammad era bastante grande. Y a partir de ese momento, cambió la pelea: Alí quiso atacar, pero después de siete rounds estaba cansado: «Cuando podía, no quiso, y ahora que quiere, no puede», escribió Manuel Alcántara en el diario Marca.

Alí cogió la pasta con la condición de que el combate se prolongara, por lo menos, hasta los ocho o nueve asaltos
Manuel Alcántara

Cuenta Alcántara, hoy columnista de Vocento, que los siete asaltos primeros fueron puro teatro: «Le dijeron que le diera coba, que estaban todas las televisiones del mundo allí, todos los espacios comprados para anuncios, así que no debía tirar a su adversario en el primer asalto porque se comían aquellas ganancias de la publicidad», dijo para el libro La edad de oro del boxeo español (Libros del KO). «Le dieron un sobresueldo además, y él encantado, claro. Eso hay que contarlo. Cogió la pasta con la condición de que el combate se prolongara, por lo menos, hasta los ocho o nueve asaltos que tenían garantizados con anuncios. (...). Él obedecía a los musulmanes negros, que estaban a mí lado, y ahí ellos le dieron la orden de ataque, dando a entender que ya había cumplido el acuerdo, y en el round siguiente apretó y se tuvo que tapar bastante el pobre Evangelista, retroceder y agarrarse, porque le había tocado. Pero cuando Ali se sentó, miró a los jefes musulmanes como diciéndoles: «¡No puedo!». Se le había agotado el combustible. Si llega a ser un combate libre, lo tira en el primero o en el segundo, le quita la cabeza y se acabó la historia».

Alfredo Evangelista hizo sufrir a Ali en la segunda mitad de la pelea
Alfredo Evangelista hizo sufrir a Ali en la segunda mitad de la pelea - Archivo ABC

La pelea terminó con victoria a los puntos para Mohamed Alí. Evangelista se creció al final e hizo sufrir al mito, que le reconoció el mérito después de la pelea:

—Han menospreciado a mi adversario, han dicho que era un paquete... ¡Ustedes son testigos de que he tenido que luchar para defender mi vida! —les gritó.

Maestro en Zaragoza

Por aquel combate Mohamed Alí ingresó 2,7 millones de dólares. Evangelista, que estaba ante su primera pelea en suelo americano, recibió unos 80.000. La suya fue una derrota bañada en oro. Su vida cambió y luego fue varias veces campeón de Europa. «Te viene de todo: invitaciones, gente... Te entra dinero por todas partes».

Hoy Alfredo Evangelista vive con su familia en Zaragoza. Su presente comienza por la mañana temprano. Se levanta, da una vuelta en bicicleta y se presenta en el gimnasio de José Antonio López Bueno, campeón mundial del peso mosca en 1999. «Luego voy a casa, como, veo el telediario, me acuesto y sobre las 17.00 o 17.15 voy otra vez al gimnasio. Me quedo hasta las 20.00-20.30, según la gente que vaya. Entreno con los chicos, les enseño, hago manoplas...».

Alfredo Evangelista tiene hoy una liguilla de boxeo a su nombre y no le pide más a la vida. Como mucho tranquilidad, pues va sobrado de salud y memoria.

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