Toros en Sevilla. Feria de San Miguel

El sombrero de Rafael Peralta

Morante de la Puebla tomó prestado el sombrero de ala ancha que había lanzado su paisano para provocar una estampa digna de ser retratada en blanco y negro

Morante de la Puebla echó mano del sombrero de ala ancha de Rafael Peralta Juan Flores/Rocío Ruz

Jesús Bayort

Estábamos la fotoperiodista Rocío Ruz y yo, como cada tarde, pasando frente a la P uerta del Príncipe más calor que vigilando un puchero. Durante toda la Feria de San Miguel nos hemos encargado de hacer la fotogalería más popular del serial. El objetivo de mi querida Rocío ha trincado a todo el que por allí ha pasado: toreros, ganaderos, empresarios, políticos, artistas, famosos, famosetes, mujeres guapas, gentelmans.. . Y hasta algunos que, sin saber bien quiénes eran, tuvimos que meter porque nos habían dado más vueltas que un daltónico a un cubo mágico.

Vayamos al grano: desde lejos divisé llegando a Rafael Peralta Revuelta , que portaba un curtido sombrero de ala ancha con el que conseguía un aspecto señorial . Aunque me sorprendió verlo con él, no le di mayor importancia. Hora y media después , durante la lidia del sobrero de Virgen María al que magistralmente toreó su paisano Morante , me percaté de que el maestro le daba demasiadas consignas a ‘El Lili’ . Por los gestos, parecía como si le estuviera pidiendo que le colocaran al toro en los terrenos donde más querencias había marcado durante el inicio. Raro. Y de repente, sin notar cómo caía, apareció el sombrero de Rafael Peralt a , sobre la raya de ese tercio. Morante, torero y majestuoso durante toda la corrida, echó mano a mitad de faena de ese curtido sombrero y lo utilizó como adorno en una empacada serie con la diestra.

Todo este rollo que les he contado no deja de ser una simple anécdota , que refleja el interés del genio por preparar y cuidar todos los detalles. Un modo único de engalanar la obra. Aunque algún escéptico se atreverá a catalogarlo como de montaje, yo lo veo desde otro perspectiva: la regresión a la Edad de Oro . La oportunidad para que los retratistas inmortalizaran estampas arcaicas : una forma de vestir que a muchos nos recordó más a Juan que a José ; esa confirmación de que a los miuras también se les puede torear, y muy bien, con la capa (¡ Qué galleo por chicuelinas !); ese modo de salirse del tercio con la muleta; esos remates por bajo...

Morante nos brindó un retorno al blanco y negro . Y nos dio una lección de decoro cuando insistió en que no le dieran la oreja del toro de Virgen María. El público había venido a verle con Miura y el trofeo minusvaloraría su hazaña .

«¿Dónde está el toro de Miura?»

Capítulo aparte merece la faena al segundo toro de la tarde. Que me perdonen el Manuel Escribano que resurgió con ‘ Datilero ’ y el Manuel Escribano que se encumbró con ‘ Cobradiezmos ’, pero yo me tengo que quedar con el Manuel Escribano de ‘Cuajadito’ . Les diré, con total convicción, que es ésta la faena más maciza que el de Gerena ha realizado en la Plaza de Toros de Sevilla , pese a que no pudiera recrearse con la zurda.

Cuajadito ’ tenía frente a él a un maestro plenamente cuajado. Tanto, que no sólo se mostró como el torero poderoso y bullidor que conocíamos, sino que se exhibió, para nuestra sorpresa, con mayor estética y encaje . Estaba entendiendo al milímetro la bravura y emoción del miura, con muletazos largos y limpios , hasta que tuvo que saltar un... ¿me permiten que lo llame tonto? Y metió la pata: « ¿Dónde está el toro de Miura? », gritó. Un comentario más que inoportuno, que le acabó salpicando: momentos después ‘Cuajadito’ se echaba al de Gerena a los lomos , dejando una estampa épica con su rostro cubierto de sangre . Los tendidos de sol se volvieron contra el metepatas de la grada del 12. El desahogado se la tuvo que envainar.

Sus formas le habían quitado la razón. En Sevilla , cuando un torero está delante de un toro, no caben gritos ni comentarios desafortunados . Aunque eso sí, después de ver al cuarto (titular), al quinto y al sexto, que habían visto pasar desde muy lejos al hombre del pienso, el inoportuno se armó de argumentos.

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