Toros en las Colombinas de Huelva

Roca Rey vuelve a levantar el flequillo: todos a tragar saliva

Miguel Ángel Perera indultó a un bravísimo Parladé que fue la guinda de una excepcional corrida de Juan Pedro Domecq

Roca Rey puso a la plaza en pie tras un vibrante inicio de faena en los medios y de rodillas Alberto Díaz

Jesús Bayort

Tres hombres se batieron el cobre en La Merced . Una terna de tres matadores que tocaban por el mismo palo. Una batalla a cara de perro frente a una corrida tan excelsa como por momentos exigente de Juan Pedro Domecq . Un indulto, para algunos poco riguroso, que se pidió casi unánimente por la plaza . En definitiva, un cierre a la altura de estas Colombinas .

Y Roca volvió a ser el Rey . Su primero salió tan complicado para sentirse a la verónica como ideal para desempolvar su mejor versión . Con las querencias muy marcadas, la velocidad de un galgo y la sensación de que allí había un claro peligro. En el popurrí capotero que aunó chicuelinas con tafalleras nos estremeció a unos cuantos. El desasosiego en los tendidos iba a ser la tónica general de la faena. Hasta en el tercio de banderillas, cuando un pundonoroso Juan José Domínguez se jugó el tipo cuarteando al sesgo en la mismísima puerta de chiqueros . Mucho tiempo estuvo Roca de rodillas en los medios. Él, tan natural; nosotros, tragando saliva . Aquello se iba a arrancar como un reactor . Todos lo intuíamos. Y así ocurrió. Pero ante él había un tío al que le arrastran . Le pegó tantos derechazos como hicieron falta para quitarle ese genio. Cada cual más templado. Y se levantó siendo él . Con esos arrogantes flequillazos que encandilan al tendido y encogen a los animales. Aquello fluyó mientras la gasolina duró . Que fueron dos tandas muy potentes. Después, esos dos astifinos pitones como navajas navegaron por la plata peruana. ¡ Y cómo lo mató, señores ! En un palmo de terreno, sin opción de salir najado. La muleta a la pezuña, un segundo para que humillara y la estocada hasta la gamuza . Recordando a su maestro José Antonio , al que se le vio por el tendido. Un gesto que dice mucho, y bien, del mentor.

¿ Podríamos vivir algo más emocionante que aquello ? Pues sí, porque aún estaba la guinda en el cuarto chiquero. Un Perera espoleado saltó a recibir al chatito y recortadito ‘Vitoreado’ , después de haber visto como los ‘niños’ se apretaban los dientes . En el modo de colocar la cara se intuía algo especial , aunque por momentos parecía perder el ritmo y sacar temperamento. A Curro Javier le hizo apretarse en banderillas . Y todo explosionó en la muleta . ‘Vitoreado’, negro mulato, número 28, con el hierro de Parladé, ocultaba que era una máquina de embestir . Las primeras series fueron vibrantes: potencia en la embestida, clase y profundidad . Perera lo apretó tanto que el ‘juampedro’ empezó a perder el celo, que no la clase. La faena fue encimista y dominadora . Imponiéndose el torero y perdiendo el toro por momentos el protagonismo que merecía . Ni se le pudo ver en el caballo ni en la larga distancia, pero cuando el matador le daba tiempo, recuperaba el talento en la embestida . La plaza fue un clamor pidiendo el indulto. Tanto que sugestionaron al propio Perera , que buscó más el objetivo a través de verbalizar con el usía que de disfrutar una ocasión tan especial. Lo más artístico sucedió en un final de remates a una y dos manos por bajo con mucho juego de cintura. Y asomó el pañuelo naranja. Le fueron a entregar dos orejas simbólicas que el diestro rechazó .

Miguel Ángel Perera, tras el indulto Alberto Díaz

Cogido con alfileres, y aclamado entre fandangos, saltó el primer ‘juampedro’. Si a Perera le hubiera dado la opción, ni lo hubiese picado . Pero le sirvió para gustarse a la verónica. Una docena de templadísimas lapas con los brazos recogidos le endosó hasta los medios , abrochadas con una media en dos tiempos . En banderillas lo asó Javier Ambel . Con la muleta casi tuvo que empezar en el mismo burladero en el que se lo estaban aguantado. Las querencias se imponían cada vez más. Una serie le duró al extremeño , que mostró una versión más artística de lo habitual. A raíz de aquello el animal se aburrió y empezó a protestar y defenderse . El que no se aburrió fue Perera en una labor en la que se mostró cómodo y centrado .

El jabonero que hizo tercero embistió tan de dulce como su expresión . ¡ Qué toro más bien hecho ! Había ganas de ver a David de Miranda , al que injustamente han (casi) apartado del lugar que se ha ganado. Lo recibió tan despacio que parecía un fandango de la tierra . La plaza empujaba y David no se arrugaba. Brindaba en el centro del platillo mientras escuchaba las palmas por Huelva . De allí no se movió: le cambió mil y una veces el viaje en el inicio. Las puntas pasaron a milímetros . El de Trigueros necesitaba un toro como el de Roca, porque éste era todo lo contrario: rebosaba clase, carecía de transmisión y movilidad. No le pudo hacer más: se topó literalmente con el hocico . Más reunido estuvo con el sexto, al que toreó tremendamente despacio por ambas manos , demostrando así que no sólo sabe arrimarse.

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