Toros en El Puerto de Santa María

Una reposición de Currito de la Cruz: la irrefutable sevillanía de Pablo Aguado

Pablo Aguado cuajó su actuación más brillante de esta temporada en el cierre del serial de El Puerto de Santa María, donde también triunfó José María Manzanares

Con las zapatillas asentadas, la mano natural y la figura desmayada: así toreó Pablo Aguado Paco Martín

Jesús Bayort

El ambiente fúnebre reposaba sobre los tendidos de la Plaza Real . El luto por el fiasco de la jornada anterior aún seguía vigente. Una plaza a reventar, casi sin ánimo de ver torear . O eso parecía. Hasta que Manzanares reanimó a la afición postrándose a portagayola y Pablo Aguado la enloqueció reinterpretando a Currito de la Cruz . Giro dramático de los acontecimientos: de recibirlos en el más absoluto mutismo a despedirlos entre palmas por bulerías .

Y esas palmas tenían un destinatario principal: ‘Pablito de la Cruz ’. Tan sevillano como imperfecto. De su talla torera brotaban instantes de aquella versión que perpetuó Pepín Martín Vázquez . Garboso en el trasteo, pinturero en los remates . Con una falta que reseñar: el inicio enajenado, replicando a Manzanares con otra portagayola. Su batalla no es esa, sino aquella con la que continuó la obra. Torear como sueñan los viejos . Como el que se toma un café vestido de torero. No imaginen una faena extensa ni rebosante de trapazos, sino de retazos que continúan el sendero de la reunión definitiva . Esa que aún está por llegar. Lo de la espada, mejor ni contarlo.

Fue éste un toro medio, salvado por la clase del torero . Hubo compás con la zurda. Y muy pocos pases de pecho: trincherillas, trincherazos y ayudados a dos manos, de pie y con una rodilla en tierra . Era ésta la reposición de Currito de la Cruz . Y después, añadió un homenaje a Manolo Vázquez : una serie de frente y a pies juntos. Fueron tres. Uno soberbio. Y el cierre para paladares exquisitos. Le habían caído veinte años encima a Aguado. Veinte años de poso y torería .

Y para redondear la tarde se entretuvo en cuajar al sexto . Una faena más emocionante y compacta . Para todos los públicos. Y con una vuelta de tuerca a su toreo a la verónica : un capote con más apresto que volaba de frente, embarcando y meciendo como nunca. Lo habían recibido con palmas por bulerías , que sonaron hasta en tres ocasiones durante la faena. Tuvo la gallardía de continuar por chicuelinas tras la monumental paliza que le propinó ‘Vidriero’ , que lo tuvo a merced sobre el albero. Se escapó ileso. Y lo abrochó con una majestuosa media verónica que puso a la plaza en pie y a la banda a sonar. Empezó el animal a fluir con buen embroque, aunque con mediocre final. Y en ese momento cambió su concepto: muleta muy adelantada, sin opción de aburrirse en la salida. La plaza se caía . Tanto que le dieron las dos orejas tras dejarle sólo un cuarto de espada . ¡Y el que quiera más, que venga mañana!

José María Manzanares estaba arropado en el callejón por sus queridos Juan José Padilla y Pepín Liria . Y como homenaje a ellos, hasta en dos ocasiones se puso de hinojos frente al portón de los sustos. Media hora antes de aquella primera labor, había sido convocada una ‘multitudinaria’ manifestación antitaurina : quince subvencionados en total. Intramuros, 5.500 aficionados . Y porque no permitían más. Pues se encargaron de fastidiar la fiesta: hubo que escuchar sus ladridos durante la faena de ese primer toro . Incomprensible que la autoridad les permitiese esa afrenta. ‘ Rañoso ’ embistió supremo en los inicios, rebosando dulzura y ritmo. Ritmo sostenido con el que Manzanares lo lanceó en la boca del riego. Y Daniel Duarte lo paladeó en una lidia a cámara lenta. Con la muleta había que torearlo muy despacio, tal y como él embestía. Y Manzanares se entendió más con la zurda , dejando uno de alta factura.

La segunda labor quedó condicionado por el funesto Concierto de Aranjuez , que mermó una faena que se preveía de alto voltaje, pese a la falta de humillación. Y con el quinto llegó la eclosión : muy metido en las verónicas, con el compás abierto y las manos por la cintura. José Chacón lo cuajó , echándole los vuelos y encajándose en el encuentro. Manzanares le avisó: « No me cierres el toro que voy yo ». Todavía tenían la montera en la mano Duarte y Blázquez cuando se puso a enjaretarle fiesta. Movimiento y transmisión tenía ‘ Latoso ’. La misma emoción que las series con la diestra del alicantino, que lo toreaba largo y recto en los inicios, y lo redondeaba durante los finales. Sólo había que darle un poco de sitio y tiempo para que el bravísimo ‘juampedro’ se arrancara como si todo comenzara. La estocada sonó a puñetazo. Con el hierro dentro no se sostuvo en pie: tremendo.

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