Insoportable

Mal día para las guasas y las segundas y terceras intenciones. Al toro, en corto y por derecho

Manzanares durante la corrida de toros de este viernes en Sevilla J.M.SERRANO

Alfredo Casas

Por respeto a los aficionados que, tras rascarse el bolsillo en las taquillas del paseo Colón, lograron colgar el cartel de «No hay billetes», evitaré caer en la ironía, la sorna o el sarcasmo. Mal día para las guasas y las segundas y terceras intenciones. Al toro, en corto y por derecho.

Insoportable corrida de Juan Pedro Domecq . Añadan cuantos sinónimos quieran. Hasta el límite de provocar una desbandada de los tendidos maestrantes antes de que, pasadas las nueve de la noche, saltara al ruedo el segundo sobrero del festejo. ¡Qué educado es el público taurino! Se marcharon como vinieron, sin hacer ruido. Y motivos tuvieron para armar una escandalera. Para ser concretos, ocho fueron las razones, los toros.

Rompió plaza un «dije» de desrazada condición y sin el más mínimo celo; carente de codicia y empuje, «Dibujante» fue toro parado e insulso a más no poder. Completó el lote de Enrique Ponce un astado que no paró de echar miradas al callejón desde su salida por toriles. Desentendido y aletargado, el manso «Ojeroso» sobresalió por su descastado juego y constantes frenazos. Pese a los continuos esfuerzos del maestro de Chiva, duró lo que un caramelo en la puerta de un colegio.

El segundo en el orden de lidia, un morlaco algo más alto de cruz que sus hermanos de encierro, fue brillantemente picado por Paco María. Aunque « Manzanilla » amagó con irse de la suerte durante el tercio de banderillas, aguantó la cara a Manzanares toda la faena de muleta. Fue toro de carretón, que no lanzó ni una cornada al aire y consintió que lo acompañaran a su altura. Lástima que su juego me causara el mismo efecto que media docena de orfidales. De inválida condición, « Escopetero » fue lidiado en quinto lugar. Pese a su hermosa lámina, vagó por el ruedo cual alma en pena por el purgatorio.

Dispuso Ginés Marín de un primer ejemplar de guapas y parladeñas hechuras que, con sus contantes paradas y amagos, quiso medir el aplomo del torero extremeño. Aguantó sin pestañear el joven diestro, antes de que «Proeza» se agarrara axfisiado al piso. Devueltos por inválidos el sexto y sexto bis, saltó al albero un segundo sobrero largo de manos y montado, que se movió a regañadientes y apoyó sobre las manos sus rebrincados y desclasados viajes. A lo dicho, se mire por donde se mire, insoportable.

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