Feria de San Miguel

Ilusionante alternativa de Ángel Jiménez

Corta el único trofeo en una muy deslucida corrida de Daniel Ruiz. Concluye una Feria que recordaremos por la muy sentimental última tarde de El Cid, en este coso del Baratillo

Ángel Jiménez toma la alternativa Raúl Doblado

Andrés Amorós

En el día de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael , toma la alternativa Ángel Jiménez, un joven astigitano, de Écija, como los matadores Jaime Ostos, Bartolomé Jiménez Torres, Pepe Luis Vargas, Miguel Ángel Delgado … (Allí nacieron también los Campuzano, pero, de chicos, su familia se fue a Gerena). Ecija es «la ciudad del sol», la de las siete torres, «la sartén de Andalucía». Ilustre ecijano es Luis Vélez de Guevara , el singular autor de «El diablo cojuelo», que celebra así a su ciudad: «La más fértil población de Andalucía». Desde ahora, tiene un nuevo matador de toros, que ha ilusionado al público sevillano, por su entrega y sus buenas maneras. El resto del festejo de esta tarde, para olvidar, con toros deslucidos y faenas sin brillo; además, El Juli bordea un percance serio, al entrar a matar.

Aunque no se llena, reluce al sol la Plaza de los Toros, esta tarde del santo, cantado por García Lorca : «San Miguel, lleno de encajes / en la alcoba de su torre, / Arcángel domesticado / en el gesto de las doce» (espada en mano, como un torero).

Los toros de Daniel Ruiz —predilectos de El Juli— dan muy mal juego: pegan cabezazos, se paran, sacan genio; no se prestan en absoluto al lucimiento. A mi lado, resucitan el viejo grito, dedicado al empresario (entonces, era Canorea), expresión de la guasa sevillana: «¿Los has comprado en los chinos?»

El joven toricantano (así decían los revisteros) ha toreado esta temporada solamente cuatro novilladas: así está la Fiesta… Tiene 26 años. Toma la alternativa con «Tirachinas II», castaño, de 515 kilos. Torea muy compuesto, con capote y muleta, aunque el toro puntea los engaños. La faena va a más, culmina con muletazos por bajo de gran naturalidad, muy del gusto de esta Plaza, que levantan un clamor. Pierde el trofeo al matar a la segunda y caído: vuelta al ruedo. Acude a porta gayola en el último, se salva «tirándose a la piscina» y enlaza garbosas verónicas, que hacen sonar la música. El toro arrea, en banderillas. Brinda al público, que está con él. Después de doblarse con el toro, Ángel liga derechazos clásicos, sin dejarle irse: después de una tarde tan vacía, saben a gloria. Por la izquierda, el toro va peor. Vuelve a la diestra y sube otra vez la emoción. No se ha redondeado el triunfo pero sus buenas maneras han sido muy valoradas por este sabio público. Esa vez sí se entrega, en la estocada: aunque el toro tarda en caer y suena un aviso, corta una justa oreja. Se merece que le den corridas.

Culmina Morante una temporada muy irregular : algunos triunfos resonantes pero bastantes tardes en blanco. Torea muy bien pero parece haberse resignado a eso, si el toro no ayuda…

Sale suelto e incierto el segundo, Morante no lo ve claro, con el capote: el público se mosquea. En la muleta, el toro resulta manejable. En medio de bastantes probaturas, dibuja Morante tres trincherillas de cartel y dos derechazos lentísimos; lo demás, queda a medias y el público se divide. (Lo definió don Hilarión, en «La verbena de la paloma»: «Se administra en pildoritas…»). Mata mal, yéndose de la suerte, y todos quedamos a la espera del siguiente toro. El cuarto mansea de salida, pega arreones y cabezazos. Morante deja que lo lidie Carretero, sin lograr ningún lance lucido: la decepción se masca, el picador franquea las rayas, el toro huye, la lidia es un desastre. (Decían los clásicos: «Vientos de fronda sonaron / cerca del Guadalquivir»). El toro es un marmolillo descastado, con genio, no tiene un pase. Morante no disimula: sale con la espada de verdad, se dobla seis veces y entra a matar muy malamente: acierta con el descabello y escucha esos pitos con los que los sevillanos fingen enfadarse con los diestros que aman. El 12 de octubre volverán a verlo…

La regularidad, en cambio, es el sello de El Juli , siempre dominador y ambicioso, aunque la espada sigue siendo su cruz. El tercero flaquea, queda corto y pega cabezazos, con genio. Julián lidia, lo intenta pero sin fruto: mata mal, con salto y yéndose. (He recordado los versos que dedica a San Miguel otro grandísimo poeta granadino, Antonio Carvajal: «Tu espada de dos filos, amor, tiene una mella. / Por más que coma en llanto, por más que coma en beso, /el esqueleto intacto no padece tu huella». Esto es muy hermoso… en la poesía; en la corrida, el toro sí debe padecer la huella de la espada, en la suerte suprema). Recibe con oficio al quinto, flojo, que se derrumba en el intento de quite de Ángel Jiménez; en la muleta, el toro se queda muy corto, pega cabezazos. Ni el gran oficio de Julián logra impedir que enganche el engaño. No hay nada que hacer; cuando desiste, el bondadosos público le ovaciona… Vuelve a matar muy mal, con un salto exagerado. En el segundo intento, no encuentra toro, es enganchado y sufre un fuerte revolcón, con una herida leve en la frente.

Un nuevo «niño de Écija», Ángel Jiménez , se une ahora a los famosos «siete». No es un bandolero sino un matador de toros: le deseo la mejor suerte. Los aficionados sevillanos todavía podrán disfrutar, el Día de la Hispanidad, con un atractivo Festival, coordinado por Joaquín Moeckel. Desde el Pilar de Zaragoza, lo echaremos de menos.

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