Novillada en la Maestranza de Sevilla

La crisis esquilma la cabaña brava: novillos traídos de la posguerra

Los famélicos utreros de Buenavista tuvieron embestidas defensivas por su falta de fuerzas

El utrerano Curro Durán cortó una oreja y el vallisoletano Mario Navas dejó su impronta

El novillero vallisoletano Mario Navas dio una vuelta al ruedo Juan Flores
Jesús Bayort

Jesús Bayort

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La insoportable subida del precio de los alimentos no parece tocar techo y ya comienza a esquilmar la cabaña brava española. Qué duros momentos atraviesan nuestros ganaderos, estoicos frente a los estragos de la pandemia. Decía Ortega y Gasset que para conocer cómo está el país hay que asomarse a una plaza de toros. Y no le faltaba razón: el ganado ya muestra la decadencia económica , recordando en presentación a la posguerra ( famélicos y desnutridos ). Como los novillos que embarcó Clotilde Calvo , los mejores que tendría para una plaza como Sevilla, que habían vislumbrado desde el forraje –con distancia y «buenavista»– al piensero atravesar cercados.

El utrerano Curro Durán , hijo del matador de mismo nombre, se dobló con solera con el primer novillo de la tarde. Tuvo gusto ese inicio por bajo, al que continuó una vibrante tanda con la mano diestra bajo la manida directriz: «Puesta y que no pare». El desnutrido animal se movió, con más defensa que entrega. Volvió a correr la mano con acierto ante el cuarto, más cuajado que sus hermanos, que vaciaba las embestidas con el pitón contrario. La encajada tanda al natural, sobrepasado el ecuador de la noche, logró que Tejera por fin se animara a tocar . La experiencia que dan los años se evidenció en sus entradas y salidas de la cara del toro, dándole el tiempo necesario para que se oxigenara. Sobró la última tanda, provocada por la tardanza de la música. Cortó una oreja tras una buena estocada.

El gran desconocido del cartel —al menos para el público sevillano— era Mario Navas . Vallisoletano, que llegaba bajo la tutela de la familia Chopera. Finalmente resultó ser la gran sorpresa de la noche, por la pasión con la que interpreta el toreo y por su compás con la franela. Cerró su primera faena con tres soberbios naturales de frente y a pies juntos impregnando el oro de sus taleguillas en el pellejo del novillo. La media estocada fue absorbiéndose hasta llegar a casi entera (con aceite y jamón). Entre la sonora pitada le gritaron el clásico «¡fuera, fuera!» a José Luque Teruel por negar la oreja . Sólo pudo demostrar interés ante el nulo sexto.

Había interés en comprobar todo lo bueno que anunciaba el añorado Emilio Moreno (hijo) sobre el novillero Marcos Linares , al que había conseguido anunciar en la temporada taurina de Sevilla antes de su triste fallecimiento. Sorprendentemente, el padre ( Emilio Moreno Fernández ) no estaba en el callejón de la Maestranza: el torero decidió romper el apoderamiento sin esperar al debut en Sevilla. A Linares hay que reconocerle su buen oficio , inusual en un novillero que debutó con picadores hace escasos tres meses. Le tapó defectos a sus oponentes y se mostró más acertado con los aceros que en Morón.

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