Toros

Andrés Romero reclama el sitio que merece en el toreo

El rejoneador onubense cortó tres orejas y salió a hombros en el cierre de las Colombinas

Andrés Romero reclama el sitio que merece en el toreo Alberto Diaz

Jesús Bayort

La máxima, y única, figura del rejoneo enfrentada a su discípulo, que es capaz y está condicionado para disputarle el trono. Estos antecedentes precedían al único mano a mano ecuestre que podría obrarse con legitimidad, teniendo en cuenta la negativa de Pablo Hermoso de Mendoza a enfrentarse con Diego Ventura, en la feria de las Colombinas. Decisiones sorprendentes del toreo, como el caso de Andrés Romero: un rejoneador que debería estar en todas y cada de las ferias taurinas de importancia.

Fue llegado el ecuador del festejo cuando comenzaron los momentos de mayor brillantez de la tarde. Un caballo, cuyo nombre no rinde justicia con su valía — «Bronce» — destapó el tarro de las esencias. Una auténtica exhibición de doma y torería del equino y su jinete. Ventura supo darle los tiempos que el de Benítez Cubero exigía. El tercio de banderillas fue en aumento y con «Fino» hubo algo más que ajuste en dos temerarios quiebros. Por aquel entonces, La Merced era un clamor. Ventura es un superdotado de la tauromaquia y supo darle los terrenos necesarios para que la querencia del toro hiciese el resto. Con «Dólar» , y su atrevido par a dos manos sin bocado, llegó la guinda. Aunque toda ensoñación de triunfo quedó en eso por culpa de los aceros. Dos orejas que fueron canjeadas por una sentida ovación en el tercio.

Las ganas de Andrés Romero necesitaban una mínima colaboración, que no aparecieron hasta el cuarto toro. Como si «Bronce» y Ventura hubiesen sacado agua de aquel pozo sin fondo que pareció secar los inicios del festejo. Las sendas palmas por bulería que recibieron al onubense en sus dos primeras faenas bien podrían haber acompañado la actuación de «Jerjes» , un lusitano que brilló en el tercio de banderillas tanto como su dueño. La plaza en pie reconocía la labor de un torero que, por méritos propios, debería ser base de las ferias taurinas. Ya tenía asegurado los máximos trofeos cuando se echó en la montura de «Chamán» , con el que, además de bordarlo en las banderillas cortas, dejó un extraordinario rejón de muerte que tumbó patas arribas al de Cubero. Los primeros trofeos de la tarde llegaron por partida doble para el marcador del torero de Escacena.

El que conozca un poco a Ventura se podía imaginar que difícilmente no iba a hacer lo posible e imposible por no quedarse atrás del torero local. Con el único cartucho que aguardaba demostró la clase que realmente atesora como persona: invitó al sobresaliente, Ferrer Martín, a compartir el tercio de banderillas. Un acto de generosidad cuando más falta le hacía ser egoísta. Le salió bien la jugada. El malagueño le acompañó en un vibrante tercio, donde destacó «Hebreu». Cuando el invitado se marchaba, una voz del maestro lo detuvo: «quillo, ¿dónde vas?». Lo mantuvo en la plaza hasta que hizo uso de «Lío» para terminar de alborotar los tendidos onubenses. Medio rejón y la agilidad de piernas del puntillero hicieron el resto. Una marea blanca a modo de petición obtuvo éxito: dos orejas. Que no le sirvieron para salir a hombros por la necesidad de cortar tres en tardes de mano a mano.

Rubricó su conjunto Romero con un nuevo despliegue artístico desde el recibo en los medios. No iba a ser menos que su maestro y mentor, y también invitó a Ferrer Martín al ruedo . El caballo estrella de su cuadra, como viene siendo habitual, brilló. «Guajiro» no es de este mundo. Un caballo capaz de arrancar ovaciones cuando aún no se ha cuadrado con el toro. Ni el pinchazo previo frenó que el público demandara una tercera oreja que diese la salida a hombros a su torero. La misma ovación por bulerías que lo recibió, lo acompañó en el cortejo triunfal de salida.

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