Las Ventas: una novillada «low cost» en la primera plaza

Ángel Jiménez saluda una ovación con el animal más destacado de la deslucida nocturna

Ángel Jiménez, a portagayola Paloma Aguilar

Rosario Pérez

Las rebajas de julio llegaron anoche a Las Ventas con una novillada para olvidar. Pero no para caer en el olvido: la cuestión hay que contarla y analizarla. Y no porque el juego de Couto de Fornilhos y Santa Teresa fuera deslucidísimo en líneas generales, sino porque la presentación fea y en escalera , con algunos animales bastos y con aires mostrencos, fue indigna de Madrid. Vale que nadie sabe de los comportamientos del bravo, pero ¿de verdad algún veedor, algún veterinario, algunos ojos, pensaron que esas hechuras invitaban a embestir ?

Qué pena... Había gran ambiente en los tendidos, 8.101 espectadores según las cifras de la empresa, que se quedarían con el sabor de las hamburguesas o pinchitos que se ofrecen en la exitosa campaña «Cénate Las Ventas» , pero la afición ni olió la bravura y acabó enfadada con toda la razón. Lo que un toro lleve dentro es un misterio, pero lo primero para serlo es parecerlo... Presencia es lo mínimo que se exige en Madrid. Y no hablamos de trapío ni por encima ni de por abajo, sino de que parecían hechos para no embestir...

Qué pena... Se anunciaba una de las ternas más ilusionantes, que se estrellaron con tal materia. Ángel Jiménez cosechó la única ovación con el novillo más destacado en una esforzada faena, con series que transmitían ante un «Mercenario» que humillaba cuando se le daba el toque puerta, dejándosela puesta. Tanto se alargó que oyó un aviso antes de perfilarse para matar. Luego se marchó a la puerta de chiqueros a recibir al amplio cuarto, con el que nada pudo hacer en la muleta.

García Navarrete quiso torear despacio a la verónica con el basto segundo, nada guapo y con brusquedad. Se desmonteró la cuadrilla y brindó el torero, que comenzó con doblones. Se quedaba corto el novillo y para colmo molestaba Eolo (hacía fresquito y la gente se acordó de la rebeca) , lo que impedía el buen manejo de las telas. En una de esas se quedó al descubierto y se le venció. Siguió con voluntad e intercaló ambos pitones, pero sin fruto, ante el soso y mansote animal. Pinchó más que algún veedor de toros a la hora de elegir ejemplares. «No dejes los libros», le espetó un espectador. Y la cosa es que los libros es lo único que nunca deberíamos dejar … Ayer nos hubiese venido fenomenal alguna lectura de verano para el viaje de una novillada «low cost».

Una capea en Madrid

La lidia del castaño y altote y manso quinto se convirtió en una capea, lo cual nunca viene mal ahora que se acercan fechas de festejos populares en numerosos pueblos. Y benditos sean. La suerte de varas se «celebró» a metro y media de las rayas… Todo muy ortodoxo, señores. Sin orden ni concierto la lidia con el manso, en ese homenaje a las capeas de nuestra España . «Qué asco de ganadería», se oyó. A modo de tigre iba y venía a la muleta en el inicio, a pechugazos. Muy rebrincado, hizo el esfuerzo García Navarrete . La cara por las nubes siempre , con peligro en medio de tanto cabezazo informal. Toda la faena se desarrolló entre las rayas, entre el 8 y el 9. Otra vez se pasó de metraje y un sector se impacientó. Las ganas no se las niega nadie.

Juanito , al que se le ha vislumbrado un esperanzador concepto en otras plazas, brindó al público el tercero, que no podía con su alma: o se defendía o perdía las manos. Enterró un espadazo a toro parado. El sexto era, ¡ay lo que era! «¿Dónde están los veterinarios?», se dijo. Con las manos muy abiertas desde la salida, se evidenciaron sus justas fuerzas enseguida. Para colmo, se pegó una vuelta de campana a la salida del primer encuentro en varas (sic). Y otro volatín en el capote del portugués. Ni para un análisis el segundo encuentro: más se hundió la astilla que se le clavó el otro día a un pariente en el campo. «¡Fuera del palco»!, gritaban. El ambiente se crispó más cuando el novillo se arrodilló en el inicio de faena, y eso que era el animal con más clase... Tenía nobleza y calidad : quería, pero no podía ni con la penca del rabo . Y Juanito se quedó sin decir nada en Madrid, donde los que más hablan son esos acomodadores de una «rigurosa» puerta (cuando les parece), y que luego convierten su bocana en un bareto de tertulias sobre cuñados y ligue. No todos, claro. Hay profesionales excepcionales.

Así las cosas, los gritos de mosqueo de un sector estallaron: unos contra el palco, otros contra la empresa, otros contra la ganadería, dos funcionarios miraban el reloj para que aquello acabara pronto y el más guasón del tendido pedía un bocadillo en compensación. El único que salió contento de la plaza fue Óscar, un californiano que veía por primera vez un festejo en vivo. «¿No ha sido una gran peleada de toros, verdad?» , preguntó. Aun así, los simpáticos Óscar y su mujer, Katy, quieren volver a una corrida. Otra temporada será. Hoy partían a Roma, pero volaban en primera, no en «low cost».

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