San Sebastián: al final, trofeo a Castella y Ginés Marín

Salvan una tarde gris, con pobre juego de los toros de Santiago Domecq

Ginés Marín, en un pase de pecho Efe

Andrés Amorós

Una noticia ha aumentado el interés del cartel. En la cercana Dax, Ginés Marín ha indultado este domingo el toro «Lebrero», de la ganadería de Santiago Domecq : la misma que, este lunes, se lidia en Illumbe. Por desgracia, los de esta tarde dan muy pobre juego, salvo los dos últimos, manejables, que permiten a Sebastián Castella y Ginés Marín cortar un trofeo, pero esperábamos mucho más de estos toros.

Antonio Ferrera ha evolucionado mucho y bien, ha logrado imponer la personalidad de su toreo clásico y lidiador: es, ahora mismo, un «verso suelto», dentro del escalafón. El primero protesta en el caballo, no se entrega. Ferrera, que no toreaba en esta Plaza desde hace ocho años, le arranca naturales con buena técnica y mata desprendido. Ha merecido más aplausos. Para regocijo del público, el cuarto canta su mansedumbre volviendo a chiqueros; luego, es incierto, desmonta al picador, huye continuamente a tablas. Ni siquiera el gran oficio de Ferrera logra que permita el mínimo lucimiento; se lo quita de encima con habilidad.

Sebastián Castella atrae a sus seguidores franceses. El segundo, codicioso, flaquea continuamente, después de un volatín y de haberse hecho daño, en una caída. Castella abrevia, mata mal y el público, lógicamente, se enfada. El quinto flaquea pero es el único que embiste con clase: le permite ligar muletazos lucidos, vistosos, hasta que se raja. Mata trasero: oreja.

Desde el comienzo de su carrera he defendido que Ginés Marín tiene cualidades de figura. El año pasado, abrió la Puerta Grande, en San Isidro. Esta temporada, no le están yendo tan bien las cosas. Yo sigo creyendo en él. Su éxito de Dax le debe de haber dado la moral que necesitaba. Recibe con buenas verónicas al tercero, que sale con pies, tiene la fuerza justa, protesta en banderillas (saluda Fini). Lo sujeta con torería, rodilla en tierra. Aunque el toro es incierto, desigual, Ginés muestra su facilidad y gusto, en los naturales. Ha estado por encima del toro pero falla, con la espada. En el sexto, saludan, en banderillas, Punta e Izquierdo. El toro se mueve pero protesta. Ginés traza muletazos con soltura y estética, variedad y recursos; impresiona con las bernadinas. Esta vez, logra una buena estocada: oreja.

Una anécdota: coinciden en el color del vestido Castella y Ginés Marín. Antes, los mozos de espadas se consultaban, para evitarlo. Debe seguir haciéndose.

Postdata. El poeta guipuzcoano Gabriel Celaya no era nada de derechas pero sí, muy aficionado a los toros. De hecho, su nombre auténtico era Rafael: se lo puso su padre, en homenaje a Rafael el Gallo. Escribió poemas sobre el toreo, como símbolo de la vida: «Me planto en medio./ ¡Que venga lo que venga/ por lo derecho!…/ Soy un ibero/ y, si embiste la muerte,/ yo la toreo». A Gabriel Celaya le hubiera gustado volver a ver toros en Illumbe.

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