Rafael el Gallo: «Yo vi un toro mogón matar a cinco caballos seguidos»

El torero aseguraba que «un genio lo es en cualquier época que nazca»

Rafael el Gallo, con Ortega y Gasset ABC

ABC.ES

El debate sobre el tamaño y el trapío (que no es lo mismo) de los toros siempre ha estado encima de la mesa. Y el tema de los pitones y el afeitado. Así se pronunciaba Rafael el Gallo en 1959: «Eso del afeitado es según la costumbre de los toreros. Ahora, que quieren implantar nuevas normas, los toreros tienen que perder la costumbre de torear toros afeitados. Pero son igual de peligrosos o acaso más . ¿Qué me dice usted de esos cuatro dedos que llevaba en su arreglo el toro "Islero", que, sin embargo, mató a Manolete ? Es un error creer que los toros tienen más fuerza cuanto más afilados tengan los cuernos. Por ejemplo, ¿de qué le sirve a usted una navaja muy larga si no tiene fuerza para clavarla en pelea? En cambio, una navaja la mitad de esa que usted tiene en su mano, manejada por un hombre que sabe impulsarla, llega hasta el corazón. Es cuestión de fuerza. Y los aficionados muchas veces se equivocan al creer que los toros más grandes son los de mayor fuerza ».

Es una reflexión de Rafael el Gallo en una entrevista en el diario «Pueblo». Preguntaba el periodista: «Entonces, ¿por qué muchos toreros piden afeitados?» A lo que el torero respondía: «Porque son costumbres que se cogen, créalo. Piensan que yendo arreglado el toro tiene menos peligro . Aunque ellos mismos saben que, en el fondo, es igual. Pero llevan a la plaza la ilusión de que estén arreglados. Yo vi un toro moj(g)ón, con menos puntas en los cuernos que mis puños, matar a cinco caballos seguidos...»

Y seguía: «En mi época también se han arreglado los toros. Claro que era diferente. Se les hacían las cabezas más bonitas . Otra cosa es afeitar. De todas maneras, ni con arreglos ni sin arreglos se perjudica a la Fiesta. Porque los toreros que nacen artistas lo mismo torearían antes que ahora. O se es artista o no se es . Lo demás sobra. El genio lo es igualmente en cualquier época que nazca. Es cuestión de nacer con esa gracia».

El Gallo finalizaba su reflexión con varias preguntas: «¿No cantaría bien hoy Gayarre? ¿Sería malo el pincel de Velázquez aplicado a nuestra época? ¿Ramón y Cajal dejaría de investigar si viviese ahora?»

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