José María Manzanares hace el paseíllo en la Corrida de Beneficencia
José María Manzanares hace el paseíllo en la Corrida de Beneficencia - ABC

Manzanares: «Creo que mi padre estaría orgulloso de mi faena en Madrid»

Protagonista de una tarde histórica en San Isidro, analiza su obra de arte en la Corrida de Beneficencia

MADRID Actualizado: Guardar
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Con una sola faena, ha puesto boca abajo todo el mundo taurino. Ha sido en la corrida de Beneficencia, el 1 de junio, delante de Don Juan Carlos, lidiando al toro «Dalio», de Victoriano del Río: ha cortado dos orejas; el público le ha pedido el rabo con una intensidad como hacía años que no sucedía, en Madrid; ha salido en hombros por la Puerta Grande. Todo el mundo –aficionado o no– habla ahora de él. Se llama José María Manzanares. Al día siguiente de su gran triunfo, habla para ABC.

–Alguna gente va a pensar: si es capaz, ¿por qué no lo hace otras tardes?

–¡Dependemos tanto del toro! Esta vez, no usé apenas técnica. Este toro me permitía expresar libremente mis sentimientos...

–La estocada fue al encuentro: es fácil que hubiera quedado mal colocada.

–Lo coloqué para el volapié. Cuando estaba preparándolo, se me vino con franqueza y aproveché. He entrenado mucho esa suerte. ¡Es tan importante el trabajo! De eso depende la confianza en uno mismo; si haces algo con dudas, no suele salir bien.

–Después de este éxito, los públicos te van a exigir más.

–Es lógico, ya me pasó después de la temporada de 2011, que fue tan buena. La exigencia es muy buen síntoma: supone un reto, para el artista.

–¿Va a cambiar en algo tu temporada?

–No lo creo. Desde el comienzo, tengo una idea muy clara de la temporada y la sigo, no depende de que triunfe más o menos, en una Plaza.

–He de entrar en algo personal. Por dolorosa que sea, la muerte de un padre es ley de vida: ¿cómo te ha afectado a ti tanto?

–Es así: yo sigo muy afectado, aun no lo he podido superar. Soy una persona muy sensible. Él me enseñó a ser así. En mi ánimo está siempre presente. Intento superarlo pero no sé cómo. No me importa reconocerlo: soy así y me siento orgulloso de serlo...

–Tu abuelo era un gran aficionado, daba gusto hablar con el de toros. ¿Crees que le hubiera gustado esta faena?

–Era muy exigente pero espero que sí. Creo que me acerqué un poquito a lo que a él le gustaba: torear con los talones asentados, metidos los riñones, jugando la cintura...

–¿Y a tu padre?

–Siempre me sacaba cosas para mejorar. Él me conocía mejor que nadie, hasta dónde podía llegar. Todo su enorme conocimiento de la Tauromaquia lo aplicaba a mí. Creo que , viendo esa faena, hubiera estado orgulloso y feliz.

Orgulloso y feliz, como lo está, ahora mismo, el hijo del gran maestro.

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