Así fue la Feria de El Pilar de hace un siglo tras la suspensión por epidemia de gripe

El ciclo zaragozano comienza hoy en la cubierta de la Misericordia

Ángel González Abad

La Feria del Pilar de hace un siglo se celebró con la plaza reformada en su integridad. El deterioro del coso inaugurado en 1764 y el incontenible aumento de aficionados, fruto de la competencia entre los novilleros Herrerín y Ballesteros , obligaron a afrontar una ampliación y una sustancial mejora de las instalaciones. Lamentablemente ninguno de los dos toreros protagonistas de una época de auténtica pasión taurina en la capital del Ebro, pudo ver finalizadas las obras. Los dos muertos por las astas de un toro . Herrerín en Cádiz, todavía de novillero, en 1914, y Ballesteros, en Madrid, ya de matador de toros, tres años más tarde.

El tenso clima social que se vivía aquellos años, con constantes huelgas, retrasó la finalización de las obras, y la plaza se reinauguró finalmente en abril de aquel 1919 , por lo que la Feria del Pilar fue la primera que se celebró en la imponente plaza con cabida para quince mil espectadores.

Había ganas de ver toros, pues el año anterior, la terrible epidemia de gripe , obligó a suspender las Fiestas del Pilar. Sin embargo, lo sucedido en el ruedo no dio para mucho que contar.

Los aficionados andaban escamados con las empresas que, hasta tres, gestionaron el coso zaragozano aquella temporada - Salgueiro, Pagés y La Taurina Zaragozana -, y vistos los resultados artísticos, la cosa no pasó de regular.

La falta de Joselito en los carteles se suplió con la contratación de Belmonte para las cuatro corridas, sin que el ciclón arrebatara. Tan solo en las dos últimas tardes, consiguió poner al público a su favor. Rafael El Gallo no tuvo sus mejores tardes, y Belmontito, hermano de Juan, apenas despuntó. Varelito, un cañón con la espada, y el recién doctorado Chicuelo , completaron el plantel de toreros de un ciclo un tanto gris, que en el capítulo ganadero, con las corridas de Concha y Sierra, Naudin y Miura, tampoco destacó en demasía.

Sí hubo momentos en los que el público lo pasó bien. Dos destacan, y los dos protagonizados por el joven Chicuelo, que llegaba a Zaragoza después de tomar la alternativa el 28 de septiembre en La Maestranza . El 13 de octubre, al segundo lance fue empitonado por la ingle y pasó por su pie a la enfermería, de la que salió mientras el toro había recargado en cuatro buenos puyazos. Chicuelo se dirige al tendido en donde se encontraba el alcalde de la ciudad francesa de Pau, hermanada con Zaragoza, y le brindó el toro entre el reconocimiento general. En ese momento, la banda de la Diputación Provincial se arranca con La Marsellesa, entre ovaciones. La faena sigue en tono de éxito, pero a la hora de la suerte suprema, aquello ya fue otra cosa...

Dos días más tarde, Chicuelo toreó con El Gallo y Belmonte , cortó una oreja, tras una faena que contó con un original invitado, el popular aviador Bunycois, que se encontraba en Zaragoza haciendo exhibiciones, y que durante el trasteo pasó repetidamente con su aparato por encima de la plaza.

De lo poco que disfrutaron los aficionados zaragozanos en aquella Feria de 1919, se resarcieron en el festejo final, una novillada de Santa Coloma, en la que el novillero cordobés Antoñito Calvache, estuvo cumbre. «Por fin se vio torear» , dijeron los críticos del chaval que «revolucionó al respetable con arte purísimo y exquisito». Fue su momento de gloria.

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