Emocionantes toros de Alcurrucén

El día de San Isidro, sigue cerrada la Plaza de Las Ventas. Ni la Comunidad ni la empresa han explicado por qué. A ningún aficionado puede parecerle bien. La corrida de toros es una de las más arraigadas tradiciones madrileñas, en el día del Santo Patrono. Decía Pascual Millán que «el pueblo de Madrid es el más aficionado a toros de todos los pueblos, porque es el más inteligente en la materia. No se tiene afición a lo que no se entiende». El gran aficionado F. Bleu (seudónimo de Félix Borrell) resumía: «El madrileño era tenorio de tres amores: el del cocido, el de las mujeres y el de los toros».

Como es propio de su encaste, los toros de Alcurrucén han salido fríos pero han ido a más. El Juli ha tenido una tarde excelente pero ha perdido orejas por la espada. También han brillado la entrega de Manzanares y la verdad de Ureña. Sin trofeos, con toros encastados y toreros decididos, hemos vivido una corrida de notable interés.

El 2 de mayo, El Juli logró una faena completa: viene con la moral muy alta. El primero se crece en el único puyazo, es un ‘Tamboril’ colorado, de buen ritmo. Quita por chicuelinas, algunas de compás abierto (la moda de José Tomás, que no entiendo). Sin probaturas, lo embarca en muletazos mandones por los dos lados. Una faena rotunda, de gran facilidad, sin un lunar, salvo la espada: pierde el trofeo al matar a la segunda, con el habitual y feo salto. El cuarto mejora después de un buen puyazo (pitan que no reciba otro). El Juli lo va metiendo en la muleta, con mucho oficio, hasta lograr naturales largos. Con el toro entregado y el público de pie, remata la faena muy en corto. Vuelve a emborronarlo con la espada.

Al parón por la pandemia ha sumado Manzanares el suyo propio, por una operación quirúrgica. Acaba de reaparecer con buen éxito. En el festival de Las Ventas demostró gran entrega. En el segundo, se lucen Chocolate, en un puyazo, y Duarte, con los palos. José María traza buenos muletazos pero el toro es un ‘Corneta’ que desafina, se queda corto, se revuelve y acaba lanzándolo por los aires. La faena no se redondea pero el impecable estoconazo desata la petición de oreja, no concedida. El quinto se mueve pero con desorden. Sin una duda, Manzanares le saca muletazos de mérito, con riesgo y emoción. Esta vez falla con la espada, entrando de lejos. Más allá de su conocida estética, estamos aplaudiendo ahora a Manzanares su valor.

Después de su grave percance en el ojo, Paco Ureña se sobrepuso, alcanzó su mejor nivel, con una inolvidable tarde triunfal en Bilbao. La pandemia le impidió recoger los frutos que merecía. Ha de empezar de nuevo. El tercero, de salida, echa las manos por delante, rebrincado. Quita Ureña por verónicas muy personales, cercanas a los delantales. Brinda a Miguel Abellán, el director del Centro de Asunto Taurinos, que acompaña, en una barrera, a Pablo Casado. El toro embiste con fiereza, el trasteo tiene emoción, a pesar de algunos enganchones. Ureña se la juega de verdad, siempre bien colocado, sin martingala alguna: el público madrileño sabe apreciarlo, aunque la faena haya sido desigual. Mata a la segunda. El último mete bien la cabeza pero se raja a tablas. Logra Ureña algunos buenos muletazos pero no cabe una faena compacta.

No hemos visto esta tarde las exquisitas verónicas ni los preciosos doblones a dos manos de Morante, con un dulce Juampedro, pero la casta de los toros de Alcurrucén han propiciado faenas de mérito y emoción. El Juli ha estado segurísimo, salvo al matar: un ‘caballero sin espada’ (como el título de la película de James Stewart) es sólo medio caballero. Pablo Casado ha declarado, por televisión, que «la faena, hay que rematarla». No sé si, después del triunfo de Ayuso, se refería a sí mismo...