Morante y el valor del arte en el triunfal festín de Herrera del Duque

El sevillano hace la faena más valiosa al toro más difícil; Ginés Marín corta un rabo y El Juli logra cuatro trofeos en un conjunto de Montalvo con dos ejemplares de vuelta al ruedo

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Morante sorprendió por manoletinas en el broche de faena al cuarto toro en Herrera del Duque G. G.

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Corrida número 1 de Morante de la Puebla después del desencanto con seis toros de Prieto de la Cal. Y si en El Puerto se colgó el cartel de 'No hay billetes', en la corrida de Herrera del Duque se rozó el lleno, con la sombra abarrotada y el sol con algunos huecos. Lógico: 37º lucía el termómetro en la tierra pacense.

Gustó al personal el primero por su vistoso pelaje, berrendo en colorado. Se quedaba corto y no le permitió el lucimiento con el capote a Morante . Tras el espejismo de un prólogo de su sello y una serie diestra, ilusionó en unos ayudados. El manso fue a peor, con cabezazos y sin pasar. Menos aún por el izquierdo. El sevillano le quitó las moscas y se marchó a por la espada. Minuto y medio más que los de Prieto de la Cal le duró. Pinchazo y estocada. Silencio.

El Juli ganó terreno con el listón segundo en los lances de saludo. Tras el puyazo, quitó por un trébol de chicuelinas, coronado con una bonita media. Mucha mejor condición tenía este montalvo, sin ser nada del otro jueves. Y el madrileño brindó al público. Tras un esperanzador inicio, doblándose y rodilla en tierra, se centró en el noble pitón derecho con temple y oficio y alegró la sosita embestida con algún molinete. Los pases de pecho, de dos en dos, entusiasmaron. Mató de media estocada. «¡Alvarito, dejadlo, que está muerto!», decía a su peón. Y el toro se echó mientras la gente ondeaba pañuelos y abanicos. Dos orejas le concedieron tras la petición del pueblo.

Ginés Marín pasea las dos orejas y el rabo del tercer toro G. G.

Variado con el capote Ginés Marín , que se echó el capote a la espalda con ceñimiento. Ni una gota de viento corría en la plaza, a la que brindó. En una moneda con la que se paga la almohadilla se ancló en el principio, con pases por alto mirando al tendido y algún guiño manoletista. Metía la cara este toro, al que ejecutó unos naturales pausados, intentando alargar la embestida. Empujaba a este número 19 con su entrega y su voz. Y fue acortando cada vez más la potable embestida del buen montalvo. Epilogó con unas bernadinas cambiándole el viaje. Un espadazo enterró, pelín desprendido. Y sonaron los gritos de «¡torero, torero!» mientras le pedían hasta el rabo. Y los máximos trofeos le concedieron, con la vuelta al ruedo al toro en el arrastre.

Más despegado del suelo el cuarto, al que Morante dibujó unas vibrantes verónicas, bellísima una. El toro se revolvía rápido y echaba las manitas algo por delante. La tercera del quite fue enorme, pese a no salir con la limpieza deseada por la condición del rival. Y una media de lujo. No se confió nada Araujo en banderillas, que hizo gestos como si el toro tuviese un problema de visión. Lo que vieron todos los ojos fue la hondura de los ayudados de Morante. Qué gozada. Ya en los medios, se le coló el de Montalvo por el izquierdo. El sevillano regresó a la mano de la cuchara y, muy vertical, hundió el mentón y toreó con ese gusto 'made in' La Puebla. Una nueva colada sufrió, ahora por el derecho, con el toro mironcete y pasando a regañadientes. Muy por encima Morante del toro. A pies juntos continuó. Y aplicó la medicina del zapatillazo para incitar a pasar al enemigo, con un peligro que no todos apreciaron. Valiente y dispuesto el cigarrero. «¡Viva el valor del arte!», gritó un espectador. Y sorprendió por manoletinas ceñidísimas: en una no cabía ni el aire. Pinchó mientras el toro se le venía y cazó una estocada recibiendo. Oreja.

El Juli, a la verónica G. G.

Humillaba con clase el quinto, que se partió la vaina. Su calidad y su buen son continuaron en la lidia. Prometía el paraíso mayor. Como en el torero inicio julista. Rebosaba tanta nobleza este castaño que a veces faltaba transmisión y, además, el personal parecía 'aplatanado' por el bochorno. Sudaba Julián, como sudábamos todos. Había que poner el alma y El Juli lo exprimió a su manera, con el magisterio de su técnica y temple de figura. En otro momento, tal y como iba la cosa, alguno hubiera pedido el indulto... La vuelta al ruedo concedieron a este notable montalvo, herrado con el número 62. Las dos orejas cortó Juli tras pinchazo hondo y descabello.

Se movía el sexto, aunque con feo estilo. Ginés Marín quiso agradar con mucha disposición y, tras la efectividad de la media estocada, cortó otra oreja en la triunfalista corrida organizada por el empresario Joaquín Domínguez. Y feliz se marchó la gente, con ganas de volver al festín de Herrera. ¡Viva la Fiesta del pueblo!

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