Cornada a Rafaelillo con difíciles cuadris en Valencia

Sufre una herida de 20 centímetros en la pierna; el sexto toro fue condenado a banderillas negras

Rafaelillo resultó herido en el cuarto Mikel Ponce

Andrés Amorós

En Valencia, el gran acontecimiento taurino no eran las Fallas sino la Feria de Julio (“la Fira”, por antonomasia, aquí). Las costumbres han cambiado. Muchos valencianos y turistas huyen del calor, se van a las playas vecinas. En esta Feria, las corridas comienzan tarde y, como se mantiene la tradicional parada para la merienda, acaban muy tarde: después de la hora de cierre de la edición en papel del ABC (adelantada, además, por la huelga de distribuidores de prensa, en Madrid). Pido disculpas. En todo caso, la crónica completa del festejo aparece en el abc.es.

Un año, Ignacio Sánchez Mejías mató todas las corridas de la Feria, incluída la de Miura. También en esto han cambiado los tiempos. Algunas figuras se resisten a venir a esta Feria: por festero y amable que sea su público, los toros y la exigencia son de Plaza de primera. Después de una novillada y la popular desencajonada nocturna, se anuncian tres corridas. La primera tiene el atractivo de los toros de Cuadri: grandes, encastados, que mostraron su fiereza en la desencajonada, han resultado complicados, difíciles.

Rafaelillo , especialista en corridas duras, no tuvo suerte en Pamplona. El primero, serio, recibido con aplausos, embiste con codicia, derriba; en la muleta, vuelve rápido, pone en apuros al diestro, acaba huyendo. Rafaelillo lidia a la defensiva y mata a la segunda (silencio).

A pesar de su línea artística, el sevillano Pepe Moral está enderezando su carrera con corridas duras: torea bien al natural; la espada suele ser su punto flaco. Traza buenas verónicas en el segundo, que humilla. (Saluda Juan Sierra). Los muletazos unen clasicismo y emoción pero el toro se para pronto: lo que iba para triunfo se queda a medias y mata sin convicción, a la cuarta (silencio).

Vi a Varea en Castellón, su tierra, a comienzos de la temporada, logró cortar oreja a un Victorino pero no ha vuelto a torear, desde entonces: para enfrentarse a Cuadris, es poco bagaje. El tercero se parte el pitón en el caballo. Corre turno: el sustituto es flojo y rebrincado; mitin banderillero. Varea, muy decidido, le arranca algunos naturales. No hay opciones para más. Muestra su inexperiencia al matar: dos pinchazos y seis descabellos (silencio).

Recibe Rafaelillo con largas de rodillas al cuarto y ha de tomar el olivo. El toro flojea y pega saltos. Con mucho oficio, le saca algunos naturales hasta que el toro lo hiere y pasa a la enfermería. Parece llevar una cornada en el gemelo. Mata el toro Moral de estocada.

El quinto no cambia la tónica: complicado para banderillear, muy deslucido en la muleta. A pesar del respeto que ha producido el percance de Rafaelillo, la gente está ya aburrida. Los esfuerzos de Pepe Moral por lograr algún lucimiento resultan baldíos. Mata mal: cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio).

El sexto no se deja picar y la paciencia del público ya se ha agotado. Ante la bronca, es condenado a banderillas negras (algo hoy insólito). Cuando las siente, el toro reacciona con descompuesta fiereza. Varea se pelea con él, le saca algunos muletazos, con gran esfuerzo, que el público agradece. Faena de mérito y riesgo, que debe servir para darle confianza en sus posibilidades, aunque mate a la segunda (petición y vuelta).

Los toros de Cuadri han tenido hermosa estampa y salidas prometedoras pero han dado muy escaso juego. Los aficionados lo lamentamos. Y, por supuesto, el percance del bravo Rafaelillo ha añadido dolor a una tarde muy deslucida.

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