Talavante da la vuelta al ruedo con la plaza rebosante
Talavante da la vuelta al ruedo con la plaza rebosante - R.P.

Apasionantes y apasionadas obras de Talavante y El Juli en Manizales

El extremeño indulta un novillo de Ernesto Gutiérrez

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Y todo a media luz, como cuando se ama en una canción. Miles de velas y almas iluminaban y adoraban la procesión en el ruedo de la Virgen Macarena y una noche taurina por una buena causa. Buena no: superior. Todo lo recaudado en el festival de Manizales iba destinado al hospital infantil de la Cruz Roja. El mismo que por la mañana habían visitado algunas figuras del cartel entre sonrisas y lágrimas emocionadas.

Una de ellas, Alejandro Talavante vivió la gran apoteosis de la velada. Con perilla y patillas en hacha, entusiasmó en las verónicas con aires de Curro (Vazquez, su ex) y en unas chicuelinas que hubiesen enloquecido a Manizales o al mismísimo Madrid. Se presentía algo grande.

Y así fue desde el firme comienzo por alto. La izquierda brilló con torería y naturalidad. ¡Qué manera de torear! Mágica borrachera, con cambios de mano excelsos, trincherillas, dos arrucinas que conmocionaron, los de pecho... Y un juego de muñecas que era esencia en el proceso de éxtasis general. Sensacional "Cañonero", que no parecía que fuese a tener tan elevadas cotas, y fantástico el extremeño. La clase y el sello de Curro se apreció en más de un muletazo, pero con la personalidad y la firma talavantista. "Cañonero" continuaba con la boca cerrada y obediente a la tela de Alejandro, que se entretuvo con picardía en manoletinas y bernadinas mientras se agigantaba la petición de indulto. No le quedó otra al presidente que concederlo entre la algarabía y la felicidad del personal. Muy buen conjunto de Ernesto Gutiérrez, sí señor.

Emoción a raudales se había vivido antes con el faenón de El Juli al segundo novillo de Ernesto Gutiérrez, de estupendo juego pese a sus flecos mansitos. "Flor de te" se llamaba. Tila parecían portar en las venas Julián. ¡Bendita despaciosidad! Relax desde el saludo. Y por triplicado cuando tomó la muleta en una obra perfecta de primerísima figura. Hasta Roberto Domínguez, su ya exapoderado -que le había firmado esta corrida-, aplaudía desde la barrera de capotes.

Tras la firmeza por alto, ruletas de derechazos, norias interminables como la de París. En un palmo de terreno rotaba la pierna, con flexibilidad "circunferenciaba" la muñeca. A derechas el delirio, con pasmosa seguridad, como un ceramista de embestidas. Y si el toro dudaba en pasar, allá que se inventaba el madrileño un redondo invertido. A izquierdas siguió in crescendo, variado siempre, desde los molinetes a la arrucina. ¿Y los pases de pecho? Desde acá hasta la hombrera contraria. Bestial en todo, con los riñones muy encajados. El público que colmaba la plaza se desgañitó las gargantas hasta esos muletazos de compás muy abierto penúltimos a los de broche por bajo. Algunos pedían el indulto, pero el matador agarró con seriedad la espada. Con las dos orejas conquistadas, aplaudió a "Flor de Te" en el arrastre. Torero gesto y triunfal vuelta al ruedo.

A Sebastián Castella, que tuvo la categoría humana de visitar a los niños del hospitalito, le tocó el novillo más deslucido. Absolutamente todo hizo el francés, lucido con el capote, desde los toreros y hondos doblones del inicio a unos naturales finales fenomenales y meritísimos. La labor, en la que intercaló ambas manos, no pudo tener la limpieza deseada, pues este "Cosechero" no humillaba ni por error en su descompuesto viaje. Muy por encima siempre el elegante espada, dando el toque requerido y hallando el difícil temple. Entregado el de Béziers y los tendidos, que se pusieron blancos cuando el novillo cayó literalmente patas arriba en el estoconazo del segundo encuentro. Merecida oreja.

El Cid volvió a manejar con gusto el capote y dejó naturales buenos en una actuación cimentada en ese lado. Aquello no pudo izarse del todo con un rival de tono medio y tras la apoteosis julista...

Sebastián Vargas dejó sabrosos lances con "Banquero", que embestía de ensueño mientras el colombiano ligaba las primeras series. Como un carretón iba, pero mediada la labor se rajó y la cosa decayó.

El otro matador de la tierra, Andrés de los Ríos, se afanó por agradar. No pudo ser...

Pablo Hermoso de Mendoza volvió a demostrar que es el más grande a caballo, con toreo y temple buenos frente a un "Bachiller" con sus problemas. "Disparate" y su hermosina cautivaron, como "Pirata" luego. Se ganó la última oreja entre el fervor.

Antes la máxima pasión se había vivido con Talavante, que acabó con el cuadro. Apasionante y apasionada obra, como la de El Juli. Cada cual en su estilo. Maravilla de pasión sin la que, como decía Séneca, el hombre estaría muy cerca de la estupidez. Pasión para salvar vidas. La de los niños, héroes de la inolvidable jornada.

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