Crítica de Danza

La nada tradicional ceremonia del «Cortejo»

Baldo Ruiz y Paloma Calderón estrenan en la sala La Fundición de Sevilla su nueva obra

Marta Carrasco

Hace tiempo aprendí que no hay espectáculo menor, hay obras buenas y obras fallidas, digámoslo así. Y la presencia en el escenario de dos intérpretes o una compañía de cuarenta bailarines no es lo que marca la diferencia.

Por eso cuando se presenta una obra como ésta, en la que dos bailarines se enfrentan a más de una hora de espectáculo y el resultado es tan brillante, da gusto pensar que el talento es lo que prima sobre, en ocasiones, los números de todo tipo. Por cierto, el espectáculo está nominado en tres categorías de los Premios Lorca 2019.

Baldo Ruiz y Paloma Calderón son los componentes de este «Cortejo», una obra que habla sobre la relación entre un hombre y una mujer, de los deseos y sentimientos en un mundo de parejas, de cortejos que se estipulan por el sexo o la condición social, y las contradicciones que por ello surgen. Al final, el cortejo se idealiza, y el recuerdo es el imaginario que nos queda.

Dos novios, vestidos de smoking y zapatos rojos él, y ella de tul blanco ilusión y también zapatos de charol rojo. Se juntan, miran sus alianzas, bailan un vals, todo parece un mundo feliz. Pero no es así. Poco a poco se van distanciando, no se miran, ella baila y sólo se ven sus piernas, es casi como algo irreal, el tul oculta su cuerpo. Ambos bailarines nos transmiten con enorme veracidad sus sentimientos. No hay engaños, sus cuerpos y sus ojos, lo dicen todo.

Baldo Ruiz ha echado el resto en este montaje , no en vano, además de la dirección, escenografía, caracterización y dramaturgia, ha creado la coreografía y escrito los textos. En Paloma Calderón ha encontrado su partenaire perfecta para esta obra, porque la bailarina emana sentimientos desde el primer instante de «Cortejo».

La coreografía es de una enorme exigencia física. Las caídas desde posturas imposibles, los portés y en especial el trabajo de suelo, es impecable, unido a la química de ambos protagonistas y la expresividad en la interpretación. Por ponerle un mínimo pero, quizás le sobra algo de texto, no en frases como «yo cocino sólo cuando estoy borracha», y el sempiterno, «cari» al dirigirse a su pareja que está situado en el justo momento. La banda sonora nos lleva desde el clásico vals hasta el «Te estoy amando locamenti » en un genial espectáculo que pone de manifiesto el talento pero, eso sí, acompañado de una gran técnica dancística muy necesaria en una obra tan dura para el bailarín como ésta. Pero el resultado merece mucho la pena.

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