Crítica de Danza
«Cascanueces», el sueño sigue
La Compañía Nacional de Danza pone en escena este título tradicional de ballet blanco en el Teatro de la Maestranza
«Cascanueces» ha sido y es uno de los ballets de la trilogía de Tchaikovsky que más se representan en todo el mundo.
El primer intento de perpetuar en el repertorio de la compañía nacional una obra como «Cascanueces» fue en 1986, cuando el recién creado Ballet Lírico Nacional , hoy Compañía Nacional de Danza, puso en escena esta obra en Valladolid y luego en Madrid. La coreografía era de Ray Barra , pero tuvo escasa vida. Luego, tras la etapa de Ullate, María de Ávila y Maya Plisetskaia, llegó la etapa de Nacho Duato y no volvimos a ver ballet blanco.
Han tenido que pasar treinta y dos años para que la compañía institucional vuelva a tener en repertorio «Cascanueces», aunque su vida será nuevamente efímera si la CND no dispone de un teatro estable donde pueda poner en escena su repertorio, además de las nuevas creaciones, como así confirmaba el nuevo director Joaquín de Luz, «sin teatro para la danza, no hay manera de crecer».
Pero llegó el momento, y por fin tenemos un «Cascanueces» con firma española pues la coreografía de esta versión es del anterior director de la CND, José Carlos Martínez .
Han transcurrido más de 125 años desde que se le encargó al Ballet Imperial Ruso la creación de «Cascanueces», y más de dos siglos de la edición del cuento de Hoffman . Pero la fantasía que recoge la historia está tan en vigor como en el primer momento.
Curiosamente, José Carlos Martínez, que cuando era estrella del Ballet de la Ópera de París bailó varias veces la versión de Nureyev , se ha sumergido en la parte más «negra» del cuento original en el primer acto tradicional en la escena de los ratones.
La versión es deliciosa, muy elegantemente presentada y fechada a principios del siglo XX en plena eclosión de los Ballets Russes . La obra posee una partitura espectacular, lleno de lirismo y de momentos como el vals de las flores, la coda del hada de azúcar, las danzas españolas o la pastoral. Tchaikovsky tiene en esta obra uno de sus momentos más bellos de su creación para ballets.
En la versión de Martínez, el a veces intrigante y en ocasiones malévolo personaje Drosselmeyer (o hilarante en la versión de Mark Morris ), se convierte en un mago amable que divierte a la burguesa familia donde se celebra la fiesta de Navidad. En la obra, por cierto, colaboran alumnos del Conservatorio Profesional de Danza «Antonio Ruiz Soler» que cumplieron su papel con eficacia. Hay que destacar el enorme trabajo realizado por el cuerpo de baile en esta obra.
El primer acto reúne a toda la compañía en una fiesta muy elegante donde se ha cuidado mucho la mímica del ballet clásico en la comunicación de la acción. Y en la segunda se producen los momentos más bellos de danza, en la que hay que destacar a los intérpretes principales, Cristina Casa (de gran extensión y buenas puntas), y Angel García Molinero (con intensidad técnica), y Alessandro Riga, Haruhi Otani y Ion Agirretxe . Las variaciones de la pareja protagonista, Casas y García Molinero, fueron de las más bellas de la velada. Es indudable que un «Cascanueces» necesita un mayor presupuesto para la escenografía, aunque se ha salvado con dignidad esta puesta en escena, así como el vestuario, en el que los tutús románticos y de plato hacen siempre las delicias del público que disfrutó mucho la velada de Ballet.
Ahora nos queda «Giselle» , proyecto anunciado por el nuevo director de la Compañía Nacional que ha pasado 23 años bailando títulos históricos en compañías como el American Ballet o el New York City Ballet, donde se comprende la necesidad de presupuesto para el ballet. Ojalá que aquí algún día lo comprendan.
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