Bienal de Flamenco de Sevilla 2018

Pastora Galván, la otra edad de una bailaora

La obra cuenta en esta ocasión con el cante de Miguel Ortega y la guitarra del malagueño Juan Requena

El baile de Pastora Galván en la Bienal de Flamenco J.M.Serrano

Marta Carrasco

Pastora Galván viene de una dinastía que ya tiene un lugar propio en la historia del flamenco. Y no es casualidad que esta Bienal la haya inaugurado un miembro de esta misma saga, Israel Galván con su personalísimo flamenco, en el coso taurino de la Maestranza.

Así que ahora otro Galván, en este caso el baile de mujer, el de Pastora, es el protagonista de una obra mítica de su hermano.

[ Consulta aquí la programación completa de la Bienal de Flamenco de Sevilla 2018 ]

«La Edad de oro» es una de las obras más icónicas de Israel. Estrenada hace dieciocho años, aún está en el repertorio del bailaor. Se da la circunstancia que en este mismo teatro Lope de Vega, Israel Galván conmemoró en 2015 los diez años de «La Edad de oro», esta vez con Alfredo Lagos y David Lagos a la guitarra y cante. La obra se inspira en la famosa película de Luis Buñuel y también se refiere a una gran época del flamenco.

Ahora vuelve «La Edad de oro» pero protagonizado por su hermana Pastora y con Miguel Ortega al cante, y Juan Requena a la guitarra.

La estructura se respeta: baile, cante, guitarra sin ningún otro aditamento. Concebido para presentar el baile en su mas puro estilo, encadenando palos, Galván creó este montaje como si fuera un laboratorio de experimentación, un espacio para ensayar todos sus gestos flamencos, esos que le han hecho uno de los bailaores más singulares de esta época del flamenco. Ahora Israel Galván le ha «prestado» la obra a su hermana Pastora. Ya no se trata de un laboratorio, sino de códigos ya hechos que deben adaptarse al baile de Pastora.

La obra no es la misma, pese a que tiene la dirección artística de Pedro G. Romero y la dirección y coreografía de Israel Galván. Y es que es difícil transportar una obra tan personal como ésta a otro bailaor, aunque en este caso sea su hermana.

Una de las principales características de «La Edad de oro» es el tempo de los bailes y del espectáculo, algo que ha perdido en esta propuesta. Si en la versión original los bailes y cantes con la guitarra parecían todo uno, en realidad aquí van caminan con personalidad propia.

[ Las mejores imágenes del espectáculo de Pastora Galván, aquí ]

Verdad es que Pastora está rodeada en esta obra de dos magníficos artistas. Al cante, Miguel Ortega y a la guitarra eltoque malagueño de Juan Requena. Los sonidos que consiguen en la soleá, las alegrías, los tangos, la seguiriya, el romance o el pregón..., entre otros, son francamente hermosos, porque además tienen, a diferencia de la versión original, numerosas intervenciones solistas. Sólo con mucho oficio se consigue algo así .

Si en «La Edad de oro» el baile de Israel es de una estructura muy geométrica, casi diría que medida, en el baile de Pastora las formas y la sinuosidad son los protagonistas, a pesar de que su hermano le ha «prestado» algunos de sus recursos coreográficos, sobre todo en los remates, que ella interpreta adaptándolos a su forma de bailar. El espectáculo de una hora y media quizás adolece de un excesivo metraje en esta nueva versión, que francamente no le favorece.

En cuanto al vestuario, Pastora en esta ocasión, ha huído de la bata de cola y el color tan habitual, para ataviarse con un precioso traje negro de pedrería y flecos obra del modisto Justo Salao , y unos curiosos zapatos blanco y negro que al final se quita para bailar por bulerías como sólo ella sabe.

El baile de Pastora Galván es de cimbreo y de cintura, con unos brazos muchos más arqueados y redondos sobre la cabeza, con amplios recorridos y gestos de recorte muy femeninos.

Ésta no es aquella «Edad de oro», que recordábamos mucho más de baile de hombre. Es otra, aunque tiene una inspiración clara en el modelo original y revela algunos momentos estupendos de Pastora Galván, una bailaora que sin duda tiene vocación de seguir creciendo y de dejarse dirigir sin perder su personalidad.

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