Bienal de Flamenco de Sevilla 2018

Ana Morales se redime

La bailaora presenta una obra intimista, «Sin permiso. Canciones para el silencio», con la codirección del coreógrafo Guillermo Weickert en el Teatro Lope de Vega de Sevilla

Ana Morales JUAN JOSÉ ÚBEDA

Marta Carrasco

Ana Morales nació en Barcelona y se vino pronto para Sevilla. ¿De dónde se siente? De aquí de allí, la comprendo muy bien. Sus recuerdos sin embargo son andaluces, sus vivencias, sus aromas, y sobre todo, su baile. Dice que Andalucía formaba parte de su piel antes de que se diera cuenta, y que en su vida había un dolor, el de su padre, que transformaba su silencio en música, en flamenco y en una forma de entender la vida.

[ Consulta aquí el programa completo de la Bienal de Flamenco 2018 ]

Ana Morales ha querido sanar aquellos recuerdos , intentar entender al hombre silencioso al que el flamenco hacía cambiar el semblante, y lo ha hecho en este espectáculo titulado «Sin permiso. Canciones para el silencio», una obra donde a veces se atisba el dolor y la redención.

Dividida en tres bloques bien distintos , comienza con una música electrónica, casi performática, detrás de la que se esconde una soleá, pero no se vislumbra. Ella está vestida con un maillot de color de su piel, y sobre éste se va poniendo un vestido tras otro, incluso utiliza la bata de cola a modo de mantón en un aéreo baile.

[ Aquí las mejores imágenes del espectáculo de Ana Morales ]

Petenera y dúo con el bailaor José Manuel Alvarez que le acompaña en esta aventura iniciátiva, o mejor dicho, vital. Uno y otro se van dando la réplica con la belleza de la danza flamenca, hecha desde la perspectiva más ortodoxa pero también desde la más transgresora.

El bloque segundo comienza con un Juan José Amador tocando la guitarra y cantando por serrana en bellísima estampa. Pero el grito se vuelve alegría por sevillanas, aquellas que se bailaban en su casa en las fiestas. canta Amador, y la fiesta se vuelve rumba. Como en muchas casas de los que sienten en andaluz y viven fuera de su tierra. Es la ausencia, la necesidad de arraigo.

«De amores llora una rosa» , canta Juan José Amador, y baila Ana Morales. El baile le sale de las entrañas. Es una bailaora segura, de enorme braceo y gran zapateado, pero en esta obra ha sacrificado la estética más clásica para situarse en lo contemporáneo, y no importa el instrumento: la guitarra, la percusión o la voz.

Ha pasado el bloque de la alegría y vuelve la gravedad de esta historia. Por seguiriyas canta Juan José Amador, y se parte el alma de Ana Morales que baila casi con rabia. Amador, esa voz portentosa aflamenca la ranchera de Javier Solís, «Luz de luna».., «... desde que te fuiste no he tenido luz de luna», y Ana Morales se coloca un abrigo de caballero que simbólicamente ha estado colgado en una esquina del escenario. Pero aunque creíamos que ahí terminaba todo, la bailaora se dirige hacia el público, ataviada con el abrigo. Hace el ademán de fumar, y va de un lugar a otro del escenario, y en un momento dado, como si quisiera atrapar algo en el viento, mueve los brazos y atrapa la luz. Se acabó.

«Sin permiso. Canciones para el silencio» no ha llegado solo. El pasado año Ana Morales hizo una residencia en el Sadler’s Wells de Londres . Allí trabajó junto a Guillermo Weickert y Sabio Janiak en una amplia reflexión sobre la conciencia, que ha sido lo que finalmente ha conducido a este montaje. La obra tiene muchos aspectos contemporáneos, tanto en la danza como en la concepción performática de la puesta en escena, pero todo con una gran coherencia gracias a la dirección conjunta de Weickert y Morales , contemporáneo y flamenco.

Gran interpretación de José Manuel Álvarez en una coreografía nada fácil, y brillante la de Morales, que ha gestado en esta propuesta la más importante hasta ahora de su carrera.

El público en pie en el teatro Lope de Vega jalonó con aplausos el espectáculo que emocionó y asombró a partes iguales. El baile flamenco busca otras músicas y otros lenguajes, pero si se hace desde el conocimiento, el resultado siempre puede brillar.

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