Bienal de Flamenco de Sevilla 2018

Federico está, pero no se le espera

El Ballet Flamenco de Andalucía estrena «Flamencolorquiano», una obra llena de simbología sobre las obras del poeta granadino

Ballet flamenco de Andalucía J.M.SERRANO

Marta Carrasco

No sabemos dónde está Federico, pero la realidad es que está en todos sitios, o al menos eso nos transmitió anoche la obra «Flamencolorquiano» del Ballet Flamenco de Andalucía, una especie de cántico al poeta granadino, donde al contrario que en otras propuestas, esta vez el personaje no aparece, pero su esencia sí.

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La obra es una sucesión de nueve movimientos donde la coreografía tiene una importancia capital porque va marcando los tiempos, no siempre cronológicos, de este relato sobre Federico García Lorca que está presente a través de sus letras: «Doña Rosita la soltera», «Poeta en Nueva York», «Poema del cante jondo», «Romancero gitano», entre otras. Y surge ese poeta que tanto gustaba de otras razas, que no rehuía de otras religiones o estéticas, y que hablaba igual de moriscos, cristianos, judíos, negros..., con la creencia de que fueron ellos quienes de alguna forma sentaron las bases musicales y rítmicas del flamenco que hoy conocemos.

Por eso se cantan y se bailan las coplas que inspiraron a Federico, las que tocaba al piano mientras Encarnación López, La Argentinita las bailaba;por eso están también las veladas que organizaba en la Residencia de Estudiantes de Madrid , donde primaba el flamenco y el folklore, y lo mismo el Vito que las Tres Morillas o la melancólica Tarara..., todo ello era el mundo de Federico que los creadores de esta obra, Rafael Estévez y Valeriano Paños han recogido para hacer una composición musical y dancística de enorme belleza.

[ Las mejores imágenes del espectáculo «Ballet flamenco de Andalucía ]

El espectáculo ha llegado a la Bienal de Sevilla con el bagaje de haber sido visto el pasado verano en el Generalife de la Alhambra por más de cuarenta mil personas.

La obra se inicia con una reflexión sobre la conferencia que Federico García Lorca realizó en 1933 titulada «Teoría y juego del duende», donde decía que el gran arte depende de un conocimiento cercano de la muerte. Siempre la muerte en su obra.

Y los personajes se suceden, las manolas, «una vestida de verde, otra de malva, y la otra, un corselete escocés con cintas hasta la cola..., las tres o las cuatro solas».

El surrealismo se apodera del cuerpo de baile, mientras aparecen en una gran pantalla los anaglifos, esos poemas imposibles que inventara Pepín Bello . Guiños al teatro lorquiano de la Barraca, a Nueva York, al Espeleta y la Malena; canta María Terremoto por soleá y luego y cómo canta, los tangos de Pastora Pavón, La Niña de los Peines y al Gurugú le baila al cante Rafael Estévez. Qué bellísima escena.

Se rinde homenaje a Manuel Torre y escenifican la muerte de Antoñito el Camborio , con ese gran bailarín que es Valeriano Paños, lo mismo en zapatillas que en zapatos.

Es espacio sonoro es un poema musical con las voces de Sebastián Cruz, Vicente Gelo y José Luis Pérez Vera , que suenan a gloria y las guitarras, flamencas y espectaculares de Juan Torres y Pau Vallet. Se nota en la parte humorística de la obra, en esas Sevillanas corraleras, la mano de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, coreógrafo contemporáneo con quien Estévez y Paños ya han colaborado en otra ocasión.

La música enciclopédica, soleá, granaína, los Cuatro Muleros, alegrías, tientos tangos, romance, seguiriyas, zorongo, El Vito, Las Tres Morillas, vidalita, Anda Jaleo...,y culminar con «La Leyenda del tiempo» que lleva a la compañía a un allegro final que termina en un delicado adaggio, en el que se vuelve a mencionar, sin hacerlo, a Federico, con máscaras que recuerdan su obra más surrealista, «El público».

Una excelente obra del Ballet Flamenco de Andalucía, que huye de la representación teatral del personaje y hace hincapié en la música y en la coreografía, con una compañía de bailarines que cumplen con creces las exigencias de los coreógrafos, que son absolutamente barrocas sin dejar un sólo momento de respiro. No en vano, era Federico de quien se hablaba, y había mucho que decir.

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