El Teatro Real y la testosterona de Sibelius

Los conjuntos titulares del coliseo madrileño ofrecen un emocionante concierto en Savonlinna

Escena de «Kullervo» ABC

JULIO BRAVO

Leif Segerstam es, físicamente, un trasunto de Johannes Brahms . Voluminoso, con larga cabellera y poblada barba, ambas cañas, y una mirada entre aviesa y traviesa. Y a Leif Segerstam, además de director de orquesta prolífico compositor, con un catálogo nada más y nada menos que de 317 sinfonías, se encomendó Joan Matabosch , director artístico del Teatro Real, cuando el festival de Savonlinna le propuso que, además de presentar la ópera «I Puritani», su coro y su orquesta interpretara en concierto una de las obras más emblemáticas del repertorio sinfónico escandinavo, «Kullervo», de Jan Sibelius .

Segerstam fue la condición que pudo Matabosch para enfrentarse a una obra perfectamente conocida en Finlandia, pero prácticamente inédita fuera de sus fronteras, y desde luego en España. No quería que sus conjuntos se enfrentaran a tal reto sin garantías; y la batuta del singularísimo director finlandés era el pasaporte necesario.

Y acertó Matabosch. El público vibró ayer en el Castillo de Olavinlinna, en Savonlinna, con la interpretación de la impresionante y exigente partitura. Es una obra que conocen bien. Jan Sibelius, el más importante de los compositores finlandeses, se basó en un conocido texto de la mitología finesa, «Kalevala», uno de cuyos protagonistas es Kullervo. Sibelius tenía 27 años cuando compuso la obra, que Segerstam asegura que está «llena de testosterona».

Una obra en cinco movimientos

«Kullervo» es una obra en cinco movimientos para orquesta, mezzo-soprano, barítono y coro masculino. Se trata de un poema sinfónico -aunque Segerstam asegura que es una auténtica sinfonía-, épico y profundo, con momentos de una belleza intensa y turbadora. El director finlandés conoce perfectamente la obra de su compatriota que, como él -asegura- «no es un compositor, sino un buscador de tonos». Y es que Segerstam (nacido en Vaasa, al Oeste de Finlandia, en 1944) es todo un personaje. Voluminoso y excesivo, se mueve con dificultad, pero en el podio y sentado al piano exhibe una arrolladora energía que, en ocasiones, cruza la línea, y se traduce en gruñidos perfectamente audibles durante los conciertos. Posee un peculiar sentido del humor y una notable necesidad de ser en muchos momentos el centro de atención. Preguntado por su prolífica actividad creadora, sostiene que una sinfonía debe durar entre 15 y 22 minutos, y por eso ha podido escribir tantas; la última, como él mismo ha escrito a lápiz en una adenda a la lista impresa de sus sinfonías en wikipedia, la ha titulado «A St. Michael-guide to Gourmet-tiabits of musical substances» (algo así como «Una guía San Miguel para gourmets habituales de sustancias musicales»).

En manos de este hombre quiso Joan Matabosch poner al coro y a la orquesta titulares del Teatro Real para esta nueva prueba finlandesa (tras «I Puritani»). La respuesta artística le ha dado la razón, porque el concierto se saldó con una estruendosa ovación del público finés. Y es que “Kullervo” fue servida por las formaciones españolas (con el añadido del Coro del Festival de Ópera de Savonlinna) con pasión, tersura, cuidado en el matiz, además de con calidad. Segerstam, que se lanzó a la aventura con apenas tres o cuatro ensayos, dirigió con evidente seguridad y expresividad, y contó además con dos cómplices; la mezzo Johanna Rusanen-Kartano y el barítono Ville Rusanen, ambos hermanos, como en la terrible historia que narra la partitura, intérpretes habituales de la obra.

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