La voz de la perturbación

Vicky Peña, en un momento de la obra Elisenda Canals
Diego Doncel

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Tony Kushner es uno de los autores más perversos y polémicos de la escena norteamericana actual. Perverso por políticamente incorrecto, por conflictivo y perturbador. Escribe sentado sobre las ruinas de nuestro tiempo, se llamen racismo, guerras, terrorismo, sida o déficits de las minorías, para entonar el lamento y la crítica de lo que somos. Los personajes que aparecen en su teatro muestran una aspiración vital, un reto que se enfrenta al caos, a la pérdida, a la relación fraudulenta con la historia.

Kushner ha tenido una presencia constante entre nosotros, pero todavía recordamos con pasmo y agradecimiento el montaje que hizo Mario Gas en 2007 de «Homebody / Kabul». De aquella obra múltiple, se rescata hoy el intenso monólogo de su comienzo, protagonizado como entonces por una Vicky Peña que no ha abandonado su estado de gracia, su eficacia y sabiduría interpretativas.

En «Homebody», una mujer inglesa nos habla, desde el confort de su hogar, de sus crisis, del malestar que su presencia le crea no solo a su marido sino al mundo. Y nos habla también de un sueño: Kabul, perseguido a través de una guía, de un libro de viajes, de emotivas evocaciones históricas. Como su propio título indica, Kushner nos plantea una relación entre el cuerpo y la mente devastadas por la cotidianidad, la rutina y el sinsentido, y ese hogar igualmente devastado por la falta de amor, por la soledad y el vacío. La casa y su propio cuerpo, sobre el que actúan los antidepresivos, ya no son, por tanto, los lugares donde el dolor se apacigua, sino donde el dolor traza los anillos abrasadores de su infierno. De esa angustia nace el deseo de la belleza de Kabul, la aspiración de encontrar un lugar más allá del desconsuelo. Kabul como mito, como refugio. Y sin embargo… El relato histórico que nos lee esta mujer está lleno de violencia, de un Kabul constantemente desolado por las invasiones, por las sangres y las muertes. Kabul como el lugar fundado por el primer asesino de la historia, por Caín.

«Homebody» hace suya una poética de la intemperie y de la incertidumbre. Y lo hace mediante la propia incertidumbre textual, la de una voz llena de grietas, de pérdidas, obsesiva, traumatizada, que busca una salida a la disfunción, aunque sea la de perderse en el Kabul talibán. Escrita en 1998, y estrenada al completo como «Homebody / Kabul» después de los atentados del 11-S, todavía no ha perdido actualidad, tal vez porque es una obra mayor, de una enorme inteligencia dramática, de un profundo desarraigo, que cuestiona nuestra mirada sobre todo aquello culturalmente distinto, el poder de occidente y cómo se ejerce ese poder. Sin maniqueísmos, sin certezas, sin dogmas.

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