Leo Nucci: «Rigoletto te descubre cada noche una emoción nueva»

El lunes 30 vuelve al Teatro Real uno de los títulos más populares del repertorio operístico: «Rigoletto», de Giuseppe Verdi. Se harán 16 representaciones

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La obra, que se representará hasta el 29 de diciembre, narra las desventuras de un bufón en la corte del duque de Mantua y se presentará con dirección musical de Nicola Luisotti y dirección de David McVicar. La producción procede del Covent Garden londinense, donde obtuvo un notable éxito. En el reparto, donde figuran cantantes como Stephen Costello, Francesco Demuro, Pietro Pretti, Ho-Yoon Chung, Luca Salsi, Juan Jesús Rodríguez, Olga Peretyatko y Lisette Oropesa, destaca Leo Nucci, uno de los grandes nombres de la ópera internacional en las últimas décadas, y que ha hecho de Rigoletto su papel más emblemático.

Leo Nucci, barítono boloñés de 73 años, ha cantado el papel en más de quinientas ocasiones. «Quinientas doce, concretamente -cuenta a ABC vía telefónica-; y en muchas de ellas he tenido que bisar la “Vendetta”.

A ello hay que sumar los ensayos generales con público; en algunos de ellos también hice el bis. Rigoletto me ha acompañado toda la vida». Es, por tanto, y así lo dice Nucci, un papel muy especial para él. «Lo debuté en 1973 junto a mi esposa, Adriana Annelli, que entonces estaba embarazada de nuestra hija. Entonces no pensaba que lo pudiera cantar tantas veces y durante tantos años, porque han pasado 42 desde entonces».

El todo por el todo

No hay espacio para el cansancio o la rutina. «Cuando cantas a Verdi y te encuentras con personajes de la humanidad de Rigoletto, de Nabucco, de Simon Boccanegra o de Francesco Foscari, siempre hallas cosas nuevas en ellos. “Rigoletto” es, quizás, la ópera más representativa de Verdi, la más importante, y el personaje te permite cada noche descubrir algo diferente en él, una emoción nueva. Su carácter cambia según quien sea la soprano o quien sea el director de orquesta. Escuché una vez a un colega que después de la “Vendetta”, con la que termina el segundo acto, la ópera está acabada. Eso es una estupidez; el último acto es el mejor, es magnífico, tiene cosas increíbles. Ahora, si se canta por cantar, entras en la rutina, y a mí no me interesa. Después de cuarenta y ocho años, sigo cantando porque estoy en forma y porque siempre voy descubriendo cosas diferentes... Eso es teatro verdadero. Incluso cuando canto conciertos intento ser el personaje en cada diferente aria».

Una leyenda

La diferencia entre que una ópera sea una maravilla o sea aburrida, dice Leo Nucci, está en cómo la planteen los intérpretes: «Cantar sin decir nada es solamente decir notas, y a mí eso no me interesa. La ópera es teatro: en “Rigoletto”, la música de su entrada en escena ya sugiere a un hombre deforme; es además un madrigal de Monteverdi, que nos lleva ya a un período histórico. Verdi lo dejó escrito todo, y yo no puedo subir al escenario y traicionar al compositor. Por él cantamos».

Nicola Luisotti, el director musical de estas funciones, firma punto por punto las palabras del barítono. «¡Leo! -exclama con admiración-. Es una leyenda. Todo lo que hace es algo extraordinario, tiene magia, es una inspiración... Es un gran hombre, no solo un gran artista. Como Plácido Domingo... Leo es Leo», resume. Como Nucci, encuentra algo especial en las óperas de Verdi. «Verdi es Mozart que se ha vuelto viejo. Era un gran hombre de teatro y “Rigoletto” una obra maestra. Y dirigir una obra maestra es simpre una tarea complicada; siempre tienes la duda de si estás haciendo las cosas bien, si estás llevando los “tempi” justos, si estás respetando los colores orquestales... Te preguntas qué es lo que quería exactamente el autor y mantenerte fiel a lo que pensó; y eso es lo más difícil del mundo».

EquilibrioVerdi, dice Luisotti, era un dramaturgo y sus partituras son teatro. Por eso debe guardarse un equilibrio entre foso y escena. «Hay teatros donde lo logran, pero no siempre es así. Pienso en un “Rigoletto” en la Ópera de Múnich, llevado a “El planeta de los simios”, y donde el bufón era un astronauta. Hay ocasiones en que el libreto es solo un pretexto para inventarse una historia nueva. Esto es cuando menos discutible. Para mí las óperas son textos clásicos; la historia es la que es, y se puede cambiar poco: la época, el vestuario... Lo moderno -concluye- es volver a los orígenes».

El drama, dice el director musical, está escrito en la partitura. «Verdi quería que el libreto se expresara a través de ella. No escribía antes la música y luego se ajustaba la letra, él necesitaba un libreto para inspirarse; como Mozart, que hacía lo contrario que sus contemporáneos. A Verdi le preocupaba mucho encontrar primero el argumento adecuado y después el libreto. En la ópera la música y el libreto deben ir cosidos para hacer olvidar al público que los personajes están cantando y que la historia es verdadera».

Para Luisotti, la música es el sonido del universo, y cada obra es una consecuencia de lo que tiene detrás. «Cuando Verdi escribió “Rigoletto”, no tenía 40 años. Llevaba dentro millones y millones de años de evolución humana dentro de su ADN y, además, cuarenta años de vida. “Rigoletto” no está escrita hace 150 años, sino esta mañana, si tenemos en cuenta los años de evolución del universo. Y la música se convierte en eterna».

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