Mirar hacia otro lado
Antonio de la Torre, uno de los miembros indiscutibles de nuestra aristocracia actual, no se prodiga demasiado en el teatro (de hecho, hace diez años de su último trabajo escénico). Por eso, su presencia en las tablas despierta siempre una gran expectación. También en la función que interpreta actualmente en las Naves del Español, 'Un hombre de paso' y, quizás por este gran interés, la decepción sea mayor ante una función grisácea y endeble en líneas generales.
Parte el texto que firma Felipe Vega de un hecho histórico: la visita de una delegación de la Cruz Roja al campo de exterminio nazi de Terezin y del informe sorprendentemente favorable que emitió dicha delegación. La obra se sitúa años después, cuando una periodista entrevista al jefe de aquella delegación, Maurice Rossel, con Primo Levi -escritor y superviviente de un campo de concentración- como testigo. Es difícil, ante asuntos así, no escorarse hacia un lado, evidentemente el de las víctimas; pero dramáticamente ese desequilibrio resulta poco eficaz. El autor juzga y condena en su texto la tibieza y el mirar hacia otro lado del delegado de la Cruz Roja, y sus argumentos de defensa muestran poca seguridad.
El tema de 'Un hombre de paso' es extraordinariamente atractivo, y la función plantea reflexiones muy interesantes y necesarias -y al tiempo incómodas- al espectador sobre la memoria histórica y la necesidad de recordar y sobre nuestra responsabilidad individual. Los personajes están bien dibujados, tienen personalidades marcadas, y el asunto se aborda sin disquisiciones, pero el texto es más discursivo que dramático y la función no termina de alzar el vuelo a pesar del buen trabajo de los intérpretes, con Antonio de la Torre al frente. No le ayuda una dirección demasiado estática con decisiones al menos discutibles, como los paseos del personaje de Primo Levi alrededor del lugar donde sigue la entrevista entre Rossel y la periodista, y de la que él se ha ausentado.
