Joaquín de Luz: «En España no hay política cultural»

«No va a cambiar nada hasta que no se sienten en el Consejo de Ministros Tamara Rojo o Nacho Duato»

Joaquín de Luz, en la presentación de «El cascanueces» en el Teatro de la Zarzuela Efe
Julio Bravo

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«En España no hay política cultural. Creo que en estos meses de legislatura fallida no he oído la palabra “Cultura” ni una vez». Así de rotundo se mostró Joaquín de Luz , director de la Compañía Nacional de Danza (CND) , durante la presentación del espectáculo «El cascanueces», que se presentará en el Teatro de la Zarzuela del 10 al 22 de diciembre. «Y las cosas no cambiarán -añadió- mientras no se sienten en el Consejo de Ministros personas como Tamara Rojo o Nacho Duato ».

No hizo falta apretarle mucho a Joaquín de Luz para que confesara que desde su llegada a la CND se ha encontrado muchas dificultades. «Los que decían que estaba loco tenían razón, pero si me hubiese quedado en mi casa me hubiera arrepentido».

El convenio -«un bailarín no puede ser funcionario»-, los horarios, los días libres... «Es algo incompatible con mi proyecto; el Auditorio Nacional, por ejemplo, tiene siete veces más presupuesto que nosotros». «No me gusta quejarme -añadió-, las cifras son suficientemente elocuentes. Tenemos un presupuesto para programación y giras de 1.700.000 euros al año ; eso es lo que se gasta una compañía como el New York City Ballet solo en zapatillas de puntas».

Joaquin de Luz ha estado cerca de dos décadas en Estados Unidos, en las dos principales compañías neoyorquinas - American Ballet Theatre y New York City Ballet -, echa de menos la posibilidad de incorporar la financiación privada a la CND. «No se puede hacer nada; no hay ley de mecenazgo ni posibilidad de filantropía. Hay gente que querría apoyar nuestro proyecto, pero...», lamenta.

Asegura que seguirá luchando por la compañía y por la danza, «maltratada por un sistema disfuncional», y que su queja no se dirige al Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem). No se plantea plazos para lograr sus objetivos, y señala una última reclamación: un teatro propio. «Es imprescindible».

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