Fernando Carrasco
Fernando Carrasco - Jesús Spinola

Fernando Carrasco, en suelo sevillano

El periodista fallecido apoyaba su trabajo en dos columnas: la Semana Santa y la Tauromaquia

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La noticia, tan dolorosa como inesperada, se ha producido cuando ya huele a azahar en las calles sevillanas y cuando la ciudad entera se está ya preparando para vivir la Semana Santa. A los riesgos de desvirtuarla, que en una época tan desnortada como ésta surgen, dedicó su último artículo –creo– nuestro amigo Fernando Carrasco, que acaba de fallecer de un infarto, en su Sevilla.

Sus dos columnas de Hércules han sido la Semana Santa y el arte de la Tauromaquia. (No tenía mal gusto, por cierto). Y las dos se asentaban en el suelo común de la tierra sevillana y del ABC de Sevilla, en el que trabajó durante muchos años.

Últimamente, había vivido también la feliz experiencia literaria de publicar tres novelas históricas, que han tenido notable éxito.

Y de una de ellas, «El hombre que esculpió a Dios», se ha hecho una versión teatral: se representa en el Hospital de la Caridad y está teniendo tan buena acogida que ha habido que prorrogarla, más allá de lo inicialmente previsto. En ella aparecen Martínez Montañés y Juan de Mesa, cuando éste comienza a esculpir el Jesús del Gran Poder. No cabe mejor tema.

En la última fotografía suya que he visto, Fernando aparece, con los miembros de la compañía de teatro, en uno de los hermosísimos patios de la Caridad, delante de los azulejos flamencos y de la fuente, muy cerca de las «Postrimerías» de Valdés Leal («In ictu oculi», como él se ha ido), de la delicada dulzura de los cuadros de Murillo y de los rosales, plantados quizá por don Miguel de Mañara, que florecen cada primavera. No cabe mejor lugar.

Recordaré a Fernando Carrasco muchas veces. De modo especial, en esta Semana Santa, cuando me arrodille delante del Gran Poder. Y, pocos días después, cuando salude a sus padres, a la puerta de la Plaza de los Toros; y, luego, desde la terracita, vea caer la tarde sobre el río... Pero ya no será su voz cordial la que me diga el espacio de que disponemos, esa tarde, para la crónica taurina, en su tan querido ABC de Sevilla.

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