En la estela de Sondheim
La huella de Stephen Sondheim en el teatro musical es alargada; muy alargada. Tras la estela de su música y sus obras han surgido en Estados Unidos un puñado de autores -desde Adam Guettel a Michael John Lachiusa- que, cada uno desde su propia manera de hacer, y con formas completamente diferentes, exploran un terreno que el influyente compositor plantó y abonó por primera vez. Entre esos «sondheimnianos» está Adam Gwon, cuyo primer musical, «Ordinary Days», es también su mayor éxito.
«Ordinary Days» ha llegado a Madrid (ya se estrenó en Barcelona hace unas temporadas) convertido en «Un día cualquiera». Se trata de una pieza de pequeño formato (nada que ver con los grandes espectáculos con los que se suele asociar al género); y sigue, también, un camino tomado por algunos autores del género: contar historias cotidianas, urbanas, solo a través de las canciones.
Cuenta «Un día cualquiera» la historia de dos parejas de jóvenes que viven en Nueva York; una la forman un chico que se gana la vida cuidando al gato siamés de un gran artista y una estudiante que escribe su tesis doctoral sobre Virgina Woolf. La otra pareja son dos novios que acaban de irse a vivir juntos. Las peripecias, los encuentros -y desencuentros-entre ellos acaba en un empalagoso final feliz; toda la obra, al fin y al cabo, está lleno de filosofías ingenuas, naïf y de andar por casa, muy «feel good» (sentirse bien, en inglés).
El montaje, tan bienintencionado como modesto, crecerá a buen seguro con las funciones -tiene mucho que mejorar, entre otras cosas el sonido-, y en él destaca, con una sobresaliente vis cómica y una excelente gama de matices, Laura Enrech.
