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Tamara Rojo y Akram Khan, en la coreografía «Dust» - Arnaud Stephenson

Tamara Rojo trae a España el recuerdo de la Primera Guerra Mundial

El English National Ballet, que dirige la bailarina española, presenta «Lest we forget», un programa dedicado a la contienda

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Hace poco más de un año, el English National Ballet estrenó en el Barbican Theatre de Londres un programa titulado «Lest We Forget» («Para que no olvidemos»), con el que el conjunto que dirige la española Tamara Rojo conmemoraba el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial: «Esa contienda tiene una gran importancia en el Reino Unido. Raro es el día en que no se encuentra un artículo, un programa, un documental o una reflexión sobre la Primera Guerra Mundial, y la sociedad está impregnada por su recuerdo».

« Lest We Forget», que la compañía británica presenta a partir del jueves 28 en los teatros del Canal -con las entradas ya agotadas- lo integran tres piezas de tres coreógrafos británicos: «No Man’s Land» («Tierra de nadie»), de Liam Scarlett, con música de Franz Liszt; «Firebird» («El pájaro de fuego»), sobre la partitura de Igor Stravinski; y «Dust» («Polvo») de Akram Khan con música de Jocelyn Pook.

La Orquesta Sinfónica Verum acompañará desde el foso a los bailarines.

Creadores actuales

Fomentar el trabajo de los creadores actuales es una de las columnas sobre las que se asienta el trabajo de Tamara Rojo al frente del English National Ballet. En este caso se ha construido el programa en torno a un hecho histórico, «pero no ha de ser siempre necesariamente así -explica la bailarina-. La próxima temporada, tres coreógrafas -Aszure Barton, Annabelle López Ochoa y Yabin Wang- crearán tres piezas con el lema “She said” (“Ella dice”). Intentamos combinar en la danza el lenguaje visualmente bonito con una emoción profunda».

El repertorio tradicional es la otra línea de trabajo del English National Ballet. «Somos una compañía clásica -argumenta Tamara Rojo-, y nuestra intención es seguir presentando el repertorio clásico al más alto nivel. La temporada próxima vamos a presentar “Romeo y Julieta” -en la versión de Rudolf Nureyev-, “El corsario” -que llevaremos a la Ópera de París; “Cascanueces” y “El lago de los cisnes”».

Público de hoy

Tiene Tamara Rojo una obsesión: presentar estos títulos desde una óptica contemporánea: «Muchas veces, en el ballet, se olvidan la narrativa -se está contando una historia- y la disciplina musical en favor del virtuosismo. Y yo quiero hacer lo contrario -dice segura-. Creo que tenemos que ser un poco más disciplinados en este sentido, y no olvidarnos de la música y de la narración. Debemos tener respeto por la historia y por la música. Eso implica investigación en las obras y mirarlas desde un punto de vista contemporáneo para ofrecérselas al espectador de hoy. El ballet no puede estar desconectado de otras artes como el cine o el teatro, que buscan nuevos lenguajes y formas de expresión; al contrario, debe nutrirse de ellos». No cuenta en este aspecto con un apoyo unánime. «Debemos convencer a los más tradicionales de que hay que reinterpretar los ballets; pero me encuentro con coreógrafos reacios a tocar sus creaciones. Son partidarios de cortar la historia o editar la música, pero nunca su trabajo. Creen que son los únicos en la danza con derecho a opinar; es muy frustrante. Creo que en la industria de la danza deberíamos hacer una reflexión muy seria sobre este asunto».

Ha utilizado Tamara Rojo una palabra tabú dentro del mundo de la escena (al menos en España): industria. «Es que yo no tengo complejos a la hora de decir que somos un arte y también una industria. Es más, si no conseguimos llenar las butacas de los teatros y traer al público a nuestros espectáculos, el arte no sirve para nada, se convierte en algo autoindulgente. Por otra parte, tener autosuficiencia económica permite una libertad creativa muchísimo mayor».

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