Christian Escuredo, Mariano Peña y Jaime Zatarain, en una escena del musical
Christian Escuredo, Mariano Peña y Jaime Zatarain, en una escena del musical - BELÉN DÍAZ

«Priscilla, reina del desierto»: una alocada aventura musical

Se estrena en España el musical, de origen australiano, protagonizado por Mariano Peña

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Un autobús de cinco toneladas, movido por veinticinco motores y gestionado por cincuenta ordenadores; medio millarde excéntricos e imaginativos trajes, doscientas pelucas y tocados; ciento cincuenta pares de zapatos, tres divas que emergen del cielo, un puñado de los mayores éxitos de la música discotequera, de Donna Summer a Gloria Gaynor, pasando por Village People o Madonna... Son el envoltorio de «Priscilla», un musical de origen australiano que acaba de aterrizar en Madrid, y cuyo corazón es la historia de un viaje marcado por la incertidumbre. El viaje de tres drag queen (una de ellas transexual): Tick, Felicia y Bernadette, a bordo de un extravagante autobús, que cruzan el desierto australiano para que uno de ellos pueda conocer a su hijo, de seis años.

«Priscilla» nació hace veinte años en el cine, en una película de Stephan Elliott que protagonizaron Hugo Weaving, Guy Pearce y Terence Stamp. En 2006 se estrenó en Sidney el musical basado en la película, que se ha presentado después en Londres, Nueva York y cerca de una decena de países más. Ahora llega a España (la producción es la misma que pudo verse en el West End londinense) de la mano de sus creadores originales, con dirección de Simon Philips. Mariano Peña, Jaime Zataraín y Christian Escuredo encabezan un reparto que incluye también a David V. Muro, Patricia del Olmo, Rosanna Carraro, Aminata Sow, Noemí Gallego, Susan Martin, Cristina Rueda y Alejandro Vera. Julio Awad dirige a una banda de nueve músicos en el foso. La versión española del musical la ha realizado Miguel Antelo y la dirección artística la firma Ángel Llácer. La apuesta de los productores españoles es evidentemente fuerte, y ha obligado, entre otras cosas, a romper la fachada del Nuevo Teatro Alcalá, a reforzar el escenario y a desmontar completamente el patio de butacas para poder meter en el teatro el autobús. Además, ha sido preciso contratar una licencia militar de seguridad para que ninguna interferencia pueda estorbar el normal funcionamiento del autobús. En total, cerca de tres millones de presupuesto.

Mariano Peña, que encarna a Bernadette, un transexual cincuentón que añora los tiempos en que se apreciaban los buenos playbacks, define la obra como un «canto al amor y la amistad en medio de una auténtica explosión de éxitos». Christian Escuredo (Felicia) asegura que el musical «transmite optimismo y felicidad», mientras que Jaime Zataraín (Tick) explica que los tres protagonistas son «personajes cómicos pero delicados, y que es una obra hecha y dirigida desde el corazón».

Y es que, mientras la parte gestora de la producción subraya sus cifras y su escaparate, la parte artística va más allá del envoltorio. «La frivolidad del espectáculo -dice Llàcer- es solo aparente, ya que detrás de la purpurina, las lentejuelas, las luces y las plataformas nada es frívolo, todo tiene un fin, que no es otro que la felicidad. Los protagonistas se deshacen de sus ataduras y etiquetas, mostrándose tal y como son, y así son felices».

La música tiene un papel fundamental en esta obra, con canciones como «I will survive», «Material girl», «Go west», «I will survive», «It’s raining men» o «Hot Stuff», que se han traducido solo cuando la letra es parte fundamental de la trama. En el resto de las ocasiones se canta en el idioma original. «Para nosotros la música tomó el papel de la cámara de cine-dice el director, Simon Philips-: baladas para sustituir a los primeros planos, himnos para las vastas cuencas desérticas, y muy elaboradas explosiones musicales para los cambios de escena. A través de la elección de las canciones se pone de relieve la búsqueda del amor, el compañerismo y la defensa de la identidad que conforma el delicado viaje interior de los protagonistas».

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