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«Las ratas acabaron con la Sevilla llena de luz y de magia, valiente y emprendedora»

Guionista de cabecera de Alberto Rodríguez, Rafael Cobos también lo ha sido de la «La Peste»

El guionista sevillano Rafael Cobos RAÚL DOBLADO

FÉLIX MACHUCA

P - Cuando le dicen que hay que escribir un guión sobre la peste, ¿cómo reaccionó?

R - La idea partió de Alberto y de mí. Por lo tanto, no nos pilló por sorpresa a ninguno. No fue ningún encargo y no hubo desconcierto.

P - ¿Pensó en contar una historia en extremo dramática, acaso con ribetes de novela negra, quizás una historia de sobrevivientes? ¿En qué pensó?

R - Pensamos en hacer una novela negra, un «thriller», que nos permitiera desarrollar una historia lúdica y entretenida, para hablar de algo tan duro como fue la peste en la Sevilla de la época.

P - En sí misma es una historia tremenda. Donde sale a flote lo mejor y lo peor de las personas.

R - Es así. Suele pasar en las situaciones extremas.

P - ¿Tuvo algún tipo de pesadillas cuando conoció a fondo la historia?

R - Cuando empezamos a profundizar en la investigación y documentación todo era tan desgarrador y tan duro que necesitábamos tomar aire, respirar a fondo y evitar que la «peste» nos contagiara emocionalmente.

P - Una curiosidad: ¿por qué se habla de la peste del siglo XVI cuando, entiendo, que la serie se basa en la brutal epidemia de 1649, la que dejó a Sevilla en la mitad de su población?

R - Pensamos que al final del XVI Sevilla está en lo más alto de su historia y el contraste con una calamidad tan desastrosa como la peste era más interesante y dramático.

P - ¿Qué episodio de la plaga le causó mayor impacto al documentarse?

R - La imagen de los carneros donde se echaban a los muertos y moribundos, con carros cargados de personas que se depositaban allí, en esas fosas comunes. Igualmente me impactó la imagen del carro cargado de apestados que no puede pasar por una calle angosta y se queda abandonado e impidiendo el paso por allí. Con toda su mortal carga encima.

P - ¿Cómo era la Sevilla anterior a la peste?

R - Una ciudad cosmpolita, culta, emprendedora, valiente y luminosa.

P - Los historiadores hablan de una ciudad alegre, bulliciosa, confiada de sí, aventurera y arriesgada, puerto y puerta de Indias, emprendedora…

R - Todo lo contrario de lo que fue después de la peste de 1649, aunque nosotros, por cuestiones cinematográficas, la hayamos colocado en el siglo XVI.

P - Mantengo que aquel espíritu expansionista y abierto también lo eliminó la peste, para convertirla en una ciudad miedosa y providencialista. ¿Usted qué cree?

R - Cien por cien de acuerdo. Lo cortaría y lo pegaría.

P - No debió ser fácil superar aquel trauma que dejaba mil quinientos muertos diarios en la ciudad cuando los picos de la epidemia fueron más altos.

R - Evidentemente fue un impacto brutal. Si una bomba en Afganistán puede acabar con la vida de cien inocentes en un instante, imagínese lo que es un día y otro con más de mil quinientos muertos registrados y tirados por las calles.

P - Ni tampoco sería fácil olvidar el cinturón sanitario que encerró en sus murallas a una población que no sabía muy bien cómo luchar contra aquella maldición.

R - En esto, como en casi todo en la vida, también hubo clases. Los que pudieron abandonar la ciudad, lo hicieron y se refugiaron en sus casas de campo mucho antes de que la población lo supiera. Aunque Martínez Montañés muriera en la misma.

P - Fue como decir el cielo os abandonó y el rey también. Aviárselas como podáis ¿no?

R - Totalmente.

P - En el siglo III después de Cristo, una terrible pestilencia procedente de Oriente, dejó a la mitad la población del Imperio Romano. Algunos historiadores barajan ese impacto como una de las causas de la caída de Roma. ¿Ve paralelismo con la decadencia hispalense?

R - La epidemia pregona de alguna forma la decadencia de aquella ciudad luminosa, culta, emprendedora y valiente. Las ratas acabaron la magia sevillana.

P - Es cierto que en una de las secuencias tenéis que prescindir de las ratas amaestradas por que no atacaban al personaje y os agenciáis unas «ratas sin papeles», salvajes por decirlo de alguna forma.

R - (Risas) Sí, sí, sí fue así. Las que estaban domesticadas no atacaban y hubo que recurrir a las ilegales, «sin papeles», para darle veracidad al asunto.

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