CRÍTICA DE LA ROSS

La pregunta con respuesta

La comunión que ha alcanzado John Axelrod con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla es admirable

El pianista Markus Schirmer junto a la ROSS dirigida por John Axelrod ROSS

Carlos Tarín

La verdad es que estas últimas actuaciones de John Axelrod están siendo especialmente intensas, alcanzando una comunión con la orquesta admirable . Podrá decirse que coincide con un repertorio afín, que está trenzando como pocas veces hemos visto: Shostakovich (7ª y ahora 5ª sinfonía) y Bernstein , su maestro, y uno de los mejores intérpretes del ruso.

Pero es que la escasamente oída «Sinfonía nº2» de Bernstein coincide con la del de San Petersburgo no sólo en esa ansiedad vital , sino que musicalmente busca variados escenarios, atmósferas (calca el espíritu, la forma y el título del libro de W.H. Auden en el que se basa) para reivindicar finalmente que «lo que queda es la fe».

La «fe» en el Régimen por pánico fue lo que movió a Shostakovich a escribir la 5ª, desde que Stalin criticara su ópera «Lady Machbet» , una sinfonía que para muchos le salvó la vida. Pero también se entienden ambos autores en la manera de resolver esas situaciones, asignando protagonismo a instrumentos o secciones de la orquesta, y además con un lenguaje de figuraciones muy regulares, repetitivas, con frecuencia disonantes y otras románticas (excepto en la sección «La máscara» , en la que el piano más jazzístico renueva un tema de «Un día en Nueva York» , de Bernstein).

Axelrod fue recreando todo esto con un mimo exquisito , con una fuerza solidaria, de manera que incluso cuando sonaba toda la orquesta se podían seguir los temas o los numerosos «ostinati» con toda claridad y, sobre todo, con sentido.

Absolutamente implicado el pianista, que no sufrió apenas con el instrumento, ya que Bernstein prefiere aquí un lenguaje escalístico , motívico, melódico —en fin—, antes que acordal, que es donde «cruje» el piano.

Señalemos la actuación proverbial del flautista Juan Ronda Molina , de intensos y emotivos arcos melódicos, tanto en sus momentos más incisivos, o Daniela Iolkitcheva , de trabajo soterrado, que resultó cenital en sus armónicos al final del tercer movimiento de Shostakovich, junto a la celesta de Postnikova . Dejamos el principio para el final: toda la cuerda tejiendo un manto mágico para que un cuarteto de flautas y una trompeta lejana formulase la pregunta para la que creemos tener respuesta: Axelrod.

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