Concierto

Hombres G y Taburete triunfan en Sevilla con su gira conjunta

«Devuélveme mi joda» reúne a varias generaciones en torno al pop en el Audiotorio Rocío Jurado

David Summers, de Hombres G, durante el concierto de este sábado en Sevilla Raúl Doblado

Fernando Rodríguez Murube

Más de seis mil personas disfrutaron anoche en el auditorio Rocío Jurado de Sevilla de la gira «Devuélveme mi joda», un espectáculo que ha unido sobre el escenario a Hombres G y Taburete, dos bandas madrileñas con estilos muy similares a la hora de interpretar la música pop. David Summers y los suyos son los maestros, mientras que Willy Bárcenas y sus amigos hacen de alumnos tremendamente aventajados.

Los primeros suman más de treinta años de profesión en los que han vendido millones de discos en España y Latinoamérica, mientras que los segundos no han hecho más que arrancar una muy prometedora carrera que en menos de dos años han pasado de tocar en garitos de barrio a llenar las cerca de 17.000 localidades del WiZink Center de Madrid y la mayoría de salas de la geografía española.

De hecho, de las seis mil personas que se dieron cita anoche en La Cartuja, no iría mal encaminado decir que tres mil iban a ver a Hombres G y otras tres mil a Taburete. El relevo generacional está cantado. No obstante, David Summers y los suyos demostraron anoche que pese a su veteranía tienen cuerda para rato, haciendo disfrutar de lo lindo a su fiel parroquia de seguidores.

Abrieron fuego los Taburete con una actuación de casi una hora en solitario —salvo un par de canciones en las que colaboró Summers— que hizo vibrar al público, especialmente al más joven, con temas como «Distrito DF», «Dr Charas», «Kaiserslautern», «Hijos del sol» o «El rey del contrabando». Los madrileños convierten lo pijo y canalla en una virtud doméstica y con pamela que han sabido vestir de festivo anzuelo en el que uno tras otro va picando una legión de fans que crece a velocidad de crucero.

Luego llegó el turno de los Hombres G, que repasaron su extensa trayectoria encadenando temas tan famosos como «Chicas cocodrilo», «Suéltate el pelo» o la emotiva «Te quiero», que el vocalista dedicó a su madre, presente en el concierto. Éxitos que hicieron vibrar a varias generaciones en los años ochenta y que ahora, tres décadas después, aún palpitan, son indelebles y funcionan de maravilla en directo.

La tercera parte del concierto fue, sin duda, la más espectacular. Con los dos vocalistas interpretando a dúo, salió a relucir todo el arsenal pesado de ambas bandas, provocando la locura colectiva entre los presentes. Así, encadenaron «Temblando», «Walter Palmeras», «Mariposas», «Marta tiene un marcapasos», «Amos del piano bar» y «Visite nuestro bar», dejando para los bises «Sirenas», «Sufre mamón», «Caminito a Motel» y «Venezia».

Una vez narrado lo sucedido sobre el escenario durante las casi tres horas que duró el concierto, merece un capítulo aparte lo sucedido en las gradas del Rocío Jurado. Y es que obviando las conclusiones irrefutables que se pueden extraer asistiendo a unos cuantos conciertos en lo referente a tendencias musicales, estéticas e, incluso, intelectuales de la población joven, también cabe destacar que resulta más que patente que el ambiente de los conciertos es un termómetro bastante fiable de lo que interesa, ocupa y preocupa a jóvenes y no tan jóvenes más allá de lo estrictamente musical.

En este sentido, y haciendo un somero repaso de los conciertos con más público organizados este año en Sevilla (los celebrados en grandes recintos como el estadio de La Cartuja, el auditorio Rocío Jurado, o el FIBES), es fácil recordar que en la inmensa mayoría de ellos (Dani Martín, Juan Luis Guerra, Ricky Martin, Sabina, Melendi o Vanesa Martín) afloraron entre el público no pocas banderas de Venezuela —y ninguna española—; y en los celebrados este último mes (Miguel Bosé, David Bisbal o Maluma), ondearon las de México y Puerto Rico. Tres países que por diferentes motivos atraviesan momentos muy delicados y a los que el público hispalense ha querido mostrar su apoyo de manera simbólica.

Pues bien, anoche llamó poderosamente la atención el hecho de que decenas de jóvenes (contabilicé un centenar, pero era fácil intuir que había muchos más) disfrutaran del espectáculo «Devuélveme mi joda» envueltos en banderas de España, y otros tantos con ella amarrada a la cintura. Incluso, el público coreó de manera espontánea el cántico que se hizo famoso tras el éxito de la selección de Luis Aragonés en la Eurocopa de 2008 «Yo soy español, español, español», como si en esta ocasión el apoyo fuera hacia ellos mismos, sintiendo que ahora es su país el que atraviesa un momento delicado. Retazos de actualidad que emergen al abrigo de la música.

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