ENTREVISTA A EDUARDO RODRÍGUEZ RODWAY

Eduardo Rodríguez, del grupo Triana: «Éramos los hijos del agobio y del dolor, soñábamos con una España de colores»

El único integrante vivo de la mítica banda Triana recibe a ABC en Los Caños de Meca, donde vive hace 30 años

Eduardo Rodríguez Rodway lleva 30 años viviendo en Los Caños de Meca F.R.M.

Fernando Rodríguez Murube

Eduardo Rodríguez Rodway es una leyenda andante. Es el único integrante vivo de Triana, el grupo con el que escribió junto a Jesús de la Rosa y Tele Palacios muchas de las páginas más memorables de la historia del rock español y con el que revolucionó la música patria en los años setenta y ochenta vendiendo más de 4 millones de discos (alcanzando los primeros puestos en países como Estados Unidos y Japón y obteniendo 5 discos de oro y 3 de platino).

Este sevillano nacido en 1945 se alejó de los focos hace tres décadas, poco después de la disolución del grupo tras el fallecimiento de Jesús de la Rosa, para instalarse en Los Caños de Meca (Cádiz).

Conversar con él cara a cara mientras tomamos cervezas en las playas de su idílico refugio gaditano , fue un sueño de juventud que ahora, años más tarde, esta bendita profesión ha podido hacer realidad.

Con el continente africano en el horizonte, y la terapéutica invitación a la abstracción y el hedonismo que supone la bella musicalidad del ir y venir de las olas como banda sonora de fondo, divagamos durante numerosas horas (divididas en dos tardes) acerca de lo divino y de lo humano.

Siempre generoso y sincero en sus respuestas, Eduardo me confiesa incontables anécdotas de las giras, de sus inicios, de los orígenes de Triana, de la España de la transición, historias con Silvio Fernández Melgarejo (al que él llama cariñosamente «Silveti»), de su amor por el ecologismo y la meditación y, cómo no, por su queridísimo y añorado amigo Jesús de la Rosa.

Aunque su segundo apellido sea extranjero (Rodway), usted es sevillano de pura cepa, ¿verdad?

Sí, nací y viví en la Puerta Carmona. Aunque mi padre era de La Campana y mi abuelo materno era de London City. Mi familia estaba muy arraigada en las tradiciones sevillanas. Mi padre fue imaginero y mi tío era el escultor e imaginero Antonio Illanes, autor entre otros, de La Lanzada o El Porvenir.

¿Usted también se interesó por el mundo cofrade?

Que va. Ni me iba mucho el ambiente tradicionalista de la ciudad, ni aguantaba el chovinismo sevillano. A mí lo que me llamaba era la música. Puedo decir sin miedo a equivocarme que fui de los primeros que empezó a tocar rock and roll en Sevilla, allá por 1963.

Sus inquietudes no casaban mucho con lo que ofrecía la ciudad en aquella época.

Nada. Por eso pronto volé del nido familiar espoleado por la música que llegaba de fuera. Mi primer grupo fue de rock and roll, con un repertorio que se basaba casi en exclusiva en canciones de Elvis Presley. Nos contrataban con mucha frecuencia en las bases militares de San Pablo y de Rota. Los soldados americanos nos regalaban infinidad de discos que les encargábamos previamente. Sobre todo psicodelia y rock anglosajón, que en aquellos años era imposible conseguir en España, y gracias a que los militares se portaban muy pero que muy bien nosotros tuvimos acceso.

¿Y luego?

Espoleado por mis anhelos de libertad y de conocer mundo me marché a París con apenas veinte años. Tras un periodo en el que adquirí conocimientos y experiencias, regresé a España para comenzar mi andadura con Los Payos. Varios años de éxito comercial —con «María Isabel» como canción estrella— en los que ya empecé a dejar pinceladas de lo que llevaba dentro con temas como «Adiós, Angelina», una versión rumbera de un tema de Bob Dylan.

«Venirme a Los Caños fue un acertado y necesario ejercicio de reflexión en mi vida»

Este mes cumple treinta años viviendo en Los Caños de Meca. Ha echado raíces.

En este pequeño paraíso me encuentro perfectamente acomodado. Me llevé 30 años acostándome a las 5 de la mañana y terminé muy quemado del tema de la farándula. Venirme a Los Caños fue un acertado y necesario ejercicio de reflexión en mi vida que me ha aportado paz y felicidad, además de ofrecerme la posibilidad de reencontrarme conmigo mismo. Aquí he conectado con la naturaleza. A mis 73 años me siento con muchísima fuerza, y estoy convencido de que esto es fruto de mi rica vida interior. Todo transcurre en silencio y en armonía, muy pocas cosas son inarmónicas en mi vida. Cada vez me cuesta más salir de aquí. Fíjate, cuando voy a Sevilla me siento como un bicho raro, me chirría muchísimo el ruido, pero muchísimo. Además, aquí me harto de reír, la gente tiene mucho arte y sentido del humor.

¿Y qué música escucha?

No tanta como pudiera esperarse. Porque yo cuando me pongo música estoy concentrado en ella. No puedo hacer otra cosa, entro casi en trance. Escucho a los clásicos de mi época, sobre todo flamenco, que me apasiona, y especialmente a Paco de Lucía, mi maestro. La música de ahora no me gusta, parece que la creatividad se ha acabado. Sin ir más lejos, pienso que el rock andaluz está estancado, puede y debe avanzar. En nuestro género mis amigos de Zaguán son los mejores a día de hoy, este grupo sí es muy bueno.

Pues sí que pinta mal el panorama actual.

Es que no veo un movimiento musical como fueron los de The Beatles o Ray Charles en su momento. Porque el reguetón no puede ser considerado como tal. Es lo más chabacano que he oído en mi vida, algo que, sin duda, no es más que el fiel reflejo de la imperante carencia de valores en un importante porcentaje de las nuevas generaciones, que se rigen por peores códigos de conducta que sus padres y abuelos.

Sin embargo, vuestros temas siguen emocionando y tocando el alma generación tras generación. Es una música que ha envejecido fantásticamente bien, que tiene solera. Buena muestra es que el grupo cuenta con más de un millón de oyentes al año en plataformas como Spotify. ¿Dónde considera que radica el secreto de Triana?

Yo noto por todas partes que se nos sigue teniendo un cariño y una admiración enormes. Triana tiene una esencia única, y gracias a ella conseguimos triunfar con una apuesta auténtica y original. Hacíamos una música universal apoyada en unos textos preñados de sensibilidad onírica y con un marcado y sencillo mensaje hacia lo humano.

Eduardo Rodríguez, Jesús de la Rosa y Tele

Además, llamó la atención la singularidad de una propuesta de rock progresivo con raíces cien por cien andaluzas.

Exacto. Los tres traíamos influencias musicales similares: The Doors, Pink Floyd, King Crimson, Jimmy Hendrix… Pero también Camarón, Paco de Lucía, Bambino, etc. Ya estaba bien de copiar patrones extranjeros cuando nosotros teníamos los nuestros. Defendimos nuestra identidad con lealtad y cariño, reivindicando lo andaluz más allá de los tópicos.

«Pertenecíamos a una generación adocenada»

También supongo que influyó el momento que atravesaba el país, la transición.

Por supuesto. Veníamos de una España gris y casposa, fracturada y que había sufrido, entre otras cosas, un corte cultural de cuarenta años. Pertenecíamos a una generación adocenada, la de la posguerra, por un régimen dictatorial en el cual a la gente como yo, que tenía el pelo largo, se nos perseguía como si fuéramos bandidos. Fíjate que no podía ni darle un beso a mi novia en la Plaza de España, ¡estaba prohibido en la vía pública! Odio las dictaduras, tanto las de derechas como las de izquierdas, porque fíjate la que están liando ahora Daniel Ortega en Nicaragua o Maduro en Venezuela. En aquella época tan complicada conseguimos transmitir un mensaje de libertad. Nosotros éramos los hijos del agobio y del dolor y soñábamos con hacer una España de colores.

¿Cuál es el germen de ese sueño llamado Triana?

Tras mi etapa en Los Payos me encontraba meditando nuevos proyectos. Un día, en 1973, tuve la enorme fortuna de que apareciese por mi casa de Madrid Jesús de la Rosa acompañando a mi amigo Rafael Marinelli (Alameda). Jesús venía de haber estado con Los Bravos intentando algunas cosas, pero le decían que tenía mucho acento andaluz. Ellos se lo perdieron [Risas]. Yo lo conocía un poco de Sevilla, pero fue en Madrid donde comenzamos con una relación más fluida, y enseguida conectamos. Cuando empezamos a cantar y a tocar en mi casa, pensé: «Este no se me escapa». El proyecto lo iniciamos Jesús y yo sin ni siquiera tener nombre.

«La primera vez que actuamos fue en un programa de Jesús Quintero en Radio Nacional»

¿Recuerda la primera vez que actuaron juntos?

Sí, por supuesto. Esto no lo sabe mucha gente, pero la primera vez que tocamos fue en Madrid en un programa que Jesús Quintero tenía en Radio Nacional de España. Nos llevó sin que tuviésemos disco, ni nombre, ni nada de nada. Nos hizo una entrevista y tocamos «Señor Troncoso», un tema que ya traía Jesús de antes.

¡Vaya! Jesús Quintero entrevistando a Triana en los años setenta. ¿Cuánto valdría esa entrevista ahora?

Pues imagínate, ojalá pudiera escucharla alguna vez. Para mí tendría un valor incalculable.

Eduardo firma un autógrafo F.R.M.

Y más tarde se incorpora Tele.

Sí. Necesitábamos un batería, pero no nos poníamos de acuerdo en la persona. Yo reivindiqué a Tele, que era un pedazo de batería y ya lo conocía de haber tocado conmigo en mi etapa de Los Payos. «Tiene compás y tiene arte, aunque he de advertirte que su carácter es un poco complicado», le dije. Finalmente Jesús confió y aceptó mi propuesta.

¿En qué momento se percataron de que lo que hacían era diferente y que podía revolucionar el rock español?

No hay mejor juez que uno mismo. Desde que empezamos con las primeras canciones percibimos que era algo especial. Ensayábamos en un garaje que tenía en Madrid, que yo mismo había convertido en un local de ensayo cubriéndolo de cartones de huevo para insonorizarlo y usando un magnetofón antiguo que me había traído de un viaje a Venezuela. Los dos primeros temas que grabamos fueron «Recuerdos de una noche (Bulerías 5x8)» y «Luminosa mañana»; y cuando los escuchamos por primera vez nos miramos como diciendo «vaya pasada». Nos llevamos una hermosísima sorpresa. Era una cosa nueva que aunaba tradición andaluza y modernidad.

¿Cómo fueron los inicios del grupo?

Al principio fue muy duro porque tuvimos muchas dificultades económicas. No teníamos dinero suficiente para vivir en Madrid y buscar estudio de grabación, pero no nos importó, teníamos alma de luchadores. Éramos jóvenes, valientes y con muchísimas ganas. Nuestro primer LP empezamos a grabarlo en 1974 y salió en abril del 75. De aquel trabajo, «El Patio», vendimos solo 19 copias; con el tiempo empezamos a actuar y el boca a boca nos dio la promoción que las discográficas nos habían negado en un principio. Al cabo del tiempo «El Patio» vendió más de un millón de ejemplares.

¿Cuál es el disco que más le gusta de Triana?

«El Patio» es sensacional, muy redondo; «Hijos del Agobio» es brillante y rezuma libertad; y «Sombra y Luz» fue investigativo al máximo. El último, «Llegó el día», no lo escucho porque me invade la nostalgia y me pongo muy triste. No sabría por cuál decantarme, la verdad, es difícil elegir entre seis hijos.

¿Y la canción?

Probablemente «Sé de un lugar». Es un tema sublime con letra de Jesús que me encanta sobre todo por la parte onírica y ecologista: «Sé de un lugar donde brotan las flores, donde el río y el monte se aman, donde juegan los peces junto a ti, donde la lluvia cae y riega la tierra que se nos dio».

«Nuestro productor y amigo Gonzalo García Pelayo decía que nuestros conciertos eran de "vela y oratorio", porque creábamos un ambiente íntimo y especial»

¿Cómo eran los conciertos y las giras de Triana?

Llenábamos en todos sitios y generábamos verdadera veneración. En el escenario éramos muy serios. Tocábamos sentados, apenas había movimientos. Presentábamos los temas y poco más. Nuestro productor y amigo Gonzalo García Pelayo decía que nuestros conciertos eran de «vela y oratorio», porque creábamos un ambiente muy íntimo y especial. La verdad es que todo iba genial, fue la etapa más feliz de mi vida.

Hasta que llega la tragedia del accidente mortal de Jesús en 1983, en la carretera de Burgos cuando regresaba de un concierto benéfico en San Sebastián. Una verdadera desgracia.

Éramos un grupo de giras cortas porque había que reponerse de los viajes. Ten en cuenta que las carreteras eran muy malas y viajar nos causaba muchísimo respeto. No solo cayó Jesús, en aquella época también se quedaron en la carretera un montón de artistas, como por ejemplo Cecilia o Nino Bravo. Además, Jesús no era un buen conductor. Él y yo siempre íbamos juntos a los hoteles, en el coche y demás, y un día me dio dos sustos… Me enfadé y le dije que si continuábamos viajando juntos tenía que conducir yo. Como él seguía en sus trece de querer ponerse al volante, tomamos la determinación de hacer los desplazamientos por separado. Al final pasó lo que pasó.

¿Qué supuso aquello para usted y para el grupo?

Imagínate. La muerte de Jesús fue un golpe durísimo para mí. Una pérdida irreparable. Principalmente perdí a un amigo, a un compañero de una enorme calidad humana. Y además, cómo no, perdimos a un artista inigualable. Desde el primer momento tuve claro que Triana había terminado.

«Habíamos pactado que si fallecía algún componente del grupo, Triana desaparecía»

¿Habíais pactado algo respecto a la disolución del grupo?

Sí, parece que Jesús lo auguró. Un par de años antes del accidente, saliendo de un concierto en Granada, Jesús nos abrazó a Tele y a mí y nos dijo: «Si alguna vez tenemos un accidente y muere uno de nosotros tres se termina Triana, ¿estamos de acuerdo?». A Tele y a mí nos pareció bien. Lo prometimos, hay testigos. Se me ponen los vellos de punta al recordar aquel momento.

¿Podía imaginar que, una vez disuelto el grupo, casi una década después, Tele retomaría Triana por su cuenta e, incluso, firmaría discos bajo este nombre?

A Tele siempre lo he defendido como artista, pero hubo momentos en los que como persona dejó mucho que desear. Suplantó la identidad de Triana. Con lo del grupo me dio una puñalada que no sangró pero que me dolió muchísimo, porque me traicionó a mí y traicionó a Jesús.

Incluso después de la muerte de Tele, actualmente hay un grupo que sigue usando el nombre de Triana. Usted interpuso una demanda.

Sí. Esa usurpación de la identidad es algo muy doloroso. Ese tema está en manos de mis abogados y no quiero hacer ningún tipo de declaraciones al respecto.

La familia de Jesús quiere iniciar los trámites para llevar a Sevilla sus restos. ¿Ha visitado alguna vez su tumba en Villaviciosa de Odón?

Yo en esos temas no entro. Es un tema que tiene que decidir exclusivamente su familia. Nunca he ido porque no me beneficiaría, lo pasaría muy mal. Además, no me hace falta, le llevo en el corazón. Me acuerdo de él todos los días. Incluso, un par de años después de su fallecimiento saqué un disco en solitario que iba dedicado a él: «Velo de amor». Dentro del LP hay un tema homónimo que es claramente un lamento y un recuerdo hacia mi querido Jesús de la Rosa.

Momento de la entrevista F.R.M.

El próximo 2 de noviembre se descubrirá una placa en la casa natal de Jesús de la Rosa. Se le homenajeará durante todo el día con diferentes actividades. ¿Asistirá?

En principio quiero ir, claro. Si no surge ningún imprevisto estaré presente en este homenaje tan sumamente merecido.

Para ir terminando, hablemos un poco de futuro. ¿Cabe la posibilidad, por remota que sea, de que Eduardo Rodríguez publique nuevas canciones?

Puede ser, ¿por qué no? Aunque no entra en mis planes a corto plazo, tampoco me quiero cerrar la puerta a sacar algún material nuevo. Tendría que dejar volar mi imaginación y desprenderme del mundanal ruido en busca de algún paraíso que contemplar. Tengo temas que están muy guapos, pero debería trabajarlos más y ponerme a conciencia con el instrumento, porque tengo un poco de artrosis en las manos y así es complicado tocar la guitarra.

¿Cómo le gustaría que le recordasen las generaciones venideras tanto a nivel personal como musical?

En mi caso creo que ambos niveles se entremezclan. Me gustaría que se me recordara sencillamente como una buena persona, un aprendiz de la vida que siempre actuó con honradez y lealtad, y que jamás faltó el respeto al grupo ni a Jesús. En lo estrictamente musical, prefiero que lo diga la gente, me da un poco de reparo hablar de mí. Sí quiero lanzar el mensaje de que Eduardo Rodríguez sigue siendo rockero andurriano y con flamencura.

Habla mucho de lealtad. ¿Es una de las palabras que mejor le define?

Puede ser. Es que la lealtad es fundamental en la vida, amigo.

Ha sido muy generoso a lo largo de esta entrevista. Muchísimas gracias, Eduardo.

Gracias a ti. Ha sido un placer.

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