Concierto de Alejandro Sanz en Sevilla: La excelsa madurez de una estrella mundial

El artista madrileño hace vibrar a más de 40.000 personas en el Estadio Benito Villamarín

Alejandro Sanz sobre el escenario en el Estadio Benito Villamarín Rocío Ruz

Fernando Rodríguez Murube

La expectación que se vive en las calles aledañas al Estadio Benito Villamarín en los días de partido grande volvió a brotar ayer como flor de un día de primavera (con hechuras de verano). El balón, el Real Betis, no era el motivo anoche, el causante de tanto ir y venir en el barrio de Heliópolis era una de las estrellas musicales más rutilantes que ha dado España a nivel mundial. La calle Tajo cambió los cánticos en clave verdiblanca y las bufandas al aire por un ambiente más pausado, aunque igual de ilusionante. Era el día de Alejandro Sanz , ídolo de masas que llegaba para imponer su ley.

Tras un parón a principios de año, el madrileño de ascendencia gaditana retomó hace menos de dos meses su intensísima agenda de conciertos, haciendo frente a una exigente gira por Latinoamérica que le ha llevado a cantar en países como Panamá, Colombia, Puerto Rico, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala o El Salvador . Es digno de valorar y agradecer que un referente mundial del pop como es él, en plena madurez artística a sus 53 años, no escatime a la hora de ofrecer el mayor patrimonio que posee una figura de la música: sus canciones. Y si es en directo, mejor que mejor.

No obstante, como ocurre en la mayoría de ocasiones, todo acto admirable tiene un reverso, a veces ingrato. En el caso de Alejandro Sanz, anoche se pudo comprobar en su concierto de Sevilla que los rigores de llevar casi un año girando por medio mundo le están pasando factura a su garganta. La voz no fue la mejor, pero sí dio todo lo que llevaba dentro. Y eso ya es mucho, un auténtico potosí. Sobre todo para la fidelísima parroquia de fans que le siguen desde hace décadas y que ya cuenta, incluso, con varias generaciones.

Un buen número de esos incondicionales feligreses se encontraban entre las más de 40.000 personas que se dieron cita anoche en el Estadio Benito Villamarín . Sobradamente conscientes de que el crisol de su obra siempre ha sido su propio corazón, su carisma, a ninguno de ellos, tampoco a los nuevos adeptos, les importó lo más mínimo la irregularidad de su voz. Es consabido desde tiempo inmemorial que disfrutar in situ de un concierto de Alejandro Sanz es apostar a caballo ganador en lo concerniente a las emociones. Y ayer no fue una excepción.

Himnos para el alma

La moneda la cambia quien la tiene, y Alejandro Sanz, en ese sentido, tiene el Banco de España. Es perfectamente consciente de que su sola presencia, su savoir fair, hechiza a los presentes; igual que sabe que en la fragua de su garganta –incluso cuando ésta no está al cien por cien– funde como pocos lo hacen en el universo pop el lamento desgarrado y la dicha arrebatadora del corazón. Unas dotes que anoche puso al servicio del magisterio de su pluma, ésa con la que ha firmado verdaderos himnos para el alma.

Más de 40.000 seghuidores acudieron a la llamada de Alejandro Sanz en Sevilla Rocío Ruz

De hecho, el madrileño facturó un concierto repleto de momentos excepcionales que hicieron vibrar al público hasta el paroxismo. Con ‘No es lo mismo’ , el primero de los innumerables hits que sonaron y con el que descorchó la velada, ya pasadas las diez y media de la noche, hizo que imperara en el templo del Real Betis Balompié una plural exaltación avasallante que cada cual expresaba a su manera. Unos gritando, otros llorando, otros saltando… y otros todo lo anterior a la vez.

Reminiscencias flamencas

Arropado por unos arreglos musicales con claras reminiscencias flamencas, Alejandro Sanz fue dejando que las palabras fuesen brotando sentadas cómodamente en la melodía y el ritmo de su excepcional cancionero: ‘El alma al aire’, ‘Desde cuando’, ‘Mi marciana’, ‘Iba’ y un largo etcétera.

Luego llegó uno de esos instantes que por sí solos merecen pagar una entrada: ‘Cuando nadie me ve’ cantada a dúo con una enorme Niña Pastori. Ovación cerrada. A la que siguió una ‘Amiga mía’ que no le fue a la zaga.

Todas las canciones eran coreadas al unísono por un recinto completamente entregado a la causa, dándose momentos en los que las 40.000 gargantas se apropiaban de la canción, como ocurrió en ’Mi persona favorita’ , instantes que aprovechaba el artista para dosificarse y disfrutar del espectáculo que contemplaba desde el escenario, y en ‘Corazón partío’, ya en la recta final.

Un momento de la actuación de Alejandro Sanz Rocío Ruz

Tras el subidón del mencionado clasicazo del disco histórico ‘Más’ y en menor medida ‘Hoy que no estás’, las luces del escenario se fundieron a negro mientras la banda al completo desaparecía. Poco después, haciéndose de rogar, regresaron Alejandro Sanz y sus músicos, en su mayoría mujeres, para proponer un tramo final de concierto más íntimo, en acústico.

‘Viviendo deprisa’

Bajo este formato el cantautor, ahora sí luciendo incontenible su registro vocal, facturó una deliciosa ‘Viviendo deprisa’ , ‘¿Lo ves?’ (soberbia desde el piano) altamente ovacionadas ambas, para despedir, en principio, la mágica noche con un popurrí integrado por ‘Mi soledad y yo’ , ‘Y, ¿si fuera ella?’ y ‘Ese último momento’ , que entre una lluvia de confetis desataron la apoteosis en el Villamarín tanto como en aquella mítica noche del 12-1 a Malta, o la más reciente, de hace apenas tres meses, del gol de Borja Iglesias en las semifinales de Copa del Rey ante el Rayo Vallecano.

El broche final fue antológico. Alejandro, bético confeso, invitó a subir al escenario al ya mítico y sin igual futbolista Joaquín Sánchez, para que se diera una 'pataíta' flamenca, propuesta a la que se sumó una pletórica Niña Pastori . Un festivo cuadro flamenco que puso punto y final a más de dos horas de espectáculo.

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