Concierto

Bryan Adams en Sevilla: crónica de una conquista inapelable

El canadiense desplegó su impresionante repertorio ante más de 6.000 almas, en un San Pablo que retumbó como en las grandes noches

A. Guillén

Aquellos que siguen proclamando la muerte artística de Bryan Adams no estuvieron anoche en el Palacio Municipal de Deportes de San Pablo . A sus 60 años, el canadiense mantiene más que frescas las virtudes rockeras que lo llevaron al estrellato , un físico envidiable y una voz por la que no parecen haber pasado los años. Además, posee un amplísimo cancionero lleno de éxitos inolvidables que ya quisieran para sí más de tres y cuatro grandes artistas, lo que le permite armar un repertorio en directo que ofrece pocas fisuras.

Así lo demostró anoche en Sevilla, ante unas 6.500 almas , que se entregaron sin reparos a las dos horas de espectáculo. Uno nunca hubiera podido imaginar que el de Ontario aglutinara tal cantidad de seguidores en esta mariana plaza, aunque después de ver de lo que es capaz sobre un escenario, parecen hasta pocos. La media de edad del público rondaría cercana a los 40 años , algo que nadie hubiera creído en el momento en que se apagaron las luces y la gente comenzó a rugir con los primeros acordes. Pasaban 20 minutos de las nueve de la noche y como viene siendo habitual en esta gira, la canción elegida para iniciar el show fue «The Last Night on Earth», incluida en su flamante nuevo disco, «Shine a light». Sin solución de continuidad, sonaron «Somebody» y «Can't Stop This Thing We Started», que ya dejaron bastante claro el guion del concierto.

Adams no necesita de grandes artificios para establecer una sólida comunión con su público . Sobre un sobrio escenario, apenas respaldado por una gran pantalla trasera, el artista se ubicó firme en el centro, flanqueado por su más que inspirada banda, sin más historias, guitarras, bajo, batería y piano. Cinco tipos tocando rocanrol a bocajarro, lo de toda la vida. Y vaya si funcionó. Al inicio de la cuarta canción, ya tenía a todo el personal metido en el bolsillo.

Bienvenidos a «Shine a light tour»

El primer momentazo de la noche . Apenas habían sonado algunas notas del arpegio que marca el inicio de «Run to you» y el palacio se venía abajo. A su término, con el público brindando una ovación unánime, se dirigió por primera vez a todos para entonar en macarrónico español un «buenas noches…, me llamo Bryan Adams» y siguiendo la tónica del concierto, sin apenas parar un segundo, «bienvenidos a Shine a light tour» que dio pie a la canción que da nombre al disco y la gira.

Se notó que es una de las canciones más nuevas y con menos escuchas, que enfrió por un momento a la parroquia menos actualizada y los más dispersos. Un breve espejismo, porque enseguida, sin más que unos segundos entre canción y canción, Adams entonó un suave e inicial «Oh thinkin' about all our younger years», frase que da inicio a otro de sus mayores éxitos, «Heaven» , y la segunda frase ya estaba en las gargantas de las miles de personas que la corearon como si fuese su corazón en ello . El hecho de ser una bellísima balada incitaba a que el público encendiera la linterna del móvil, sustituta de los clásicos mecheros de siempre, como sí ocurrió en otros muchos momentos del concierto, pero hubiera sido imposible porque casi un tercio del pabellón registraba en vídeo la canción con sus teléfonos.

Otra vez rugía San Pablo y Adams no bajaba el pie del acelerador . Sin descanso enchampeló «Go down rockin´», «It´s only love», «Cloud #9» y la machacante «You belong to me». El espectáculo había pasado ya su ecuador, y tras la ráfaga rockera tocaba bajar revoluciones. El artista, como la luna de Lorca, se puso íntimo para abordar otro de sus mayores clásicos, «Have you ever really loved a woman» , tras la que tuvo palabras en memoria de Paco de Lucía.

Solo sobre el escenario, sin más compañía que su guitarra acústica , tocaba repasar temas como «Here I am», o «When you´re gone» , aquel single noventero que el canadiense cantara a medias con la Spice Girl, Melanie C . Y otra vez casi sin tiempo para coger aire, otro de los momentos señalados del show: «(Everything I Do) I Do It for You» . Otra vez móviles arriba y a cantar se dijo. Que el músico estaba a gusto sobre el escenario se venía notando, pero hubo un momento que despejó las dudas de quien todavía las tuviera. La banda interpretaba «Cuts like a knife» y el público coreaba el pegajoso «nananá» frente a una gigantesca sonrisa del artista que no se le borró de la cara en toda la canción . A su término se escuchó el primer «oeoeoé» de la noche, que casi se interrumpió con los compases iniciales de «18 til I die».

Please forgive me, Cristina

Tuvo que esperar un momento Adams frente al micro para que la gente dejara de aplaudir, y entonces lo dijo con una inmarcesible mueca alegre en el rostro: «you are fantastic people» . Daba inicio a un momento que podríamos llamar «by request», o a la carta. El artista arrancó a diálogar con el público y fue tocando varios temas que estos le pedían , fase que se cerró con la petición de Cristina y la interpretación del cantante de «Please forgive me», durante la que insertó varias veces el nombre de la chica medio en broma, pero sellando la seria complicidad con su público.

Para entonces, Adams ya llevaba hora y media sobre las tablas y una veintena de temas a sus espaldas. Tocaba empezar a pensar en despedirse y qué mejor manera que volver a «Reckless» , aquel exitoso disco que lo puso muy arriba en el panorama internacional, y con «Summer of 69» , un fresquísimo himno a la eterna juventud que subyace del libro de estilo del canadiense. La banda al completo se despidió de su público desde el centro del escenario , pero la gente sabía que faltaban los bises, lo que no quitó para brindar un aplauso cerrado y otro fortísimo coreo.

Tampoco se hizo de rogar mucho Adams, que volvió presto al escenario junto a sus músicos para acometer «I Could Get Used to This», otra de las nuevas. Enseguida una versión del clásico «I fought the law» que volvió a revolucionar a una audiencia que ya no bajaba de la catarsis general. Ahora sí que sí había que irse yendo y después de un concierto como este, estaba claro que la despedida no iba a ser de cualquier forma . Pero nadie imaginó el momento tan emotivo que se les venía encima.

Sevilla le cambió la vida

Ataviado de nuevo con su guitarra acústica, el canadiense empezó a contar una historia personal. Una historia de cuando era apenas un niño y vivió durante unos años en Portugal. Su padre , un hombre al que describió como un amante del flamenco puro, lo trajo a Sevilla con apenas siete u ocho años para que disfrutara de «flamenco de verdad» , una experiencia que recuerda con especial cariño porque, según reconoció, «changed my mind» . Así se embarcó con una versión intimista de otro de sus clasicazos, «Straight From the Heart». La ovación cerrada dio paso a los primeros compases de la esperanzadora «All for love», con la que presumiblemente se debería cerrar el show, pero no.

Tras cantarla con el apoyo de miles de gargantas, Adams parecía resistirse a dejar el escenario. Recogió una bandera de España que le habían lanzado desde el público y con ella comenzó a recorrer el escenario de esquina a esquina, tomándose su tiempo para dar las gracias al respetable , y cuando ya nadie lo esperaba, se lanzó al micrófono y cantó una intimista versión de «Let´s make a night to remember», que dejó una ovación inapelable . Ahora sí, visto para sentencia. Poquito más de dos horas de un potente espectáculo musical desprovisto de fatuidades escénicas y repleto de grandes canciones. Y miles de personas abandonando el recinto, un poco más felices que cuando llegaron.

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