Bienal de Flamenco de Sevilla de 2018

El cante vive en las Tres Mil

El lebrijano José Valencia apadrinó al joven cantaor Ismael «El Bola» en una barriada encantada de mostrar su arte

El cantaor lebrijano José Valencia J.M.SERRANO

El flamenco está en cualquier parte, pero en pocos sitios se convive con él de una forma tan natural como en Las Tres Mil. José Valencia acoge al cantaor Ismael de la Rosa, conocido como «El Bola», y los vecinos del Polígono Sur se vuelcan ante el arte.

[ Aquí puedes consultar el programa completo de la Bienal de Flamenco de Sevilla 2018 ]

Antes de comenzar el espectáculo, artistas y aficionados de la zona, jóvenes todos, pasean su gracia por la factoría. Suenan palmas desde el ascensor, un niño llora con un fandango de Camarón en la boca y sus amigos le marcan el tres por cuatro más espontáneo y aterrador. Nadie se ha sentado aún en el patio de butacas, pero a quienes asisten como público ya le duelen las costillas de gritar «oles» . Después llega el protagonista, que le «partió el alma hace unos años cantando por seguirillas» al de Lebrija y hoy lo apadrina con gusto.

Su repertorio es valiente. Entra en Alcalá por el camino más corto de la soleá y comienza un recital de corte clásico y elegante. Triana, la batita de Mairena de tres versos y el remate. Su eco luce moreno y rasgado. Y evoluciona con él de la cantiña a la bulería más lenta y demoledora. Junto a la guitarra de Yerai Cortés, va mostrando letras y recursos que solo guarda quien mantiene una enorme afición. También hay tientos, recuerdos para Pastora, tangos y más bulerías. No sé si parece más a Antonio Reyes o a Agujetas. Qué cosa. Cómo cambia de un estilo al contrario para buscar la reacción del que atento le escucha. En él está la semilla que augura un artista en el futuro .

Esta es la otra cara del barrio de Las Tres Mil. La más interesante, desde luego. La cruz tapada de la moneda que cuesta encontrar en los medios pero que emociona y gusta a cualquiera. En el polígono vive el cante junto a las familias . Y es un acierto que La Bienal nos abra esta ventana a una cultura que, con la misma frescura, puede mostrarse en las tablas.

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