Bienal de Flamenco de Sevilla 2018

¡Qué alegría verte delante, Rafael!

El guitarrista Rafael Rodríguez triunfa en el Espacio Turina con «Dejándome llegar»

Un momento de la actuación de Rafael Rodríguez en el Espacio Turina JUAN FLORES

Marta Carrasco

Empezó por seguiriyas y terminó como quiso. Dijo que no era concertista, y sin embargo hizo un concierto. Dijo también que era algo entre amigos, y eso sí fue verdad porque el público arropó a Rafael Rodríguez «El cabeza» , desde el primer momento. Allí estaban sus amigos del Tiro de Línea, su churrero, al que dedicó un tema, artistas como Rafael Estévez, Valeriano Paños, Milagros Mengíbar, Alberto Sellés , y el recuerdo de su maestro, Ramón Amador , las noches con los Pata Negra en Taberna Pilatos , o cuando se iban con la «guitarrita» y los amigos, a lo que ellos llamaban La cara verde , allá por el paseo de las Delicias. Fue un recorrido por la vida de Rafael Rodríguez que anoche nos brindó una de las grandes veladas de la Bienal de Flamenco, en ese glorioso ciclo que tiene lugar en el Espacio Turina dedicado a los guitarristas.

¡Qué alegría verte delante Rafael!, le gritaron desde el público, y así fue. Empezó con unas variaciones por seguiriyas , delante, sólo, y con el toque clásico, ése que diferencia a la guitarra flamenca del resto: bordón y rasgueo hacia abajo. Y, primera sorpresa, en la malagueña lo acompañó el magnífico saxo de Gautama del Campo , «me pareció que iba bien, vosotros diréis». Y tanto que le iba bien. Sonoridad, limpieza, porque este guitarrista sigue fijando sus dedos en la melodía, al contrario de lo que muchos hacen ahora, fijándose más en la armonía.

La zambra dedicada a sus padres fue acompañada por su hija Isa en la percusión, y a continaución por farruca, una composición que tiene ya unos años, incorporó a otro músico, el primer violín de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, Vladimir Dmitrienco. «Al final el violín avanza y yo me quedo detrás, pero así está bonito», dijo Rafel y le creímos.

En 2008 para el espectáculo «Oro viejo» de Rocío Molina compuso una guajira, y en ese momento otra de las sorpresas de la noche, con la aparición de la bailaora en escena que fue acogida por grandes aplausos. Abanico en mano, y bailándole a la guitarra, Rocío Molina, «aquí viene la gorda», dijo refiriéndose a su embarazo, bailó con el gusto de estar entre amigos y ante la mirada de Rodríguez que casi le iba marcando los pasos.

Y después de este «Malecón» por guajiras vino el...«ahora voy a tocar a gusto y sin reglas», y volvió a los setenta, a sus días de escuchar a Jimmy Hendrix y el rock, no en vano estaba tocando en la Sala Silvio ; se acordó de sus amigos que llevan ritmos de jazz, y de los Pata Negra y se lanzó con dos temas, «La cara verde» y «Taberna Pilatos», a gozar de la música junto a Jimmy González en la percusión, Gautama del Campo al saxo, Vladimir Dmitrienco con el violín y José Manuel Posada «Popo» , al bajo. Y empezó el acabóse con esa guitarra que tiene tan potente sonoridad. La guitarra catártica de Rafael Rodríguez te va llevandohacia arriba sin cesar, tiene embrujo y transmite. Utilizando las armonías del flamenco de toda la vida, sigue haciendo el toque clásico, bordón y toque hacia abajo, que no es ni mucho menos limitado, sino que es el que singulariza este instrumento flamenco.

Grandísima noche, exultante terminaron los músicos y el público. Imagino que al violinista ruso nunca le habían gritado «ole», en un concierto. Al final, el respetable le hizo las palmas y él se sentó y tocando su guitarra les dijo, «seguid, que os acompaño». Noche depurativa y sanadora con la guitarra de Rafael Rodríguez «El cabeza».

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