Los académicos rinden tributo a Carmen Laffón en Madrid

Cuatro meses han pasado desde la muerte de Carmen Laffón, pintora de la luz sencilla, del silencio, que falleció el 7 de noviembre de 2021 en su casa de Sanlúcar de Barrameda a los 87 años. Más tiempo ha pasado, sin embargo, desde su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: veinticuatro años. Lo hizo en 1998 y en su discurso habló de los paisajes protagonistas de algunas de las series pictóricas más memorables de su obra. Paisajes que, como el río Guadalquivir, «me llevan a Sanlúcar de Barrameda, mi otra ciudad, donde empecé a pintar y soñar» , según pronunció en enero del año 2000, cuando tuvo lugar su presentación como académica.

La sede de la institución inaugurada en 1752, ubicada en la madrileña calle de Alcalá, acogió en la tarde de ayer una Sesión Extraordinaria Pública y Solemne en su honor, en la que participaron Tomás Marco , director de la academia; José Luis García del Busto , secretario general; Alfredo Perfecto de Armiñán , vicedirector y tesorero; Begoña Lola , censora; y Jordi Texeidor , presidente de la sección de pintura, pintor y gran conocedor de la obra de Carmen Laffón. Al acto también acudieron, como público, otros académicos, familiares, amigos y admiradores de la artista sevillana. La organista Riyehee Hong inauguró y clausuró el encuentro haciendo sonar en el instrumento las piezas ‘Passacaglia en ré menor’, de Dietrich Buxtehude, y ‘El passacalle primero’, de Juan Cabanilles.

Una persona de enorme delicadeza, también modesta, con la abstracción asimilada en su lenguaje y capacidad para el realismo, de mirada clara, gusto exquisito y una autoexigencia que ha servido de arranque en este homenaje. «El cuadro que tenemos aquí presente, ‘Bodegón oscuro’ , lo entregó a esta casa hace más de veinte años. Tiempo después, mostrando un incompresible reparo hacia él, pidió que se retirara del museo para que lo sustituyeran por la obra que luce en su lugar desde los últimos años: ‘Armario con paño blanco’. El bodegón pasó a ocupar la pared del despacho de secretaría y después la de mi despacho. Ella vino a verla y me dio a entender que la parte de abajo no estaba bien acabada. Su autoexigencia siempre fue extrema», ha recordado del Busto.

«Su pintura no responde a un reflejo de lo que se ve. No sitúa, sino que traslada. No trata de verificar, sino de crear una nueva realidad más abierta» ha explicado Texeidor. Además, «ella entendió pronto y perfectamente la importancia del espacio en que se exponían sus obras. La importancia de los catálogos, de los detalles. También desarrolló la escultura haciendo dialogar a los materiales encontrados in situ en el entorno y a los objetos. Vivió con disgusto la ausencia de mujeres en esta academia y con alegría la incorporación de cinco compañeras. Celebremos su altura en la actividad creadora en toda su dimensión».

Por último, Tomás Marco ha destacado su aspecto humano: «La historia demuestra que ha habido pintores que dejaron mucho que desear. Caravaggio, por ejemplo, y muchos de los más grandes. Ella, al contrario, fue una persona buena, cercana y educada . Poseía una cultura enorme, pero no avasallaba con ella, sino que la tenía para sí. Fue una de las personas más influyentes en el panorama artístico andaluz que le tocó vivir, donde siempre se tuvo en cuenta su opinión. Dicen que los inuits diferencian numerosos tipos de blanco. En la última exposición que trajo a Madrid, ‘La sal’, nos mostró muchos más de los que se pueden nombrar».

Hija Predilecta de Andalucía , su figura será recordada más allá de este acto, lejos incluso de la academia y de cualquier frontera física e intelectual.