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Israel Fernández: «Mi única meta es cantar, expresar y compartir»

El cantaor de Toledo ha grabado una versión de «Vino amargo», de Rafael Farina, acompañándose a sí mismo al piano. Reseñamos el cortometraje «Diego de Morón» y descubrimos la aplicación Flamenco Clapp

El cantaor Israel Fernández ABC

Luis Ybarra Ramírez

Camina de una estancia de la casa a otra con las notas del móvil enmarañadas de ideas y la grabadora llena de algunas de ellas. Las mejores acaban en un pequeño estudio en el que ha registrado, por ejemplo, su versión del «Vino amargo» de Rafael Farina. «La hice antes del confinamiento , simplemente para tenerla yo, pero cuando sucedió todo esto vi que tenía un significado potente que quería dar a conocer. Y ahí está», explica. Su voz es laína y supera los riesgos con solvencia. Podría haber nacido en Chiclana, pero lo hizo, y con orgullo, en Corral de Almaguer , Toledo. Con unos referentes firmes que empiezan por Camarón y la Niña de los Peines y no terminan nunca, se ha sumado a una generación de cantores inquietos a los que por suerte les queda mucho por hacer.

De niño cantaba las cosas que había aprendido de su familia, de origen andaluz: Juanito Villar, La Paquera, Porrina de Badajoz. Y no debían ser malas sus interpretaciones cuando ganó un concurso de la televisión, «Tu gran día», en la categoría infantil, y empezó a recorrer España con Fernando Esteso . Estas líneas son cortas, pero contienen mucha información: «Coincidí con unos artistas en una venta de carretera cercana, les gusté y me cogieron para su gira. Él hacía su número cómico, después salía yo a cantar. También estaba Diego Pantoja». Un espectáculo que lo introdujo con naturalidad en su profesión, a la que él se refiere como «un modo de vida».

Israel Fernández tiene metas breves y mayúsculas: «Cantar, expresar y compartir. Ayudar a alguien a través de la música, que la haga suya, que le llegue. Por esa razón me acuesto a veces a las cuatro de la mañana componiendo, practicando, tocando la guitarra y el piano». La mayor parte de las letras de su próximo disco, el cuarto ya, son suyas. Con el guitarrista Diego del Morao se ha embarcado en una aventura que llamará a los más cabales por septiembre .

Se reserva un ojo en el pasado y otro en el presente y en lo que cada uno cree que será el futuro, avanzando por inercia, pero fantaseando a su vez con mantener conversaciones con personajes que no pertenecen a su tiempo . Charlas en los cafés cantantes, a las puertas de un teatro de la ópera flamenca... El runrún de los románticos no cesa y, de alguna forma, se refleja cuando se suben al escenario y al arrimarse a un micrófono. Él no tiene mucho más que la certeza de haber nacido para esto y el objetivo de seguir haciéndolo, cada vez mejor, hasta que le dejen. Sus proyecciones están enraizadas en todo lo anterior, base sin la cual resulta absurdo comprender un arte que se esconde debajo de la piel y de la tierra. El vino a solas sabe amargo, pero Israel Fernández parece tener la fórmula para darnos con gusto de beber.

«Diego de Morón», de Julián Azcutia y José Manuel Sánchez Navas: un instante

No suenan más que su voz y su guitarra en este cortometraje que se adentra en su figura. Disponsible en el canal de Youtube Knobloch Strings y con poco más de seis minutos de duración, parece un planteamiento idóneo para acercarnos a la sonanta extraña y desgarradora de Dieguito de Morón, discípulo y heredero del golpe moreno de su tío Diego, con el que por escrito a veces tan solo le diferencian por el diminutivo.

No nos habla aquí de su carrera, sino de su relación con el instrumento . Así trata de ponerle palabras a lo que él hace y después lo hace para que las palabras cobren sentido. Su rostro desajustado al tocar no es un vehículo, sino una consecuencia de los sentimientos que se le agolpan en las cuerdas. Frunce el ceño, eleva el labio superior, se retuerce, las melodías se le detienen certeras en la mano izquierda y con la derecha, a base sobre todo de alzapúa y rasgueo, arma una leyenda fugaz y a la vez lejana y personal. Una explosión de cosas que duran un instante y valen para siempre. Todas juntas, directas, oscuras.

El guitarrista de Morón no ha grabado demasiado, ni ha concedido muchas entrevistas, ni ofrecido excesivos recitales. Por eso, su testimonio, con el pecho claro y la bajañí a su regazo, tiene un gran valor . El grupo Triana, el auténtico, participó en uno de sus álbumes, y con la adaptación de un tema de Atahualpa Yupanqui por bulerías, «Aire fresco», se apaga este documental en el que la comunicación trasciende hasta dejar la música al desnudo. Lo extraordinario no se supedita a ninguna época.

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