Desalia 2019

La vida no es sueño, pero se le parece (a veces)

La última edición de Desalia se inundó de trap con Bad Gyal y de gamberrismo pop con Carolina Durante

Una imagen del concierto de Bad Gyal en Desalia 2019
Bernardo Álvarez-Villar

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A estas alturas del siglo XXI sabemos que la vida no es sueño, pero a veces se le parece. Es decir: hay momentos en los que la realidad coincide con Instagram, sobre todo si te esfuerzas mucho para que así sea (y lo parezca). Por ejemplo, poniendo música bailable a jornada completa en primera línea de playa, o convirtiendo una mesa de dj en una suerte de gallo cantor para avisar al personal de que empieza un nuevo día. Esto es, más o menos, y en consonancia con su tradición, lo que ha ofrecido la última edición de Desalia , el festival con el que Ron Barceló inunda cada «preverano» las redes sociales. Un festival que no vende entradas, que las sortea o las regala, y que busca, tal y como dicen los organizadores, «crear una experiencia que no se pueda comprar».

Este año, la fiesta desembarcó en Islantilla (Huelva), en un hotel «puntacanesco» para pasmar a cualquiera, y revolucionó la apacible vida de junio de un pueblo que apura sus últimas semanas de calma antes de la llegada de las masas turísticas. Allí, lo dicho: una sinuosa piscina con varios puentes, una palapa para rellenar el vaso de cóctel y una cabina de dj a pie del agua que nunca se quedaba vacía. «Dónde están los mojitos, los mojitos dónde están...», coreaban los más imaginativos, en un quiasmo repetido casi como himno extraoficial del sarao. Y apostillaban: «¡Consumo responsable, consumo responsable!». La guasa, claro, no faltó.

Por allí se dejaron ver algunos de los miembros de la jet set milenial, como Óscar Casas , Mery Turiel , SalvaAvf o Marta Riumbau , que tradujeron sus buenos miles de seguidores en redes sociales en decenas de niños haciendo guardia a la puerta del hotel día y noche para conseguir el ansiado pack de selfie y autógrafo «influencer». Muchos de ellos llegaron desde Lepe, a diez kilómetros del festival, y montaron un sistema de vigilancia que cubría las dos entradas al hotel para que ninguna «celebrity» se escaquease de posar con ellos.

La música

En el apartado musical de Desalia destacaron sobre todo los dj, que se encargaron de buena parte de la cobertura del evento. A los platos se pusieron Juan Paparazzi , Albert Neve , Luc Loren o Yass Cepeda , que llegó a plantarse con su mesa en el comedor para amenizar el almuerzo de los desalieros con sus ritmos. En la noche del jueves, día grande del festival, los asistentes, todos vestidos de blanco, se desplazaron hasta un imponente escenario a orillas del mar para asistir a los conciertos de Lola Índigo y Bad Gyal.

La primera en salir a actuar fue Lola Índigo, que esperó a que anocheciese para sacarle partido a su espectáculo de luces. Junto a cuatro bailarinas la extriunfita firmó una actuación más visual que musical, volcándose sobre todo en la ejecución de una vertiginosa coreografía. Muy diferente fue el número de Bad Gyal , una chica de barrio barcelonesa que no renuncia a su estilo bizarro y descarado ni ante las audiencias más multitudinarias. En la memoria de los asistentes quedará grabado el desgarrador (o descacharrante, según se mire) estribillo de una de sus canciones: «Se nos rompió el condón...Se nos rompió el condón». Trap, trap.

Carolina Durante, durante su actuación en Desalia 2019

Ya al día siguiente, el viernes del cierre, y con un cóctel revitalizante en la mano, hecho a base de café, para levantar los ánimos, llegó el turno de Carolina Durante . Ante una audiencia reducida (era un concierto solo para «afortunados» y «afortunadas»), la banda desplegó su rabia y su gamberrismo, repasando sus canciones más celebradas. La estampa era, cuanto menos, pintoresca: unas cien personas en un exclusivo «chill out» escuchando letras llenas de hastío berreadas, a su modo, por el carismático Diego Ibáñez. El día y la noche: es decir, el atardecer que se veía de fondo… «Aquí pegaría más Taburete, pero somos nosotros, así que...», se burló el líder antes de entonar «Cayetano», uno de las últimos temas en sonar. No hubo bises.

El festival terminó como terminan los sueños: con los ojos entrecerrados y un leve aturdimiento que entremezcla los recuerdos, en este caso stories de Instagram. A eso lo llaman –ojo al palabro– Depresalia , y no se conoce con exactitud su duración. Lo que sí se sabe es que solo hay una receta para paliar sus efectos: dormir mucho.

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