Tamara Rojo: «Hay que acercar sin miedo el ballet al siglo XXI»

La bailarina vuelve al Teatro Real como directora del English National Theatre con «Giselle»

La bailarina Tamara Rojo Karolina Kuras
Julio Bravo

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La última vez que Tamara Rojo bailó en el Teatro Real , hace casi una década, todavía no era la directora del English National Ballet. Esta semana, la bailarina española (nacida en 1974 en Montreal, donde se encontraban por motivos laborales sus padres) regresa al coliseo madrileño con el conjunto que dirige desde hace siete años; y lo hace con un ballet, «Giselle» , en una versión muy particular que firma el coreógrafo británico Akram Khan , y que se ha convertido en uno de los trabajos más aplaudidos de la compañía, que el próximo año cumplirá setenta años de vida. «Lo celebraremos en enero con una gran gala en el Coliseum de Londres », anuncia Tamara.

La «Giselle» que presenta el Teatro Real del 10 al 12 de octubre (en abril estará en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona) se estrenó hace tres años, y fue saludada por el público y la crítica británicos con entusiasmo. «Tengo muchas ganas de que el público español la vea –dice Tamara Rojo –; esta “Giselle” es un buen ejemplo de la visión que yo tengo de lo que debe hacer la compañía: llevar el ballet a un público que tal vez no se haya acercado porque no lo considere como algo que pueda disfrutar. Siempre me ha parecido que los clásicos lo son precisamente porque los temas que abordan son universales e inmortales, que nos siguen interesando y afectando; pero a los que la estilización del ballet, la manera en que se presenta, puede alejarlos del público de hoy. Quiero cuestionar esas tradiciones, y hacer las dos cosas; en la misma temporada en que estrenamos la “Giselle” de Akram Khan hicimos también la versión clásica, la romántica. Queríamos presentarla de dos maneras para que fuera la historia la que hablara por sí misma, y que pudiera llegar también a un público nuevo que no se había acercado a la danza anteriormente; lo considero muy importante, Hay que acercar el ballet sin miedo al siglo XXI».

Para la bailarina, que en 2005 compartió el premio Príncipe de Asturias con la desaparecida Maya Plisetskaya , el ballet es «un arte muy frágil, que se pasa de generación en generación de manera oral. No hay partituras ni textos de los que partir. Y por esa misma razón hay que protegerlo; pero a veces, en ese ansia de protección, se queda congelado en el tiempo, y lo que era relevante en una época –como la mímica, por ejemplo–, que el público entendía porque era un lenguaje cotidiano, ya no lo es. Y los bailarines debemos tener la capacidad de ver nuestro mundo con los ojos de quienes no pertenecen a él; mantener lo que es bello y relevante, y dejar ir el resto».

Confiesa Tamara Rojo que cuando le encargó una nueva versión de «Giselle», uno de los más emblemáticos títulos del repertorio clásico, a Akram Khan , uno de los más innovadores y brillantes coreógrafos actuales, esperaba algo «impactante». «Pero va más allá de lo que yo me había imaginado. Es emocionalmente arrasadora, y es un placer bailarla». Tamara asiente cuando se le pregunta si fue un acto de valentía hacer este encargo. «Yo fui valiente y Akram Khan inconsciente –ríe–. No sabía dónde se estaba metiendo; no había visto nunca la “Giselle” clásica, y no era consciente de lo que supone en la tradición del ballet. Pero eso fue positivo, porque se acercó a ella sin miedo y tanto él como el equipo que trabajó con él fueron capaces de llegar a lo más profundo de lo que hace a “Giselle” importante y preservarlo».

Tamara Rojo es la protagonista de «Giselle». Como bailarina, cuenta, le supone enfrentarse a una técnica diferente, que mezcla la danza «kathak» con el lenguaje clásico. «Llevamos puntas, pero la coreografía es mucho más terrenal –explica–. Y desde el punto de vista dramático, no es una mujer frágil. Es una Giselle valiente, que es la líder de su gente; más madura, está esperando un hijo... Bailar esta versión es una sensación muy diferente, porque es una mujer que trae la esperanza y la inspiración a los suyos, y no una adolescente enferma como es el personaje clásico».

Sin embargo, esta nueva visión alimenta su interpretación de la «Giselle» tradicional. «No solo a mí, también le cambia la perspectiva al resto de los bailarines, e incluso al público. Cuando hicimos las dos entendemos mejor a los personajes, su motivación, la esencia que hace que este ballet siga teniendo vida hoy en día. Y yo creo que nos acercamos mejor a la intención original. Cuando se estrenó “Giselle” el público veía el segundo acto como algo terrorífico; era la primera vez que se empleaba tul, la primera vez que había luz de gas. Aparecían mujeres, las willis, que parecían espíritus en el escenario y que traían venganza. Después se fue pasando por el tamiz romántico y se convirtió en algo bello sin más. Yo creo que hemos vuelto a la intención original».

Víctor Ullate

Tamara Rojo llega a Madrid apenas una semana después de que Víctor Ullate , su primer maestro, anunciara que cierra su compañía después de treinta años de trayectoria. En ella dio sus primeros pasos profesionales Tamara Rojo . «Es una noticia triste para la danza en España –dice la bailarina–; ha sido una compañía muy importante no solo para mí, sino para el desarrollo de la danza en España en los últimos años. Ha tenido también repercusión internacional, porque en ella han crecido artistas que han estado después en grandes compañías en todo el mundo. Es muy triste que desaparezca, pero la verdadera tragedia es la situación de los bailarines que, sin previo aviso, se encuentran en la calle y sin trabajo. Y vamos a vivir, me temo, un nuevo éxodo de artistas».

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