Los Secretos: «Todos nuestros esfuerzos están dirigidos a suplir la carencia de Enrique Urquijo»

La banda madrileña estrena el documental «Una vida a tu lado», sobre sus 40 años de carrera

Israel Viana

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«En Los Secretos nunca hemos tenido grandes discusiones ni problemas de ego. Siempre que hemos tenido la sensación de que debíamos abandonar, no ha sido por gusto. Tampoco hemos dicho: “Hasta aquí hemos llegado”. Simplemente lo dimos por hecho. Primero, cuando muere Canito; después, cuando muere Pedro, y, por último, mi hermano... qué te voy a contar», confiesa Álvaro Urquijo , que ayer estrenó en el Teatro Nuevo Alcalá de Madrid, un documental sobre los cuarenta años de carrera del grupo: « Una vida a tu lado ».

Ya lo dijo él mismo hace dos años a este periódico: « La muerte, la industria y las drogas fueron nuestros tres enemigos ». Tanto es así que podría considerarse un milagro que sigan publicando discos y dando conciertos, con una legión enorme de seguidores detrás. «Siempre encontrábamos el modo de reconstruirnos con los trozos que quedaban», asegura el pequeño de los Urquijo, único miembro fundador del grupo que aún sigue en activo.

Todo comenzó allá por 1978. «Canito ( José Enrique Cano ) fue el germen de todo. Su ilusión era montar una banda y yo le propuse que mis hermanos se unieran a nosotros y se encargaran del bajo y la guitarra», cuenta el mayor de los Urquijo, Javier, en el documental, sobre la primera tragedia que sufrió el grupo. En la madrugada del 1 de enero de 1980, un coche se lo llevó por delante a Canito en la carretera de La Coruña, mientras esperaba en el arcén la llegada de sus compañeros de banda y otros amigos. Alguien había tenido la «genial» idea de terminar la fiesta de año nuevo en Villalba y para allá se dirigieron todos, en tres coches, sin saber que aquello acabaría con la vida de aquel joven de sólo 17 años y un futuro enorme con Tos , aquel grupo que formó con los tres hermanos, breve antecedente de Los Secretos.

El concierto de homenaje que los Urquijo organizaron en memoria de su amigo —con Nacha Pop, Alaska y Los Pegamoides y otros— es considerado hoy el acto inaugural de la Movida madrileña . Pronto quedaron atrás los primeros ensayos en la fábrica de caramelos de Torrejón que la tía de Canito les había prestado los fines de semana —«allí salieron “Otra tarde” y algunas versiones de Steve Miller, The Byrds y Bob Dylan sin ninguna pretensión, para entretenernos»— y la atención que se habían ganado de las radios con tan solo una maqueta grabada. Acababan de estrenar la mayoría de edad, pero ya tuvieron que empezar de cero.

Canito, en una imagen poco antes de fallecer en 1980 ABC

Reclutaron a Pedro A. Díaz —«nos gustó que podía cantar y tocar a la vez, lo que que nos recordaba al batería de The Eagles»— y, antes de que acabara 1980, ya pasaron a llamarse Los Secretos. El nombre hacía referencia al hecho de que Javier, Enrique y Álvaro tardaran hasta dos años en contarle a su padre que habían montado una banda, puesto que este quería que estudiaran una carrera. «Cuando se enteró, le dio un ataque. Al cabo de un rato preguntó que quién cantaba y, cuando le dijimos que Enrique, se quedó descolocado, puesto que no había cantado en su vida», cuenta Urquijo, que luego añade: «No fue a vernos actuar hasta 1983, cuando nos quedamos sin coche para ir a Alicante y accedió a llevarnos en su Seat 132. Después del concierto: comentó: “¡Joder, lo hacéis muy bien, no lo sabía!”». Y yo le contesté: “Claro, cabezota, como lo vas a saber si no has venido a vernos”». A partir de entonces se le pasó un poco el enfado.

Sin embargo, poco después de aquello, el 12 de mayo de 1984, se produjo el segundo mazazo. Después de grabar sus tres primeros discos con la filial de Universal, Polydor, y cosechar éxitos como «Déjame», el sustituto de Canito también perdía la vida en un accidente de tráfico. Tenía 24 años cuando el camión en el que viajaba de copiloto chocó contra un tractor y otro vehículo en la A-2 (Guadalajara). Esta tragedia puso fin a la primera etapa de la banda.

«Vuestra música huele a vacas»

En ese momento, la discográfica les echó a patadas —«no estábamos dispuestos a seguir las pautas del mercado y nos dijeron: “Vuestra música huele a vacas y aquí no tenéis nada que hacer ya”»— y Javier Urquijo abandonó. «La mierda de pasta que había ganado, me la gasté en equipo y en juergas. Y cuando murió Pedro, lo pasamos fatal. Les tenía que pedir dinero a mis padres hasta para tabaco», confiesa Álvaro, que añade en el documental: «Esos cuatro primeros años los considero como un recreo en el que todos desparramamos, tocamos, grabamos y probamos de todo».

Enrique (izquierda) y Álvaro Urquijo en un concierto de Los Secretos en 1994 ABC

Ramón Arroyo, el guitarrista actual, fue uno de los revulsivos de esa nueva etapa. Antes de acabar los 80 grabaron otros tres discos con Twins y entraron en los 90 con álbumes exitosos como «Adiós, tristeza» o «Cambio de planes» y hasta dos recopilatorios. Pero en noviembre de 1999, cuando mejor estaban, recibían la peor noticia de todas: Enrique aparecía muerto en un portal del barrio de Malasaña. El mismo que buscaba refugio en el estudio de Joaquín Sabina , «siempre a las tres o cuatro de la madrugada», para tocar la guitarra e intercambiar ideas de nuevas canciones. «Nos hicimos prófugos, primos y amigos, porque nos gustaba un mismo territorio, que era la melancolía», recuerda el autor de « Y nos dieron las diez » o « Pongamos que hablo de Madrid », en este documental dirigido por Chema Vargas , en el que también participan antiguos compañeros de la banda, periodistas de la época, amigos de la infancia y otros músicos como Pancho Varona, David Summers, Ara Malikian o Nacho Vega.

«Todo lo que hemos hecho desde entonces ha estado dirigido a suplir su carencia. A mí me dio vértigo asumir la composición y cantar. Ten en cuenta que él hizo temazos de los que se seguirá hablando dentro de décadas», declara a ABC el menor de los Urquijo, que tres días antes del trágico suceso recibía la llamada desesperada de su hermano, tendente a las depresiones: «Álvaro, estoy fatal, ven aquí y llévame al hospital». Estuvo allí unos días en lo que incluso recibió la visita de Jesús Redondo, que desde unos años antes y hasta hoy, se ocupa de los teclados en Los Secretos. «Fui a llevarle una maqueta con los temas que estábamos grabando en ese momento y estaba francamente bien. Recuerdo que estuvimos hablando de un tema que había que cambiarle el tono. Pero es lo que tenía, que cuando entraba un poco en depresión era radical. A todos nos cogió por sorpresa», explica.

«Un año limpio»

El autor de « Ojos de perdida » llevaba un año limpio de drogas, pues tenía la intención de luchar por la custodia de su hija de cuatro años y grabar un disco con el que rehacer su vida. «Por la forma en la que apareció, la gente piensa que en ese momento era toxicómano, pero no. Cuando se habló de sobredosis, los médicos forenses no diferenciaron entre diazepam, morfina y otras sustancias ilegales. Esa noche no tomó heroína. Consumió un poco de cocaína y, sobre todo, pastillas recetadas por el médico», reconoce Álvaro a este periódico, a quien había llamado la doctora semanas antes para advertir a la familia: «Le veo tan bien que tengo miedo de que tenga una recaída. Habría que vigilarle».

Enrique (derecha) y Javier Urquijo (izquierda), junto a Pedro A. Díaz ABC

Alvaro Urquijo responsabiliza al hospital que lo atendía por el «error administrativo» que cometieron, como lo llamaron posteriormente: «Se encontraba tan bien que se fue por su propia voluntad, sin que nadie nos avisara. Lo que no imaginamos es que le dieran su documentación y el dinero que habíamos depositado como fianza. Fue un error y él pensó: “Bueno, antes de ir a casa me voy a dar un homenaje”. Y ocurrió la desgracia». «Recuerdo que cuando llegué a casa después del entierro, que fue muy duro —añade Redondo—, me vino a la cabeza que tenía que subir el tono de esa canción. Y según me vino el pensamiento fue como una especie de martillazo en el me dije: «Ni subir el tono ni bajarlo, esto se ha acabado».

Pero no se acabó tampoco esta vez. Los Secretos se juntaron para hacer un disco de homenaje para Enrique y una pequeña gira para promocionarlo. «El fin oculto de aquello no era otro que sanear las cuentas de mi hermano, que habían quedado muy mal, en beneficio de mi sobrina María, que tenía entonces cinco años. Para arreglarle un poco la vida», confiesa el hermano pequeño que, después de la acogida que tuvieron aquellos conciertos, decidieron continuar... una vez más. ¿Quién dijo miedo? «No iban de modernos y, sin embargo, eran más modernos que los demás, como ha demostrado el hecho de que sigan vivos cuarenta años después, a pesar de las muertes», asegura Sabina.

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