Rufus Wainwright, anoche durante su actución en Barcelona
Rufus Wainwright, anoche durante su actución en Barcelona - EFE

Rufus Wainwright, melodías de seducción para voz y piano

El canadiense inauguró anoche el Festival Jardins de Pedralbes con un emotivo recital en solitario

BARCELONA Actualizado: Guardar
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A Rufus Wainwright, ya se sabe, le das el listín telefónico y es capaz de imprimirle la misma intensidad y emoción que al «Hallelujah» de Leonard Cohen, así que lo de menos es que venga con banda, rodeado por una orquesta sinfónica o, como anoche, completamente solo para alternarse al piano y la guitarra. Su voz es siempre la estrella principal del reparto, máxima que no hizo más que confirmarse ayer durante su actuación en la inauguración del Festival de Pedralbes. Intimidad estilizada y ejercicios de poderío vocal -la versión a capela de «Candles» fue de las que hacen época- para un artista que sabe qué tecla tocar para crecerse en las distancias cortas.

Así, sin más artificio que un buen puñado de cabriolas operísticas, el canadiense exhibió maneras de intérprete hipersensible pero cercano y se ganó al público alternando sus clásicos pop con divertidos y elocuentes parloteos sobre sus experiencias en Holanda y San Cugat o sobre lo desconcertante que le resultaba actuar en un lugar, los jardines del Palau Reial de Barcelona, tan parecido a la Casa Blanca.

Una vez entrado en faena y a pesar de llevar alejado del pop desde que hace ya cinco años publicase «Out Of The Game» y empezase a coquetear con la ópera y los sonetos de Shakespeare, Wainwright «El Escandaloso», como recordó que le bautizaron cuando le invitaron tocar al festival de San Remo, rescató gemas de su repertorio como «Gay Messiah», «Jericho», «Dinner At Eight» y «Cigarettes & Chocolate Milk», recordó a la fallecida Lhasa De Sela con una sentida «I’m Going In» y, consciente de que se le da infinitamente mejor el piano que la guitarra, invitó al guitarrista Pau Figueres para que le acompañase unos minutos sobre el escenario.

De ahí surgió precisamente uno de los grandes momentos de la noche, una «Barcelona» tan descarnada y emotiva como difícil de ver en directo. No faltaron guiños a «Prima Donna», proyecto operístico que presentará esta misma semana en París, ni habilidosos malabarismos entre la canción de cuna, el music-hall y el pop cabaretero, pero fue ese tramo final de impacto formado por «Going To A Town», la inevitable «Hallelujah» y una inesperada «Poses» atiborrada de melodrama el que acabó por levantar al público de sus butacas y coronar a Wainwright como gran seductor del pop total.

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