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Rubén Pozo ha grabado dos discos en solitario tras la disolución de Pereza - Belén Díaz

Rubén Pozo: «Recuerdo mi primer millón de pesetas, aún vivía con mi madre»

Tan tímido como sincero, el que fuera cantante y guitarrista de Pereza confiesa en ABC que aún vive de la música, «pero a un nivel más pequeño que con Pereza»

Madrid Actualizado: Guardar
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Hace cuatro años que a Rubén Pozo (Madrid, 1975) se le acabó el sueño de Pereza, la banda con la que, junto a Leiva, tocó el cielo del rock español, llenó estadios y marcó a toda una generación de adolescentes… y no tan adolescentes. Su último concierto juntos fue en junio de 2012, en el Palacio de Vistalegre de Madrid. Un gran broche de oro a la historia de la banda. Después de aquello, el vértigo. El cantante y guitarrista, sin embargo, lleva muchos en esto y las ha visto de todos los colores, los suficientes como para que el final de su grupo de éxito fuera a suponer el final de su carrera, por lo menos mientras haya unos pocos que quieran escucharle.

«Me gusta tocar en directo, en el pabellón más grande y en el garito más pequeño y cochambroso. Lo único que necesito es que haya delante un público con ganas de que ocurra eso de la música en directo», confiesa en ABC.

Con las mismas ganas que cuando comenzó a hacer sus primeras canciones en el barrio de Alameda de Osuna, o cuando se «comía los mocos con Buenas Noches Roses» (su primera banda), sacó su primer disco en solitario, «Lo que más», en 2012. Y de fondo, una misma idea: «Nunca he sentido que tenga la red de Pereza para sujetarme si me caigo. Creo que voy con el pecho por delante», asegura. Tres años después, Pozo volvió «En marcha», un disco publicado este años que suena a «mensaje positivo, a levantarse del suelo, sacudirse el polvo del culo y tirar para adelante».

En el encuentro con ABC, el guitarrista, tímido y sincero a partes iguales, recuerda su carrera, la ilusión del primer dinero que ganó con sus canciones hace veinte años, la relación con su hijo, la situación de la industria, las sequías creativas, la política o su reciente afición por la música clásica.

–¿La crisis de la industria musical nunca le ha dado miedo en lo que a su carrera se refiere?

–Siempre me quedará el directo, que es una experiencia no pirateable. Sé que se puede colgar un vídeo grabado con el móvil del concierto, pero nada es comparable a estar ahí, con la acústica de la sala, la banda, el olor, el contacto con el resto del público… Al final, los discos son para darse a conocer por las plataformas legales que hay. Y no sólo la música, el mundo y las industrias en general están en crisis. Son momentos para no rendirse, todo el mundo tiene que remar, no sólo los músicos.

–¿Y sentió vértigo cuando se acabó Pereza?

–Claro que se siente el vértigo, pero creo que el miedo no debe condicionar ninguna decisión de tu vida. No hay que confundir miedo con temeridad, pero hay que ser valiente con las cosas y hacer lo que uno cree que es correcto y bueno para uno, independientemente de que económicamente no sea lo mejor.

–¿Lo económico no le ha preocupado nunca?

–Claro que me preocupa lo económico, cómo no. Yo también como y tengo cosas que pagar. Afortunadamente sigo viviendo de la música, aunque a un nivel más pequeño que con Pereza, pero me da pagar mis gastos, la mensualidad del piso, el coche, para comprarme cuerdas nuevas y, de vez en cuando, una guitarra. Eso es suficiente para mí. No necesito limusinas que me lleven, desde el estadio en el que he tocado, al hotel de cinco estrellas. Soy músico, lo era cuando nos comíamos los mocos con Buenas Noches Rose y con Pereza, que fue de puta madre, pero lo disfruto a mi manera en cada caso. Nunca he tenido plan b, siempre he dedicado todas mis energías a la música. A veces vienen mejor dadas, otras peor, pero aquí sigo. Creo que la vida me hace un regalo, porque puedo tocar en solitario y seguir viviendo de de ello, aunque sea a menor nivel, haciendo que mi afición sea mi trabajo, y que mi trabajo sea mi afición.

–¿Recuerda el momento en que dijo: «Vivo de la música»?

–Recuerdo que con el primer disco de Buenas Noches Rose recibí un millón de pelas, 6.000 euros de ahora. Todavía vivía en casa de mi madre y no tenía muchos gastos, porque yo con tocar la guitarra y hacer canciones era feliz. Me compré una guitarra, una Epiphone Casino que me gustaba mucho. Recuerdo que tardé mucho en gastar ese dinero. Y luego, cuando me independicé y empecé a compartir piso con colegas, lo noté más. De todas maneras, cuando se acabó Buenas Noches Rose, mientras terminaba de despegar Pereza, tuve que ponerme a trabajar, a repartir pizzas, pintar carreteras y fabricar lámparas de Tiffany como aprendiz. Cuando pude pagar mis facturas con la música fue un subidón. Te sientes afortunado y lo mejor que puedes hacer es cuidar el dinero, porque muchos intentan vivir de esto y casi nadie lo consigue. Es para estar agradecido a los dioses.

–Desde entonces, ¿nunca ha tenido una sequía creativa?

–Antes sí que me daba miedo que se me secase la fuente, pero a día de hoy no ha ocurrido y no creo que vaya a ocurrir. Creo que si vas atento cuando vas a comprar el pan pasan muchas cosas de las que no nos damos cuenta, porque vamos con el piloto automático. Hay que abrir bien los sentidos y darse cuenta, porque siempre pasan cosas que tienen muchas papeletas de estar dentro de una canción. Al final siempre acabo haciendo una de cualquier cosa más o menos importante.

–Pero ha tardado tres años en hacer su último disco en solitario..

–A mí me gusta que pasen dos años, que es el tiempo que yo considero suficiente para tocar el disco. Esta vez he tardado tres, pero porque no todo depende de mí. Tenía más canciones que nunca, pero hay procesos extramusicales que dependen de la gente con la que sacas los álbumes. De todas maneras, no me ha importado, porque así me ha dado tiempo a componer más y hacer un disco más sólido.

–Sus letras por lo general tienen que ver mucho con el amor. ¿Nunca le ha interesado escribir sobre otras cosas como, por ejemplo, la política o la crisis?

–En este disco me he preocupado un poco y se tocan más temas. La política siempre me la ha sudado, hasta que, en 2012, comenzaron a ocurrir cosas. Todos los recortes abrasivos y el cambio de muchas leyes que costó conseguir. Me quedé flipando, hasta que todos esos pensamiento que me llegaron en tromba, junto a algunas teorías de la conspiración, cuajaron en una canción que se llama «Disco Stu».

–¿Alguna vez ha pensado en reunir a Pereza si le vienen mal dadas en solitario?

–No lo siento como un comodín y no depende solo de mí. Además, pasa el tiempo y lo que hoy parece obvio que funcionaría, a lo mejor dentro de un tiempo no lo es tanto. En ese sentido, funciono sin red. No pienso que tenga la red de pereza para sujetarme si me caigo. Tengo la sensación de voy a pelo, con el pecho por delante.

–Ha dicho que Bob Dylan tiene razón cuando dice eso de «You got to serve somebody» («Tienes que servir a alguien»). ¿Usted a quién sirves?

–Yo soy siervo de la canción. Ella manda y yo estoy ahí para servirla, y lo que me vaya pidiendo, tratar dentro de mis posibilidades de ofrecérselo.

–¿Qué ha aprendido en estos años de carrera en solitario?

–Voy mejorando mi manera de componer, expresarme, tocar, cantar, grabar discos y mi forma de estar en un escenario. Si algo me ha quedado claro es que, si vienen mal dadas, me cojo una guitarra acústica, me subo a un escenario, doy un concierto yo solo y lo puedo mantener. Si reduzco la ecuación al mínimo, mis canciones se sostienen y hay un público que puede disfrutar.

–Tiene un hijo de ocho años. ¿Entiende y le gusta lo que hace papá?

–Él me debe ver como un padre loco que se encierra todo el día en su cuarto de la música y está siempre componiendo, grabando… y no sé muy bien qué debe sentir, pero claro que es consciente. Está toda la casa llena de guitarras y papeles con letras a medio escribir.

–¿Alguna vez le ha pillado tarareando alguna canción tuya?

–Le pregunto cuáles son sus «prefes». Del último disco es «Chatarrero».

–Lo del rock está claro, pero si tiene que elegir entre música clásica o jazz, ¿con qué se queda?

–Escucho más música clásica que jazz. Me gusta el jazz comercial, el lento, los largos solos de trompeta de Miles Davis en «Blues and Ballads» o Chet Baker. Música de noche, para prácticar sexo. No entiendo cuando es más acelerado y más loco. Respecto a la música clásica, últimamente me he puesto, que nunca lo había hecho, y escucho cosas de Bach. Se me está educando un poco el oído por ese lado. Pero a mí lo que realmente me gustan son las canciones, no podría decir que a mí me gusta la música. Las canciones son una mezcla de letra y música, y no son como las piezas de Bach y de Tchaikovsky. Pero sí reconozco que, últimamente, me pongo música clásica y es como perfumar la habitación de un olor especial. Me hace bien, la verdad.

–Díganos el último grupo que ha descubierto para que le echemos un oído.

–Doble Pletina. Un amigo mío me dijo que eran «muy indies», pero me da igual que estilo sean. Me gustan las canciones que hacen, conecto con ellas y me gusta la forma en la que escriben. No sé, igual no es bueno que yo hable bien de ellos, porque a veces estos «indies» son de cogérsela con papel de fumar. En concreto, me encanta una canción que se llama «Artista revelación».

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